Puede que el artículo 155 de la vigente Constitución Española no termine de aplicarse nunca por un freudiano y buscado acto fallido, pero el mero anuncio de su posible desarrollo ha sido suficiente para que unos y otros hayan enseñado la patita. Así, cual bomberos catalanes afectos a la ANC, que anunciaban su disposición a obedecer sólo la legalidad catalana, que cuenta con toda su legitimidad, los mandamases de los medios de comunicación públicos de la Generalitat --TV3, Catalunya Ràdio y Agència Catalana de Notícies (ACN)-- se apresuraban a mostrar su convicción (quizás algo más que convicción) sobre lo difícil que era que el Estado les intervenga. Y ello bajo la peregrina razón de que los trabajadores de las tres empresas ya habían mostrado su rechazo a esta injerencia.

Cada vez más, todo lo referente a Cataluña y al celebre procés resulta especialmente cansino y, si uno tuviera la capacidad de convertirse en un observador desapasionado, se debería alarmar de esa especie de monocultivo que amenaza con invadir los más recónditos rincones de Cataluña, hasta conseguir convertir a esa esquina de la península ibérica en una especie de unidad de criterio, en donde el pensamiento único consiga imponerse sobre cualquier otra consideración, tendencia o forma de entender la vida, que no sea otra que la que pervive debajo de la barretina y se alimenta de escudella y butifarra.

Que los antaño musculados estibadores barceloneses decidan que, en uso de no se sabe muy bien qué derechos, no van a prestar servicio a las fuerzas del orden del Estado desplegadas en Cataluña e instaladas en una suerte de cruceros varados en el puerto catalán, resulta impresentable y no tiene un pase, pero no es cuestión de pedir peras al olmo ni una neurona más de las que habitan usualmente en el cerebro de los antaño fornidos currantes. Que una parte de los bomberos catalanes, cuya razón de ser es la de servir al ciudadano, antepongan a su obligación mas primaria su fidelidad política o antropológica, resulta algo estúpido. Que eso mismo lo hagan empleados de medios públicos de comunicación, obligados a mantener una escrupulosa independencia que no lesione las tendencias ideológicas de todos y cada uno de los ciudadanos catalanes y del resto de España, no deja de ser una tropelía y un retrato del nivel al que han caído unos profesionales del periodismo cuyo sentido ético les debería obligar a ser simples fedatarios de lo que ocurre.

Sanchis, Gordillo y Colomer, tres directores y tres biografías al servicio de la causa política del independentismo, que no han tenido inconveniente en poner su pluma al servicio del pensamiento único allí por donde han pasado

Pero no ha sido así, sino que han decidido tomar partido y además con argumentos tan ramplones como su propio comportamiento. Y lo han hecho cuando todavía resuenan las voces de profesionales como Antonio Gómez-Reino, Nacho Martín, Joan López o Carme Valls que han decidido no seguir debatiendo en las tertulias políticas de los medios públicos autonómicos, por considerar que el grado de agitación política y de falta de pluralidad al que habían llegado estos medios públicos audiovisuales, habían superado con creces los límites de la decencia profesional.

Hoy, los directores de los medios públicos catalanes --TV3, Catalunya Ràdio y la agencia de noticias al servicio de la Generalitat-- no tienen empacho en repetir de forma monótona y cansina su oposición a que se intervengan los medios que "trabajan de forma independiente" desde hace 34 años, en el caso de TV3 y Catalunya Ràdio, y 18, de ACN, por aplicación del artículo 155 de la vigente Constitución española, atreviéndose a calificar tal medida como una intromisión. ¡Con dos...!

Los tres directores --Josep Vicent Sanchis i Llàcer, Saül Gordillo i Bernàrdez y Marc Colomer i Flores, cuya i latina no siempre ha sido el nexo de unión de los dos apellidos-- no han tenido empacho en posicionarse con una claridad que yo, en este caso, agradezco, en la medida en que refuerzan su retrato político profesional con trazo grueso e incluso con tiza.

Tres directores y tres biografías al servicio de la causa política del independentismo, que no han tenido inconveniente en poner su pluma --la de escribir-- al servicio de la idea, del pensamiento único allí por donde han pasado y que, desde luego, no es ni ha sido el mejor ejemplo de pluralismo e independencia: TV3, Avui, El Observador, Òmnium, El Temps y Barça TV, en el caso de Sanchis; Catalunya Ràdio, El Punt, ACN, Doble Utopia (con su socio Puigdemont) y El Periódico de Catalunya, en el caso de Gordillo, y en ACN, ACN (la repetición es buscada) y Ara, en el de Colomer.

La prensa pública catalana no sé si es mejor, peor o igual que el resto de la prensa pública española, pero de lo que no cabe duda es que resulta carísima, de un homogéneo que aburre  y que, puestos a servir a la causa, lo han hecho con una eficacia envidiable, aunque sus responsables mantengan que con la cuota de audiencia o penetración en la sociedad catalana no hayan podido hacer más.