Cuando se acercan unas elecciones es normal darles a las mismas una trascendencia especial. Forma parte del manual para movilizar a los electores. Pero no recuerdo unas elecciones municipales que ocho meses antes de su celebración hayan provocado igual número de artículos, declaraciones, cambios de candidatos, ruido en las redes sociales, tantas pasiones como las que se celebraran en Barcelona el mes de mayo del año próximo. Las causas de tanta excitación son diversas.

En el bloque secesionista esta en juego la lucha por la hegemonía entre ERC y los herederos de Pujol y dentro de estos entre el PdCAT y la Crida. Si Junqueras se consagra, por fin, como líder del movimiento secesionista o Puigdemont mantiene su papel estelar desde Waterloo. Pero no sólo eso. También si ERC se separa de la política de frentes, abandona el frente secesionista y apuesta por un Tripartito con Comunes y Socialistas. En este sentido conviene leer el articulo en el diario ARA del ex conseller Andreu Mas-Colell Les municipals, Valls i la repressió, por ser muy ilustrativo de la preocupación del independentismo de centro derecha ante lo que pueda pasar en Barcelona.

Para Ciudadanos el apostar por la candidatura de Valls le permite transmitir una imagen de partido no encerrado sobre si mismo, capaz de atraer talento, que antepone los intereses generales a los partidistas. Pero unos malos resultados le alejarían de poder presentarse en las próximas autonómicas catalanas como una alternativa de gobierno al secesionismo y no sólo como un voto defensivo frente al mismo.

Los comunes y podemitas, sometidos a fuertes disensiones internas, se juegan ser flor de un día o consolidar su presencia en el tablero político catalán a medio y largo plazo. Un mal resultado en Barcelona, tras su fracaso en las autonómicas, y con el repunte socialista, colocaría a Colau y los suyos en una posición más que delicada.

El PSC se juega confirmar su decadencia o recuperar parte del terreno perdido aprovechando el rebufo de Sánchez. Para ellos su escenario optimo sería superar o por lo menos igualar a Colau. En caso contrario y si como parece sus concejales son decisivos para un gobierno constitucionalista o para un Tripartito con Comunes y ERC, deberá acertar en su apuesta pues se juega su supervivencia.

Para el PP, al que las encuestas no le sonríen, obtener representación en el Ayuntamiento implica sobrevivir a su constante pérdida de protagonismo en Cataluña, atrapado en estas municipales en Barcelona entre la candidatura de Valls y la aparición de VOX. De confirmarse la tendencia de las encuestas a no alcanzar el 5% necesario para obtener representación tendrá que optar entre afrontar un fracaso electoral explícito y muy duro o retirar su candidatura en el último momento y evitar la materialización de su irrelevancia que, además, perjudicaría una alternativa constitucionalista.

La candidatura de Valls, la causante de remover el statu quo, tiene el reto de demostrar que es capaz de aunar un frente amplio que conservando el voto de Ciudadanos sea atractiva para el catalanismo no independentista y los desencantados del actual gobierno municipal. Para ello tendrá que anteponer los intereses de Barcelona y de sus ciudadanos a cualquier otra consideración. Tendrá que sumar a quienes piden más seguridad, menos ideología y una actitud favorable a los emprendedores, con los que quieren más eficacia en el gobierno de los problemas cotidianos, especialmente en cuestiones sociales como la vivienda. Para el constitucionalismo es una prueba de fuego, con valor en si mismo, pero también, si tiene éxito, como fórmula, con sus variantes, para próximas elecciones autonómicas.

La CUP, según el mapa resultante y las alianzas de gobierno, se juega perder su capacidad de influencia en la política catalana en el caso de que se rompa el frente secesionista o simplemente sea sustituida por los Comunes o el PSC para complementar en determinadas votaciones un Gobierno como el actual sin mayoría absoluta.

VOX se juega entrar en el mapa político catalán, algo impensable hace sólo pocos meses lo que, sin duda, le daría un fuerte impulso dentro y fuera de Cataluña de cara a próximas elecciones.

Como ven unas municipales con múltiples frentes en juego que justifican el título de este artículo. No estamos ante unas elecciones municipales sin más. En Barcelona se juega el futuro político de Cataluña y, por ello, el de España y Europa.