El domingo 15 de septiembre de 1996 Umberto Bossi, el Puigdemont italiano, declaró oficialmente en la plaza de San Marcos de Venecia, llena de gente, la República de Padania. Arriaron la bandera de Vivaldi. Izaron la bandera de la nueva repúblca blanca con seis pétalos verdes, y dijo que en seis meses convocaría un referéndum en el que el 97% de los cinco millones de italianos de la Italia industrial dijeron sí. El lema de la Liga Norte fue "Roma ladrona" y que el dinero de la Italia industrial se iba a la Italia del sur y de la mafia.

La Cataluña indepe el viernes 27 de octubre entró en la historia de Wikipedia, solo durante unas horas, proclamando ufana que se había convertido en una república independiente. La plaza de Sant Jaume se convirtió en la plaza de San Marcos, donde adolescentes de todas las edades gritaban que ¡por fin! había llegado la hora de la libertad. Que no lo hacían por ellos sino por sus hijos y sus nietos. Horas antes, el Govern cantó Els Segadors con cara agria. El exhonorable iba a cumplir su promesa: salir de España.

La conocida sentencia de Josep Tarradellas se cumplió como si fuera un profeta del Antiguo Testamento: en política lo único que no puede hacerse es el ridículo. Eso fue lo que hicieron los setenta parlamentarios que el 27-O hicieron jaque mate al Estatut de Autonomíaa. El jaque lo habían hecho el 6 y 7 de septiembre en el Parlament.

La respuesta de Rajoy por una vez fue rápida e inteligente. Convocó las elecciones que el día anterior debía haber convocado el cesado Puigdemont, y que no se atrevió a convocar el oír el ruido de la CUP, los socios de ERC y los gritos de "traidor" del Sindicat d'Estudiants que llenaban la plaza de Sant Jaume y hasta su propio sueño de toda la vida. En política es imposible hacer mayor ridículo. Que nadie se lo había tomado en serio fue que la bandera nacional ondeaba al viento ajena a la independencia.

Espero que los partidos constitucionalistas actúen con inteligencia y que no metan la pata frente a las provocaciones que les van a hacer los indepes con su malévola sonrisa

Nadie puede saber lo que sucederá el 21 de diciembre. Sólo sé que, aún siendo laborable, se superará la mayor participación de unas elecciones celebradas en Cataluña. Las mayorías absolutas de Jordi Pujol se producían porque la participación media fue del 60%. El voto nacionalista iba en bloque, los no nacionalistas acudían menos porque equivocadamente creían que esas elecciones eran patrimonio de los nacionalistas. Y así nos ha ido. Una parte, digamos que un 25%, de la responsabilidad del precipicio en el que estamos los catalanes ha sido por esta dejación. Al Gobierno central también le corresponde una parte. Pero es indudable que el peso de la balanza es de los soberanistas.

Decía que nadie puede saber lo que pasará el 21D. Espero que los partidos constitucionalistas actúen con inteligencia y que no metan la pata frente a las provocaciones que les van a hacer los indepes con su malévola sonrisa. Que no entren al trapo porque, si cometen ese error, trabajarán para el enemigo. Los indepes actúan como adolescentes pero no son tontos, y ahora están cabreados.

También los jueces deben tener vista política. No deben de dar más balas a los indepes. ¡Porque ya se inventan las suyas! ¡Su imaginación es inmensa!

Ahora están desconcertados con la fuga y tocata del flamenco de Girona. Que hagan lo que deban hacer después de las elecciones.

La campaña del Reino Unido para evitar la separación de Escocia es el modelo a seguir. No tengo espacio para contar la estrategia. La escribiré en la próxima.