Hoy se me ha atragantado el xuxo en el desayuno, como diría Jordi Basté. El Ayuntamiento de Barcelona -tachín, tachín- ha decidido reducir un carril para los coches en la Vía Augusta. Gran noticia para los miles de ciudadanos que entran en Barcelona desde el Vallès y los que salen de Barcelona con la idea de incorporarse a las Rondas. Cuando sólo haya en carril en la Vía Augusta los atascos que se registran hoy serán un grato recuerdo. El colapso está garantizado.

Coja usted el transporte público, le dirán, aunque saben que no hay parkings disuasorios por ningún lado. Las pocas plazas que hay están más que agotadas a las siete de la mañana, o incluso antes. O sea, compre refrescos, patatas fritas o un buen cruasán porque le auguro grandes, y largos, momentos de atascos interminables y a los vecinos, una mayor concentración de tráfico, de ruidos y de polución, eso que dicen quieren erradicar.

Disculpen el desahogo porque me enerva que se comience la casa por el tejado. No se puede bloquear el tráfico sin tener una alternativa para los miles de trabajadores que entran en Barcelona procedentes de diferentes puntos del área metropolitana. Ada Colau parece empecinada en convertir Barcelona en una ciudad antipática. Y es la alcaldesa, nada más y nada menos. La máxima representación del Ayuntamiento de Barcelona, la institución que dirige la ciudad. 

Sin embargo, no es lo mismo gobernar las instituciones que asaltar las instituciones, como nos contaba María Jesús Cañizares. Colau ha asaltado las instituciones poniéndose al frente del boicot a la Feria Inmobiliaria para reconciliarse con sus bases porque no en vano quedan 219 días para las elecciones. El mismo criterio en movilidad, donde acata los principios más talibanes eludiendo su responsabilidad en garantizar un proyecto equilibrado para los ciudadanos, que se hartan de percibir a la administración como una intrusa en sus vidas y como un ente impositor de sus criterios sin escuchar a todos los colectivos. A los favorables, pero sobre todo a los que no lo son. 

Confundir el partido con la institución no es exclusivo de Ada Colau y los Comunes, capaces de estar en misa y repicando. Dirigiendo una institución o manifestarse en contra. Pere Aragonés piensa más en el partido que en el país. Prefiere no aprobar los presupuestos, y perder 3.908 millones euros procedentes de los presupuestos estatales, y mantenerse en el poder, a plantear una estrategia de colaboración con sus antiguos socios -cosa harto difícil en estos momentos- o abrirse al PSC con todas sus consecuencias. Aragonés ha optado por la primera opción, porque es la que más le interesa a su partido. No le obliga a convocar elecciones, cuestión a la que se aferra por la situación de crisis y donde encuentra respaldo en PSC y Comunes. O sea, la institución al servicio del partido. Volvemos a la dicotomía, o gobernar las instituciones o asaltarlas. 

Los ejemplos son numerosos. El atrincheramiento de los conservadores para impedir una mayoría progresista en el Poder Judicial, la corrupción, o las subvenciones con dudosos criterios de reparto porque, casualmente, siempre saben favorecidos los de tu cuerda. Aquí Colau vuelve a ser protagonista de excepción. Podrán ser legales estas subvenciones, pero éticas seguro que no. Como tampoco es ético que la alcaldesa se ausente de Barcelona y se vaya a Buenos Aires a una cumbre climática con representantes de ciudades de todo el mundo, y haga dejación de responsabilidades en un momento clave para la aprobación de los presupuestos.

El marrón se lo comió Jaume Collboni que consiguió que ERC y Junts se abstuvieran y permitieran el trámite presupuestario. ¿Hay algo más importe que la aprobación de las cuentas? No digo que lo de Buenos Aires no sea importante, pero es cuestión de prioridades. O lucimiento personal -si la delegación de Barcelona no fuera presidida por la alcaldesa no hubiera pasado absolutamente nada- o poner toda la carne en el asador para superar un bloqueo de la oposición. ERC y Junts se han abstenido y Collboni pasa el examen con nota. Sin embargo, esta no es la cuestión. La cuestión es que la institución se usa a criterio de tus intereses partidarios. Colau debe pensar que su interés paso por enviar mensajes claros y directos a sus electores, antes que pensar en el conjunto de los ciudadanos. Es su tónica habitual. Sino, que se lo pregunten a los que vieron que su ir y venir cotidiano para trabajar en Barcelona y volver a casa será más duro que un paso de Semana Santa.