Hoy es el Día Mundial del Medio Ambiente y me he acordado de Dersú Uzalá, un film de Akira Kurosawa que me descubrió un antiguo novio  y que nos sirvió como referente para realizar un viaje inolvidable por la taiga rusa. Inspirada en una novela del siglo XIX con el mismo nombre, el filme narra la amistad que se establece entre el capitán del ejército ruso Vladimir Arseniev y su guía de expedición, un indígena autóctono llamado Dersú, mientras exploran los confines orientales del imperio ruso y nos contagian su respeto sagrado por la naturaleza.

“A veces las montañas y los bosques parecían alegres y atractivos. En cambio, otras veces, se mostraban sombríos y salvajes. No era solamente una opinión personal. Todos los hombres de la unidad compartían este sentimiento , dice Arseniev en un momento de la peli.

Dersú Uzalá se convirtió enseguida en un referente del movimiento ecologista, además de ofrecer un bello retrato sobre la inmensidad de la naturaleza y la fragilidad humana. 

Mi viaje a la taiga no me convirtió en una activista ecologista, ni mucho menos, pero fue un punto de inflexión a la hora de empezar a preocuparme por el medio ambiente. Nuestro guía, Alexei, un estudiante de biología,  trabajaba en varios proyectos de observación de ballenas financiados por las principales petroleras del mundo (Shell, Exxon), que compensaban así el impacto medioambiental de estar explotando pozos frente a la costa norte de Rusia.  Alexei nos contó que la explotación y el tránsito marítimo en la isla de Sajalín y frente a la costa de Kamchatka era tan alta que prácticamente ya estaba descartado repoblar sus aguas con ballenas. También presenciamos la tala ilegal de bosques y ciudades enteras con aguas contaminadas por culpa de las antiguas plantas químicas de la era soviética. Y luego estaba la ola de calor que estábamos sufriendo. Un calor pegajoso e insoportable, a la que había que sumar las hordas de mosquitos que amenazaban cada noche con devorarme viva. Debí matar tantos que el karma me devolvió la jugada haciendo que un tábano me picara en el párpado, dejándomelo como el de un boxeador.

Entre tanta inhospitalidad, la taiga tuvo sus compensaciones, como ver por primera vez una Papilio Machaon, una de las mariposas más bonitas del mundo, con unas vampirescas alas negras y turquesas que al desplegarse podía alcanzar el tamaño de la palma de mi mano;  o descubrir la bahía de Olga, apenas poblada, con sus bonitas playas surcadas de juncos y lagunas, y el oscuro azul del mar de Japón al fondo.  Me pregunto si, doce años después, todo seguirá igual, o habrán empezado a construir a lo loco.

“No quiero hablar del deshielo del Ártico, del microplástico, de la capa de ozono (...) pero sí estoy levantando una lanza contra el despilfarro. Quien quiera cuidar del medio ambiente, no puede  tolerar que cada persona genere medio kilo de basura al año. Se puede vivir de otra manera y no es ningún  sacrificio”, dijo el expresidente de Uruguay José Mujica en una videconferencia  celebrada el mes pasado en motivo del 110 aniversario de Casa América Catalunya.

Sus reflexiones me parecieron muy acertadas en ocasión del Día Mundial del Medio Ambiente. “Nos dicen que hay que crecer. Pero nadie se pregunta a costa de qué. Hacerse más rico, ¿pero más rico en qué? El capitalismo, a pesar de su fuerza creadora, de seguir como va, se convierte en una amenaza. Porque el mundo, la naturaleza, tiene límites, no se puede despilfarrar tanto”, dijo Mujica, que acaba de cumplir 86 años. Y añadió: “No les pido que estén de acuerdo conmigo, quizás soy medio estoico, pero cuando se junta esto con lo ecológico, ¿como vamos a salvar el medio ambiente?”

No tengo ni idea de como vamos a salvarlo. Según Naciones Unidas, cada tres segundos, el mundo pierde una superficie de bosque equivalente a un campo de fútbol y, tan solo en el último siglo, hemos destruido la mitad de nuestros humedales. El 50% de nuestros arrecifes de coral ya se han perdido y para 2050, podrían desaparecer hasta el 90%, incluso si el calentamiento global se limita a un aumento de 1,5°C.

“No podemos volver el tiempo atrás. Pero podemos cultivar árboles, reverdecer nuestras ciudades, repoblar nuestros jardines con especies silvestres, cambiar nuestras dietas y limpiar ríos y costas. Somos la generación que puede hacer las paces con la naturaleza”, puede leerse en la web oficial del Día Mundial del Medio Ambiente, convocado por la ONU. Mujica alerta que todo esto no es tan fácil, porque implica un cambio cultural, y los cambios culturales siempre son los más difíciles (¿voy a ser capaz de dejar de viajar en avión, ir en coche, comer carne?). Pero Mujica tiene esperanza en las nuevas generaciones: “solo les pido que cometan los errores de su tiempo, no los nuestros”, concluyó.