Este miércoles el presidente Sánchez anunció, con piano incluido, que buena parte de los fondos europeos se invertirán en proyectos relacionados con la transición ecológica. ¿Qué entiende este gobierno por transición? ¿y por ecología? Por si teníamos alguna duda, el ministerio del ramo ha dejado claro su concepto con la declaración de impacto ambiental favorable al proyecto de Fertiberia, con el que se pretende ocultar 120 millones de toneladas de vertidos tóxicos y radiactivos, con una altura cercana a los 30 metros y a una distancia de menos de 500 del núcleo urbano de Huelva.

En 2010 la Audiencia Nacional ordenó paralizar dichos vertidos. Ahora, para sorpresa de todos, el Gobierno ha dicho sí a que Fertiberia cubra casi mil hectáreas con un metro de tierra y arcilla compacta. El colmo del cinismo ecologista sería que el vergonzoso proyecto fuese pagado con fondos europeos para la recuperación. La autorización depende ahora del refrendo de la Junta. Tiempo le ha faltado a Podemos Andalucía para pedirle al gobierno autonómico del PP-Cs que no confirme esa favorable declaración de impacto ambiental. ¿Por qué no se lo han rogado antes a Iglesias y demás colegas asentados como están en el gobierno de España?

Si la Junta confirmase dicha autorización quedaría aún que el gobierno municipal de Huelva --en manos del PSOE-- hiciese lo propio. ¿Será capaz Gabriel Cruz de traicionar a su ciudad y permitir que se entierre con un celofán y un lazo los 120 millones de toneladas de residuos tóxicos acumulados desde 1968? Juan Antonio Morales, catedrático de estratigrafía de la Universidad de Huelva, ha descrito las balsas como un inmenso flan que, levantado, tendría una altura superior al mismísimo Teide. El gobierno ha decidido que la ciudad se quede con este inmenso postre, pero cubierto de una capa de chocolate. El símil escatológico es inevitable.

El despropósito ecológico no tiene parangón. En su informe el Ministerio de Transición Ecológica no contesta al más que previsible riesgo de hundimiento de las balsas. El peso que sostienen las 1.120 hectáreas de la antigua marisma onubense --un terreno muy inestable-- es comparable al que tienen 18,5 pirámides de Guiza, o 16.438 torres Eifell, o 533.333 estatuas de la Libertad, o 328 Empire State Building, o 4.444 Óperas de Sidney. Todas las mediciones topográficas, realizadas por científicos en los últimos dos años, confirman que el inmenso flan se está hundiendo.

El gobierno ecologista de Sánchez también ha ignorado los datos que advierten del riesgo sísmico en un terreno situado sobre una importante falla. Aún más, el cinismo alcanza su máxima expresión cuando mutan el impacto de un previsible tsunami en leves consecuencias de una inundación. Los científicos han demostrado que las constantes filtraciones al estuario y al océano Atlántico no se producen por la evacuación de agua de lluvia, sino por las corrientes que generan las mareas que entran y en su retroceso arrastran fosfoyesos, además de arsénico y otros elementos altamente contaminantes con sus imprevisibles consecuencias al penetrar en la cadena trófica. Aunque ningún estudio lo ha confirmado ni lo ha desmentido, entre los 150.000 habitantes de Huelva es vox populi que la radiactividad de esos vertidos está relacionada con la agresividad del cáncer en esta ciudad.

Que la crónica anunciada de un desastre ecológico de este tipo sea bendecida por un gobierno y su ministerio correspondiente que dice defender el medio ambiente da idea de la ética y credibilidad del presidente, la ministra y su equipo. Al menos, podrían tener la decencia de llamar a este órgano de gobierno por su nombre: Ministerio de Transición Catastrófica y Envejecimiento Demográfico.