La mayoría absoluta en escaños de los partidos independentistas, aunque no lo es en votos, abre nuevas vías de agua en la economía catalana. La probable formación de un gobierno secesionista supone dosis adicionales de inestabilidad política y, sobre todo, de inseguridad jurídica. La incertidumbre vuelve a ser máxima. Bien puede decirse, sin incurrir en exageración alguna, que hoy estamos peor que ayer, pero mejor que mañana. Es de temer que la emigración de empresas vuelva a arreciar con intensidad recrecida.

Cataluña despide 2017 con un pavoroso desplome de la actividad productiva por culpa de los infames delirios separatistas. La amenaza republicana sitúa a esta comunidad como la única región europea donde campa a sus anchas el desprecio a la legalidad vigente.

Los gobernantes vernáculos se saltan a la torera la Constitución del país, agreden los principios básicos de la democracia e incumplen con contumacia las sentencias de los más altos tribunales. El Parlament promulga leyes infumables que, en horas veinticuatro, el propio Govern se pasa por el forro. La banda procesista ha sumido a estos andurriales en un disparate absoluto, propio de una república bananera.

Ante tal panorama, ¿quién en su sano justo va a invertir un céntimo en semejante casa de locos? Va a ser muy difícil que las empresas extranjeras acudan a nuestros lares cuando las propias firmas catalanas huyen en masa, en una estampida sin precedentes.

Bien puede decirse, sin incurrir en exageración alguna, que hoy estamos peor que ayer, pero mejor que mañana. Es de temer que la emigración de empresas vuelva a arreciar con intensidad recrecida

Lo dejé escrito hace un par de semanas. No son 3.000 las compañías que ya se han largado. En el curso del último lustro, las fugitivas ascienden a nada menos que 5.500. Si los golpistas vuelven a formar gobierno, no hay que ser un lince para aventurar que el incesante goteo diario de traslados se intensificará. Se cuentan por millares las firmas que se mantenían a la expectativa. Visto el resultado de los comicios, la tentación de desertar es manifiesta.

Los indicadores económicos de Cataluña que se han publicado estos días resultan demoledores. Veamos unos pocos, a cuál más lamentable.

La inversión foránea ha mermado un 75% en el tercer trimestre, es decir, durante los prolegómenos del grotesco fraude electoral del 1 de octubre. Los centros comerciales avisan de un retroceso de las ventas cercano al 20%. Los hoteleros registran bajadas de las reservas del 30%; para conjurarlas han recortado los precios más que en ninguna otra comunidad. El transporte de mercancías se anota una flexión del 20%. Los concesionarios de automóviles advierten de deterioros del 30%. El turismo cae a plomo. Ni siquiera arriba ya al puerto de Barcelona el aluvión de grandes cruceros que tanto dinero venía dejando al sector comercial.

Suma y sigue. La tasa de variación anual de la entrada de pedidos en la industria durante el periodo enero-septiembre creció en Cataluña un 6,8%, frente al 8,8% de promedio nacional. Los datos del postrer trimestre amenazan con ser desastrosos.

En julio-septiembre, el PIB catalán progresó un 0,9% en términos interanuales, pero debido a las menguas registradas por la práctica totalidad de los indicadores, en el último tramo del año no habrá crecimiento, sino lo contrario.

Esquerra Republicana y Junts per Catalunya (exConvergència) han convertido esta comunidad en un solar repleto de escombros

Hasta el Banco de España señala que la contracción ocasionada por el procés restará tres décimas de PIB hasta 2019, es decir, unos 3.000 millones de euros.

Más datos. En el último trimestre, las compraventas de oficinas, locales comerciales y naves industriales se han desmoronado un 40%. La creación de nuevas empresas se derrumba un 24% en noviembre.

La escuela de negocios Esade ha preguntado a más de un centenar de directivos respecto del impacto del dichoso procés en sus respectivos negocios. El 56% reconoce que entre septiembre y noviembre se han reducido sus ventas, con un promedio del 9,5%. Casi la mitad de ellos pierde clientes y el 19% sufre boicot en el resto de España.

Termino con el dato probablemente más angustioso. En octubre-noviembre, el paro aumentó en Cataluña un 5,9%, es decir, casi el doble que en el resto del país.

Esta es la postrada Cataluña que nos legan tantos años de desvaríos nacionalistas. Esquerra Republicana y Junts per Catalunya (exConvergència) han convertido esta comunidad en un solar repleto de escombros.