Han es un fenómeno, un ejemplo estimulante de superación personal. Nacido en Seúl en 1959, con 26 años llegó a Berlín, en 1985, sin apenas hablar alemán y en 1994 leyó su tesis doctoral en la exigente Universidad de Friburgo: El corazón de Heidegger. El concepto de ‘estado de ánimo’ de Martin Heidegger, recientemente publicada por Herder. Su actual dominio de la lengua alemana le permite heideggear su decir filosófico, lo que no está al alcance de muchos.

Han es el filósofo vivo más leído del mundo. La Fnac presenta sus libros, que no sobrepasan las 140/150 páginas, lo cual ya es una invitación a la lectura en tiempos de mamotretos de cualquier género, con una acertada descripción: “(Han) sintetiza su complejo pensamiento de una forma concisa, legible y aforística”. Si no fuera un escarnio a su pensamiento, se podría añadir que escribe con tuits, que son como dardos lanzados a la mente del lector.

Pese a ese formato moderno y juvenil, Han, al contrario de lo que apunta Josep Ramoneda, no es nada fácil de seguir. Muchas de sus cortas frases condensan un autor, una tesis, un postulado, un mar de ideas en una sola idea.

Han toma determinados conceptos del arsenal de Karl Marx para la crítica, de una original lucidez, más que del sistema, de las consecuencias del capitalismo neoliberal para el “ser” del individuo, y los utiliza en una puesta en escena “moderna”, igual como se hace ahora con las viejas óperas, que conservan el libreto original, pero se rellenan los espacios recitativos con reinterpretaciones de los temas. Es en este sentido que podría considerarse que Han moderniza a Marx.

Pero ¿qué aportaciones de Marx se pueden modernizar, reinterpretar y representar en nuestro tiempo? ¿Su concepto de plusvalía, el proletariado como agente revolucionario, el materialismo histórico, la creencia positivista en el determinismo del progreso tecnológico, la sociedad sin clases, el cada cual según sus capacidades, la teoría de la alienación…?

Nada de todo ello es objeto de reinterpretación por Han, salvo la alienación. Pero precisamente en el campo de la alienación Han es tan revisionista que no queda nada de Marx, cambia de tercio, de la alienación por la producción a la alienación por el consumo.

Para Han la explotación se vive como autoexplotación. La dominación del sistema no se impone desde el “biopoder” como antes, sino desde un “psicopoder”. Las manifestaciones alienantes del capitalismo neoliberal se consienten placenteramente, es el Me gusta de la positividad omnipresente, cada like es un amén digital al sistema.

No hay explotación más segura, más irresistible, que la que uno se impone a sí mismo voluntariosamente. La alienación en Han es envolvente, digital, smartphónica, atemporal por ser continua, ubicua por estar en todo lugar, es un logro de la “desmaterialización”, de la disipación de la realidad y su sustitución por las “no-cosas” –Undinge en alemán, lo absurdo—, por el conocimiento dirigido, por la información permanente e inmediatamente caduca.    

Modernizar a Marx, vestirlo con un ropaje terminológico nuevo, no es la intención de Han, tampoco enterrarlo de nuevo, ya ha sido enterrado demasiadas veces. Han recurre a Marx “inevitablemente”. Marx comprendió aspectos fundamentales del capitalismo, pero del capitalismo industrial del siglo XIX. El rico legado conceptual de Marx tiene su sitio en los anaqueles de la historia de las ideas, y como los buenos conceptos tienen durabilidad se recurre a ellos con frecuencia. Lo hace Han para interpretar las consecuencias del capitalismo de hoy para el “ser-en-el-mundo” de hoy.  

Han hace fascinante la diferencia entre el mundo de Marx y el de hoy. Marx quería cambiar el mundo, Han solo pretende comprenderlo, puesto que la comprensión destruye el engaño psicocultural de la dominación y puede ser tan liberadora como la revolución directa en la que no cree.   

Marx era leído por “la calle” –en las Casas del Pueblo del PSOE de los años treinta, y las había en toda España, se leía a Marx—; leyéndolo, se tuteaba con los dirigentes políticos y sindicales, salidos muchos de ellos de “la calle”.

Hoy, Han, siendo muy leído, no lo es por la calle. Pero no hay desacoplamiento entre la calle y los dirigentes, puesto que estos tampoco leen a Han, según cabe deducir de su conducta, consciente o no, como piezas del engranaje de la psicopolítica.