Hacer catastrofismo del tsunami turístico que padece Barcelona es tan inútil como dar la espalda a los problemas que genera. Lo que sucede en la capital catalana ocurre en otros muchos lugares, destinos materialmente incapaces de digerir las masas que les visitan.

La cuestión requiere una respuesta inteligente, además de urgente. Y vemos que algunos países --también en autonomías españolas como Baleares y Canarias-- se han puesto a trabajar para asegurar los ingresos que genera la industria turística y evitar, a la vez, que su propia inercia acabe con la gallina de los huevos de oro.

Aquí, el Ayuntamiento de Barcelona, que ya participaba con la patronal en el consorcio Turisme Barcelona, acaba de crear, junto a la diputación provincial y al propio consorcio, el Observatorio del Turismo de Barcelona, Ciudad y Región.

Es curioso. La ciudad ya tenía un observatorio, Turisme Barcelona, la única plataforma de España de colaboración público-privada. Ahora, se inventa una nueva instancia en la que no participan directamente los empresarios y que abarca también la “región”.

A simple vista, se puede decir sin mucho riesgo a equivocarse que es un disparate. ¿Hay que montar un observatorio para saber que los efectos negativos del turismo, como son el encarecimiento de la vivienda, la gentrificación de los barrios o el monocultivo económico, no pueden abordarse solo con los instrumentos al alcance de la Administración local?

Los barceloneses dicen que el turismo se ha convertido en el primer problema ciudadano, y su consistorio responde con un observatorio. Parece un chiste

Los barceloneses dicen que el turismo se ha convertido en el primer problema ciudadano, y su ayuntamiento responde con un observatorio. Parece un chiste. Seguramente por eso los empresarios del sector están cabreados y acusan al consistorio de fomentar la turismofobia.

Pero, ¿qué hace la Generalitat mientras tanto? Barcelona es la zona de Cataluña donde se generan más problemas, aunque otras poblaciones como Salou, Lloret o Calella también los tienen, y graves. Nadie ha oído al máximo responsable de los asuntos económicos del Govern, el vicepresidente Oriol Junqueras, referirse a esta cuestión. Su departamento se pone de perfil, se limita a dar cuenta de las reclamaciones del impuesto turístico a las empresas morosas y cosas así.

Junqueras está muy ocupado con el procés y con las próximas elecciones autonómicas. Por eso, en lugar de ayudar a gestionar el conflicto, deja que el portavoz de ERC en el ayuntamiento castigue el hígado de Ada Colau --su máxima rival en el horizonte electoral-- a cuenta del desafío de Airbnb; una multinacional que, por cierto, ya está haciendo competencia desleal al turismo rural del interior.

Esto es lo que hay. No debemos ser catastrofistas, aunque los hechos inducen claramente al pesimismo.