Un candidato a la Generalitat que exige poder hablar en catalán con su tostadora de pan tiene algo de poeta virtual. Podría equivaler al mismo extremo de reclamación virtual al que llegó la pírrica petición de doblaje de películas en catalán cuando los cines no se llenaron a tope. Quizás sea que hemos ultrapasado definitivamente la frontera entre lo real y lo virtual. Habrá que ponerse los guantes hápticos ideados para tocar y sentir objetos y presencias estrictamente virtuales. 

¿Será que para el independentismo la pandemia tal vez es virtual, tanto como los depósitos de cadáveres? Démosle instrucciones a la tostadora en catalán; neguemos la realidad; salgamos en televisión como un holograma al que inyecta virtualmente una vacuna. Si negamos la realidad de una Cataluña en riesgo de declive, económico e institucional, ¿por qué no negar también lo que digan las urnas en el recuento de San Valentín?

El problema es que negar no soluciona nada, sino que lo empeora todo. Es el tiempo perdido en la mitologización de los presos políticos cuando en realidad son políticos presos, en general políticos “amateur”. Es política virtual, como seguir diciendo que la inmensa mayoría de los catalanes quieren la independencia. Pero los jueces no son virtuales y siguen actuando según la más estricta separación de poderes, caiga quien caiga. En reciprocidad, continúa operando una demagogia virtual que ha desvirtuado sin límite los sentimientos de muchos catalanes. ¿Por qué España mata cuando describe al expresidente Puigdemont como prófugo de la justicia y no cuando indaga en las malas prácticas de una expresidenta de la Comunidad de Madrid?  Ni la justicia ni la política sirven de mucho si para sentirlas hay que usar guantes hápticos. Cientos de miles de votantes desorientados merecen algo más que una simulación virtual y entre sus preocupaciones no está tener tostadora de pan para hablarle en catalán. 

Todo el procés ha consistido en darse un chute de Cataluña irreal. Por el mismo rasero, habría que conceder a las máquinas lavaplatos la posibilidad de autodeterminarse y responder en griego o en latín. Qué gran cosa sería pedir una tostada diciendo “!O tempora! ¡O mores!”. Sin embargo, los hay que prefieren hacerlo diciendo: “Ho tornarem a fer”. 

A una semana de las elecciones, en plena angustia pandémica y con un PIB con mucho “stress”, para el independentismo el futuro de Cataluña está en la multi-batidora que sepa obedecer en catalán, a años luz de los telares que la hicieron rica, influyente y real, en catalán, en castellano y con el bloc de pedidos en inglés.