ERC ha sido el partido más votado, por escasísimo margen, en Barcelona. Sólo ha quedado como primera fuerza en dos de sus distritos. El independentismo ha logrado tan sólo 15 concejales de 41. Ada Colau dijo en los últimos días de campaña que Barcelona no puede ser la capital de una República que no existe y menos, añado, cuando la mayoría de sus ciudadanos no han votado opciones independentistas. Es por tanto el momento de buscar alternativas. En Cataluña hoy la principal división es entre los secesionistas y los que no lo son. Más cuando existe una mayoría absoluta entre el centro y la izquierda no independentista. Es hora de aparcar diferencias y buscar un programa común y un candidato de consenso que priorice la gestión y no subordine los intereses de la ciudad al independentismo. No es una tarea sencilla. Exige renuncias y mirar al futuro y no al pasado. Aparcar controversias y posicionamientos viscerales. El independentismo ha demostrado reiteradamente que es capaz de salvar diferencias muy profundas entre personas y partidos en momentos decisivos. Ya sería hora que quiénes no lo son hagan lo mismo.

En Cataluña el pluralismo político, la libertad de expresión, o sea la democracia, están en gravísimo peligro. Tratar de revertir la situación es el principal reto de la sociedad catalana. A él deberían supeditarse otros legítimos intereses. El control de Barcelona por el independentismo completaría un poder omnímodo del nacionalismo independentista. En estas circunstancias no debería ser imposible un acuerdo, ya fuera de gobierno de coalición o de simple investidura, entre Barcelona en Comú, el PSC y la lista de Valls. Conozco las diferencias entre estas formaciones, pero es hora de que se anteponga un fin primordial a las discrepancias concretas. Barcelona en Comú debe optar entre ser un apéndice, siempre despreciado, del independentismo, o apostar por trabajar para una Barcelona que mira al mundo y no se conforma con ser la capital de Tractoria. Los socialistas deberían sentirse cómodos con un acuerdo de este tipo, y no veo que puedan poner inconvenientes insalvables. Iceta ya ha dicho que es muy pronto para ver a Maragall alcalde. Ciudadanos necesita reconsiderar su política en Cataluña. Dejar de ser una fuerza sólo resistencialista, lo que le lleva a la marginalidad, salvo en momentos dramáticos como los del otoño de 2017, e involucrarse en la gestión de los problemas cotidianos de los catalanes. En el caso de Valls, tres de los concejales de su lista no pertenecen a Ciudadanos y ha sido muy beligerante, con razón, frente al populismo de izquierdas y la extrema derecha. Su campaña ha sido de clara confrontación con Colau. Pero también con el independentismo. Es una elección difícil, pero su capacidad de influencia será superior si colabora, de una u otra forma, con una alternativa al secesionismo que si no lo hace.

El independentismo quiere una Cataluña uniforme. Una Cataluña sin discrepantes. Ya tienen un poder inmenso. Lo controlan casi todo. No soy de los que piensan que cuanto peor, mejor. Si consiguen gobernar Barcelona la situación, ya muy difícil, será irreversible. Hagan un esfuerzo para evitarlo.