Blanquear el franquismo

Toni Bolaño
04.07.2021
7 min

“La Guerra Civil fue un enfrentamiento entre quienes querían la democracia sin ley y quienes querían la ley sin democracia”, dijo Pablo Casado en el Congreso. A otro perro con ese hueso, diría el refranero español, pero el líder del PP no se equivocó. Esta es la tesis que pretende blanquear el golpe de Estado del Ejército contra el legítimo régimen establecido, presentando a los golpistas como los salvadores de la patria, eso sí, sin contar con la democracia que, ya se sabe, está sobrevalorada para estos patriotas armados que dejaron España llena de muertos, cunetas incluidas.

Con este planteamiento, Casado levanta la bandera, una vez más, de las posiciones más ultramontanas y radicales de los neofranquistas de Vox, en esta loca carrera por liderar la derecha española, pero siempre desde las posiciones más extremas. En este contexto, hay que entender la cruzada lanzada por el líder del PP que considera al Gobierno ilegítimo, que se está rompiendo España, que acordar con el diferente es una afrenta patriotera y que todo vale, incluido el nulo respeto por la renovación de los órganos constitucionales, para erosionar al Gobierno. Dentro y fuera de nuestras fronteras, dentro y fuera del Parlamento, y sobre todo, desde dentro de la caballería mediática que ve con insatisfacción cualquier intento de llegar a acuerdos sobre cuestiones tan delicadas como la “cuestión catalana”.

Casado ha enseñado su “patita” franquista, algo que lo aleja de la derecha europea y lo coloca en la extrema derecha, pura y dura. Ha fracasado en su recogida de firmas porque los ciudadanos, y una buena parte de su partido, le han dado la espalda, pero subirse a la ola contra los indultos le da resultados en las encuestas. Ciertamente, un 30% de los españoles apoyan la decisión de Sánchez de apoyar los indultos, pero un 70% los considera negativos. Sin embargo, las tripas de las encuestas dan otra interpretación: un 30% de los que están en contra los consideran positivos si la situación mejora. Una opinión que verbalizó el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, y fue quemado en la hoguera por la Santa Inquisición liderada por Casado y su cohorte mediática y aliados en la “muy, pero que muy, independiente justicia española” y adláteres como el Tribunal de Cuentas, un refugio de enchufismo y de veleidades justicieras. Con el independentismo, claro, con los casos relacionados con el PP se nota una falta de ardor guerrero.

No sirve de nada que Sánchez haya dejado claro que la negociación no acabará con un referéndum de independencia para seguir acusándolo de “cambio de régimen”, en un claro pronunciamiento que no reconoce la legitimidad de la democracia española. Quien ataca más a la democracia española no es el independentismo o Podemos, es la derecha de Casado, asido de la mano de Vox, y que se deja querer por los zombis naranjas. Que la pone en cuestión con frases como la pronunciada esta semana en el Congreso, con sus actuaciones en el marco judicial, con su recurso contra los indultos o cuando se niega a renovar los órganos constitucionales porque pierde la mayoría.

A pesar del ruido, Sánchez y Aragonès siguen poniendo aguja al hilo. De momento no se han pinchado y van solventando las zancadillas y desoyendo los insultos y las predicciones más apocalípticas. Ciertamente, hasta la fecha no hay ningún avance, porque extraño avance sería sin que empezara la negociación, pero también, ciertamente, se notan movimientos. No es lo mismo el discurso de Gabriel Rufián que el de Miriam Nogueras. No es lo mismo Aragonès que Torra, y no es la actitud de este Govern similar al del anterior. El Govern de Aragonès, por primera vez en años, se preocupa de las cosas de comer. Aeropuerto, Juegos Olímpicos de Invierno y, lo más sustancial, la puesta en marcha de la Comisión Bilateral para hablar de inversiones auguran un marco diferente. Solo echo a faltar una declaración del Govern sobre el Canal de Urgell. Empresarios y regantes han hecho piña para conseguir poner punto y final a un proyecto que lleva 100 años de atrasos. Solo falta que el Govern respalde el proyecto que se presenta a los Fondos Europeos. La consellera no ha recibido ni a empresarios ni a regantes porque dice que tiene mucho trabajo y muchas peticiones de entrevistas. Quizás la consellera no ha recibido un curso de gestión de tiempos ni de prioridades, y el Canal de Urgell es una prioridad que sin el apoyo del Govern llegará renqueante a la batalla final de los fondos. Tema que, por cierto, el presidente Aragonès tiene como prioritario.

Las próximas semanas serán importantes para que se empiece a trabajar en cómo debe funcionar la mesa de diálogo, que se vestirá de gala en septiembre. Una mesa que debe trabajar sin luz ni taquígrafos si quiere llegar a buen puerto. Radiar las reuniones solo dará alas a aquellos que quieren que fracase. Es decir, la derecha catalana que anhela un triunfo de la derecha española para convertir el procés en el martirologio constante, y la derecha española que aplaude enfervorecida las salidas de tono de los dirigentes de Junts. Mi pregunta es, ¿estos dirigentes saben que una victoria de la derecha deja hecha trizas cualquier solución? Si esta es su opción, estos irredentos dirigentes indepes de Junts, con el inestimable apoyo de la CUP, estaría bien que nos explicaran cuál es su plan. Al menos el de Casado lo conocemos: tierra quemada. En su fuero interno, el dirigente del PP debe añorar no estar en el 36. Qué pena que la derecha haya vuelto a la antidemocracia.

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¿Quién es... Toni Bolaño?
Toni Bolaño

Periodista. Miembro del Consejo Editorial de CRÓNICA GLOBAL. Ex director de Comunicación de la Presidencia de la Generalitat y del Ministerio de Industria, Energía y Turismo. Tertuliano en Cadena Ser, Antena 3 y La Sexta.