Cataluña respira pesimismo. No encuentro a nadie que me diga que espera que las próximas elecciones vayan a servir para superar el tormentoso clima político y el deterioro económico del último mes y medio. Cuando se habla con personas no vinculadas con la política, sea cuál sea su posición sobre los acontecimientos vividos en Cataluña, se perciben tres convicciones: hartazgo por la incompetencia de los políticos, imposibilidad práctica de la secesión unilateral y la convicción de que el conflicto se cronificará con un coste incalculable para todos los catalanes.

Se extiende el sentimiento de que la clase política está integrada por incapaces, oportunistas, vividores y corruptos. Cada vez más personas descubren que la política no nos va a dar la felicidad pero ya nos está destrozando la vida. Más y más personas confiesan que saben a quién no votaran pero no a quién lo harán. No es un fenómeno nuevo, pero cada vez tiene una mayor dimensión.

Durante los últimos años, el coste del procés ha sido limitado por la incredulidad del mundo económico de que pudiera llegarse a donde hemos llegado. El mundo no nos miraba. Ahora sí. Pero nos mira mal. Muy mal. Y para revertir la situación no será suficiente con que baje la intensidad de la confrontación. Sería imprescindible que se visualizara una solución a medio y largo plazo.

¿Cabe esperar que las próximas elecciones abran una puerta a la esperanza?

Las encuestas publicadas hoy marcan la aceleración del cambio de tendencia iniciado por las difundidas hace unos días. El bloque secesionista continúa bajando y es más probable que pierda la mayoría absoluta. ERC supera a la lista de Puigdemont pero con menos rotundidad que cuando este no había oficializado su candidatura. La CUP pierde tres o cuatro diputados. Por su parte, Ciudadanos crece y disputa a ERC el primer lugar en número de votos. También crece el PSC.

Es un alivio la tendencia a la baja del secesionismo, que aleja la secesión unilateral. Pero el otro gran peligro para Cataluña, el mantenimiento del conflicto y la inestabilidad, continuarán presentes con estos resultados

Pero el estancamiento a la baja del PP impide una mayoría constitucionalista, y la única mayoría que suma, si no se repite la mayoría absoluta secesionista, es la del bloque secesionista con Catalunya en Comú, que pierde votos pero es imprescindible para conseguir mayorías parlamentarias. Un acuerdo de mínimos de estas fuerzas para reclamar un referéndum pactado, la libertad de los presos y el cese del 155 nos abocaría a unas nuevas elecciones más pronto que tarde.

Es un alivio la tendencia a la baja del secesionismo, que aleja la secesión unilateral. Pero el otro gran peligro para Cataluña, el mantenimiento del conflicto y la inestabilidad, continuarán presentes con estos resultados. Ello implica mantener la tensión social y el deterioro de nuestra economía.

Si un reforzamiento de la tendencia que marcan las encuestas no lo impide --lo que es posible dado el sesgo prosecesionista habitual de las mismas y la dinámica de desmovilización y desencanto del independentismo--, nos dirigimos a un escenario de ingobernabilidad, inestabilidad e incertidumbre que continuará teniendo un alto coste económico y social para todos los catalanes.

Con todo, hay que mantener la esperanza y asegurar la movilización de todos los contrarios a la independencia. Lo que hace poco parecía imposible ha dejado de serlo aunque continúa siendo difícil.