Comienza un mayo políticamente tormentoso, la primavera anuncia su llegada con tiempo irregular e inestable, calores y humedades comparten el escenario meteorológico. En Cataluña la primavera nos ha traído el Catalangate, un regalo que el mundo secesionista necesitaba como agua de mayo.

La aparición en escena del llamado Catalangate, basado en un informe que apunta a un supuesto espionaje a lideres secesionistas, supone la reactivación de un secesionismo desnortado y sin brújula. Resulta curioso constatar que el autor del informe de marras, el ingeniero Elies Campo, que trabaja en el grupo de investigación The Citizen Lab de la Universidad de Toronto, es un apasionado independentista y asiduo visitante del "hombre de Waterloo". Aunque el tema era conocido desde hace muchos meses su irrupción controlada intenta ser un balón de oxígeno para un Govern que presenta un escaso bagaje legislativo y nula capacidad de gestión. ERC aprovecha la ocasión para lucir músculo frente a JxCat en la práctica del credo independentista.

Lo que resulta a todas luces obsceno es que mientras la Cataluña secesionista finge estar indignada por un affaire que conocía desde hace meses, la Catalunya real se despertaba con un informe del Observatorio Estatal de la Dependencia: "Los resultados de este informe sitúan a nuestra Comunidad en el furgón de cola del Estado en políticas sociales y listas de espera para la ayuda a la dependencia". Cataluña no llega al 7,1% de las ayudas prometidas (ingreso mínimo vital) a las personas bajo el umbral de pobreza extrema frente a un 12% en el resto de España. Nuestra CC.AA. figura entre las comunidades con el mayor tanto por ciento de personas pendientes de recibir prestaciones a las que tienen derecho, un 32% (la media española es de un 14%). Mas de 12.500 personas murieron en Cataluña esperando ayudas a la dependencia. La Generalitat es un claro ejemplo de “burocracia e incapacidad” en la gestión de estos fondos.

El voto en contra del secesionismo en la validación del decreto anticrisis muestra un profundo desprecio por las condiciones de vida de los catalanes más afectados por la crisis y una cierta crueldad ante el sufrimiento de los más desfavorecidos. Para el Govern la mejora de las condiciones de vida y las ayudas solo son una anécdota, lo único importante es mantener el enfrentamiento y alimentar la confrontación con el Gobierno.

Pero el Catalangate también aterriza en Barcelona y copa el pleno municipal del pasado viernes 29 de abril. De hecho, el controvertido caso de "espionaje político" que apunta al Gobierno se convierte en objeto del debate del plenario a propuesta de ERC. Mientras el consistorio discute sobre el apasionante tema de los espionajes, 97.000 hogares en el territorio metropolitano de Barcelona tienen todos sus miembros activos en paro, 167.000 hogares se encuentran en inestabilidad laboral grave y 77.000 hogares no disponen de ningún ingreso periódico. (Informe FOESSA 2021).

Como muestran los Datos del Observatorio de la Realidad Social de Cáritas Diocesana al presentar el informe FOESSA 2021 para Barcelona, «la exclusión social en la diócesis de Barcelona se sitúa tres puntos por encima de la de Cataluña (29,10%) y casi nueve puntos por encima de la del conjunto de España (23,4%). El dato es preocupante pues significa que, en la Barcelona metropolitana, una de cada tres personas de la diócesis queda excluida de la sociedad. Los datos anteriormente apuntados deberían sin duda preocupar más al consistorio que los asuntos de espionaje.

Es una inmoralidad que el Catalangate pueda ser utilizado por el Govern como cortina de humo para ocultar su incapacidad en solucionar los graves problemas económicos y sociales de los ciudadanos de Cataluña. Y que en la otra orilla de la plaza Sant Jaume el gobierno municipal dé la sensación en las últimas semanas de estar más preocupado por asegurar el futuro de su alcaldesa y la estabilidad profesional y económica de algunos miembros de su equipo y cargos de confianza.

Cataluña necesita de un Govern que abandone sus obsesiones identitarias y sus constantes disputas internas por la hegemonía del secesionismo y que centre sus preocupaciones en la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos. Barcelona necesita que el partido que la gobernó con éxito durante décadas, deje de actuar como invitado de piedra y se atreva a defender un modelo de Barcelona basado en el crecimiento sostenible e innovador, la construcción de infraestructuras que garanticen la generación de empleo estable y de calidad y el combate contra la desigualdad.