El pez grande se come al chico. Inmobiliaria Colonial anunció esta semana el lanzamiento de una opa sobre su homóloga madrileña Axiare, de tamaño mucho menor. Colonial ya posee el 28% de Axiare y va en pos de hacerse con el 100%. Se calcula que el trasiego puede suponerle un desembolso de más de mil millones de euros.

Este órdago viene a certificar la satisfactoria fase que el sector atraviesa, al margen de las vicisitudes de Cataluña, donde la incertidumbre política ha frenado en seco las compraventas.

El consejo de administración de Axiare dice que estudiará con calma la oferta de Colonial. Más adelante, si llega el caso, ya se pronunciará. De entrada señala que, solitos como están, las cosas les van muy bien, con perspectivas altamente favorables. O sea que la opa de marras está en el alero y nadie sabe a ciencia cierta si saldrá adelante.

La última crisis del ladrillo fue durísima. Pero ya queda lejos. Ahora se vuelven a estrenar las grandes transacciones corporativas. Si el engarce Colonial-Axiare prospera, el ente resultante pasará a ocupar un lugar destacado del rango europeo y se alzará al segundo puesto del escalafón nacional, a corta distancia del líder Merlin Properties.

La vida da muchas vueltas. Inmobiliaria Colonial se fundó en 1946, en la órbita del histórico Banco Hispano Colonial, que le aportó un lote de extensos predios de su pertenencia en la Diagonal, procedentes de la Masía Rodona y otras antiguas fincas de la barriada de Les Corts.

Colonial erigió sobre esos terrenos el conjunto llamado Barcelona 2, así como el edificio anexo coronado por dos altas torres de color azabache, que arrendó a La Caixa para que albergara su sede central. Esta, corriendo el tiempo, acabó por adquirirlo en propiedad a precio de derribo.

Si el engarce Colonial-Axiare prospera, el ente resultante pasará a ocupar un lugar destacado del rango europeo y se alzará al segundo puesto del escalafón nacional, a corta distancia del líder Merlin Properties

El primer presidente de Colonial fue José M.ª Milá Camps, conde del Montseny, abuelo de los periodistas Mercedes y Lorenzo Milá. El segundo fue Darío Rumeu Freixa, barón de Viver, exalcalde de Barcelona, bajo cuyo mandato empezó a construirse el metro y se prolongó la Diagonal hasta Esplugues de Llobregat. Sus descendientes compartieron con la familia Fradera la propiedad de la cementera Uniland, hasta que hace diez años, unos y otros la traspasaron a FCC en un magno pelotazo de 1.900 millones contaners y sonantes.

La historia reciente de Colonial es apasionante. En 2006, cuando faltaban pocos meses para el pinchazo de la pasada burbuja, Colonial fue objeto de una opa multimillonaria por Inmocaral, del sevillano Luis Portillo. Los socios históricos de la firma catalana, entre ellos La Caixa, enajenaron sus acciones. Y Portillo se encaramó a la presidencia de Colonial. Relevó en ella a Juan José Brugera, que venía ocupándola desde 1994, tras haber ejercido el mismo cargo en Sindicato de Banqueros (Sindibank), durante siete años.

El caudillaje de Portillo resultó efímero. La empresa, igual que casi todas las grandes del totxo, atravesó problemas de grueso calibre tras el estallido del globo inmobiliario. Sus activos se desvalorizaron a marchas forzadas. Las deudas devinieron insoportables. A punto estuvo de quebrar.

Portillo hubo de dimitir a comienzos de 2008, con las acciones de la compañía por los suelos. Los bancos acreedores ejecutaron sus créditos y tomaron el control de Colonial. Una de sus primeras providencias consistió en colocar otra vez de presidente a Brugera.

Éste adoptó medidas drásticas. Desgajó del balance todos los activos tóxicos; los concentró en la sociedad Asentia. Siguió limpiando las cuentas. Luego reemprendió la ruta del crecimiento. Ahora, pisa a fondo el acelerador con la opa sobre Axiare.

Colonial forma parte de la miríada de compañías que han trasladado su domicilio desde Barcelona a Madrid, huyendo del demencial procés. La compra de Axiare, si llegare a formalizarse, la hará todavía más madrileña. Así que habrá que ir arrumbando al olvido la esperanza de su posible retorno a la Ciudad Condal.