Cantaba Celia Cruz en el inolvidable y bailongo No hay cama pa’ tanta gente que a los invitados, llegados el momento, hay que echarlos como sea: “Tírenlos pa’ bajo que son un peligro arriba. Oye, la verdad es que con esta gente no hay quien pueda, oye, son una amenaza. Pa’ fuera, pa’ la calle”. La discreta pinza PSOE-PP está demostrando que, sin ser tan explícita, es contundente y recuerda, por activa y por pasiva, que en el poder no hay cama para tanta gente.

Primero actuaron contra el fenómeno Podemos, y ahora lo hacen contra Ciudadanos. No es que el PSOE y el PP sean aliados con pacto de sangre, pero sí silenciosos y comunes beneficiados del deterioro de los nuevos partidos, a los que están dejando cocerse en su propia salsa, mientras ellos se intercambian cómplices sonrisas de perros viejos. El último en caer en la trampa de estas arañas madres ha sido Rivera y su equipo más allegado.

Al nacionalismo se le escapó vivo Ciudadanos, y ese fue el error de sus supervivientes. Confiados por su capacidad de resiliencia ante el acoso de los ultras independentistas, se lanzaron al escenario nacional con un proyecto de transformación y regeneración del régimen partitocrático. Sin embargo, en muy poco tiempo han adquirido los peores tics de los viejos partidos con el culto al líder y a la jerarquía. Tampoco han sido capaces de desarrollar habilidades regeneradoras para contrarrestar al viejo bipartidismo que ahora, ante la posibilidad de otra convocatoria electoral, reaparece como nuevo.

Además, no es extraño que ERC apoye a PSOE a cambio de nada, cuando nada equivale a facilitar todo lo posible para que Ciudadanos se autodestruya y deje de tocar las narices en Cataluña. Las próximas elecciones catalanas pueden ser el punto de inflexión de esa nueva estrategia de los ultras republicanistas: para avanzar en el resistente cinturón de Barcelona hay que desalojar a Ciudadanos y permitir con alianzas que el PSC  --cómplices a medio plazo del nacionalismo-- ocupe buena parte su sitio, de prestado y no por mucho tiempo.

Si el cardenal Junqueras parece haber aprendido de su impaciencia por la independencia, el “adolescente caprichoso” de Rivera ni siquiera ha tomado nota del error ni del giro de su principal adversario. Así, los naranjas en lugar de arrastrar al dinosaurio socialista hacia el sentido de Estado lo han dejado --con su “no es no” a Sánchez-- al albur de los hipnotizadores de la extrema derecha independentista, vasca y catalana. Y para colmo se alían con los que tienen muy poco sentido de Estado y todo de Nación. Si muchos votantes de Ciudadanos lo habían sido por su primigenio e ilusionante antinacionalismo, ahora se encuentran ante un disparate mayúsculo: el partido naranja coquetea, se deja querer y hasta pacta con Vox, un partido tan nacionalista como extremo.

Ciudadanos primero renunció a la socialdemocracia y ahora a ser la bisagra entre partidos estatales que debía facilitar pactos de Estado por la educación, de reforma de la ley electoral, del mercado laboral y de la vivienda, incluso de la Constitución en clave territorial o competencial. Visto lo visto, pueden pensar muchos electores, mejor será que nos quedemos con el bipartidismo rejuvenecido, eso sí, a ser posible con una alternancia de mayorías absolutas que permita prescindir de los destructivos y fanáticos parásitos nacionalistas.

Ciudadanos, si no rectifica, está muy cerca de su sepultura. No estaría de más, por si acaso, que fuesen pensando en sus últimas palabras. Y entre el “¡Aún no!” de Luis XIII y el “Llegado a la meta antes de la meta” de Torcuato Tasso, pueden recurrir al último suspiro del astrónomo Tycho Brahe a su colega Kepler: “No dejes que mi vida haya sido en vano”.