La imprevista y acusada alza de tipos de interés ha golpeado de manera contundente a millones de familias cuyas viviendas soportan una hipoteca a tipo variable. Las medidas aprobadas por el Gobierno esta semana, aun cargadas de buena voluntad, servirán para aliviar en poco la inesperada sacudida. Nos referimos a ciudadanos que no especularon sino que, simplemente, asumieron hipotecas muy elevadas como única alternativa para acceder a una vivienda, dado el elevado precio de los inmuebles y las limitaciones de la oferta de alquiler.

Hace unas semanas, un debate similar se situaba en el ámbito de la energía, ante el incremento descomunal de la luz, de manera especial para los diez millones de usuarios acogidos a la tarifa regulada.

Ante ello, se alzan voces de supuestos liberales, defensores de la pureza de los mercados, entre ellos no pocos banqueros que, sin llegar a la sinceridad del presidente de Iberdrola que tildó de tontos a los ciudadanos sujetos a dicha tarifa regulada, consideran que los ciudadanos deben asumir las consecuencias de decisiones libremente adoptadas. Es decir, se acogieron a la tarifa eléctrica regulada u optaron por hipotecas a tipo variable, sin que nadie les forzara a ello.

Este posicionamiento me resulta lamentable, pues el ciudadano no dispone, ni tiene porqué, de conocimientos suficientes para determinar si a 30 años vista es mejor una hipoteca a tipo fijo o variable. De la misma manera, resulta imposible determinar qué tarifa eléctrica resulta más conveniente. Para ello, se necesita una formación específica y unos conocimientos enormes de la previsible evolución de la política monetaria y el mercado energético.

Además, la gran mayoría de los máximos dirigentes del sector financiero o energético están tan sorprendidos por la evolución de sus respectivos mercados como pueda estarlo el médico, el jardinero o el transportista. Si ellos, con toda la información disponible, experiencia acumulada y sueldos millonarios, son incapaces de prever el futuro de su propio sector a meses vista, me pregunto cómo pueden señalar al ciudadano.

Esta apelación a la libertad de elección y a la responsabilización del individuo nada tiene que ver con el buen liberalismo. Una confusión a la que ayudan unos poderes públicos que andan más que desorientados e incapaces de regular de manera eficiente. Esto puede acabar muy mal.