"El Maligno está de moda", titulaba La Vanguardia el martes de esta infausta semana. Según quién, cómo o desde dónde se mire, el Diablo puede tener una u otra apariencia. El diario informaba de un curso en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma, la universidad de los Legionarios de Cristo. El temario incluía incluso el papel de los demonios en los medios de comunicación, porque "internet es un buen instrumento para Belcebú si se utiliza de manera incorrecta".

Que se sepa, no había apartado alguno dedicado a la Cámara de Barcelona. Sin embargo, tras las elecciones camerales, puede haber quien piense que Satán ha sido expulsado de la institución. Entendido, claro está, como esa minoría entregada a Madrid que ven como morralla. Desde otra perspectiva, también pueda verse al revés y creer que es Luzbel quien se ha apoderado de tan provecta entidad. Ocurren cosas muy extrañas últimamente. Tal vez sea que tanta campaña electoral está afectando al orden natural de las neuronas.

La verdad es que nunca entendí muy bien para qué sirve la Cámara, dicho así, en escueto singular, cual si fuera única y exclusiva. Sobre todo cuando era obligatorio pagar, como si fuera accionista privado de la actividad económica particular. Puede ser incapacidad intelectual o desidia mental. Da igual: el resultado es el mismo. El caso es que ahora se han celebrado unas elecciones cuyo resultado final da ya prácticamente lo mismo, al menos a efectos psicológicos. El caos creado es propio de una república bananera y el susto o la sorpresa, como más guste, ya se han producido. La inacción y el acobardamiento de tanto tiempo, desde que emergió el procés, cuando no la connivencia, el laissez faire et laissez passer, se ha traducido en un estado de perplejidad de algunos, evidentemente no de todos.

Aquellos polvos han traído estos lodos. Demasiada relajación durante mucho tiempo y cierto pasotismo que olvida que la democracia muere cuando se deja de creer en la importancia del voto. Vale que en esta ocasión votó el 4% del censo empresarial: exultante éxito si se tiene en cuenta que en las anteriores lo hizo el 2%. De poco sirve ya recordar la serie de instituciones que pueden verse afectadas. La conclusión es más poder para el independentismo que pretende poner la institución al servicio de la república¸ aunque sea nonata, y sin sumisión a los intereses de los oligopolios y empresas con sedes no catalanas. Casi nada. Ya lo proclamó la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, la misma noche electoral: "El independentismo es mayoría social y política. Se acabó el Puente Aéreo". Se supone que no pretende suprimir el vuelo con la capital de España y que es una figura retórica dirigida a cuantos allí viajan a mercadear.

Ya sabremos quién ha votado realmente. Pero todo apunta hacia un amplio sector de pequeña y mediana empresa además de autónomos de todo tipo, víctimas de una suerte de ritornello de la crisis. Un segmento de población de clase media amenazada, depauperada y encabronada, amén de contaminada por la promesa de la tierra prometida que predica el procés. En estas circunstancias, siempre es más cómodo situarse del lado ganador, del triunfador. Cuando hay miedo se tiende a buscar la protección de los aparentemente más fuertes. Aunque eso no impide ser víctimas de lo que Timothy Snyder llama el sadopopulismo, referido a Donald Trump, "cuyas políticas estaban pensadas para herir a la parte más vulnerable de su electorado".

Esta semana sabremos cómo acaba el confuso recuento de los votos retenidos, con un auditor designado directamente por la Generalitat que, se supone por ello, cercano al independentismo. Sea cual sea el resultado, la fiesta está garantizada y habrá zapatiesta. La ANC ha pespunteado en silencio un traje a medida y movilizado a los votantes de cada epígrafe que consideraba más cercanos a sus tesis.

¿Y la burguesía catalana o lo que quede de ella? ¿Y eso que se ha llamado la sociedad civil de Cataluña, identificada sobre todo con las élites financieras y empresariales? ¿Están a tiempo de ponerse las pilas? Tras años de silencio acomodado, desarmada y sin respuesta, ha quedado a merced de los acontecimientos. Tal vez ha llegado el momento de iniciar una reflexión sobre quién manda, eso que Marina Subirats define como "una clase impalpable". Porque se ha creado una clase transnacional, con características muy diferentes de la burguesía industrial tradicional, que cohabita con una miríada de pymes locales.

Cuesta imaginar un Comité Ejecutivo de la Cámara con solapas ornadas con complementos amarillos. Pero mejor ir haciéndose a la idea, que cada cual es libre de adornar su atuendo como le venga en gana. La duda que emerge es si seguirán cotizando las 14 grandes empresas que tienen silla garantizada en el pleno en función de su aportación. Los aún ganadores, a la espera de lo que ocurra finalmente, pretenden eliminar los asientos reservados. Los afectados serán muy libres de pagar el festival de la ANC. Aunque no deje de ser algo así como si los aficionados del Barça que viajaron a ver la semifinal se hubiesen quedado a pagar la celebración de los seguidores del Liverpool. Coges y te largas; y que con su pan se lo coman. A fin de cuentas, uno va de cañas o potes con quien le apetece. Ahora bien: a ver quién es el valiente que tira la primera piedra. Aquí sirve lo de o todos o ninguno. Que nadie tiene vocación de mártir ni de florero y el futuro se augura incierto.