Ante el procés o el referéndum independentista se ha opuesto la legalidad constitucional o la represión policial del Estado, léase también a la inversa. Y en este estadio guerracivilista estamos cuando de ambos lados surgen mediadores de todo tipo, condición o creencia. "Dónde estabas entonces cuando tanto te necesité", recuerdo que decía una vieja canción de un Manolo García que ahora sí pide diálogo. Muchos están convencidos de que se ha llegado a una situación extrema que ha dinamitado el marco legal y ha fracturado socialmente Cataluña y va camino de fracturar el resto de España, y es en este disparatado y violento contexto cuando se reclama diálogo a los políticos.

Uno de los comentarios más extendidos entre periodistas españoles que han cubierto las manifestaciones ha sido que han percibido odio, mucho odio. Podemos hablar también de una masiva salida del armario del silencio de muchos catalanes que están declarando en todo tipo de medios y situaciones que hay mucho odio. ¿Niños muy pequeños gritando a policías españoles hijos de puta junto a sus padres? ¿El odio ha sido fomentado estos días por docentes en muchos centros educativos? Recuerdo que hace muchos años cuando le pregunté a un alumno de secundaria por qué había incluido a los andaluces entre la población pasiva junto a los pensionistas, explicó ante toda la clase que se lo había dicho su padre y también la profesora de Ética; sus compañeros asintieron. Esos niños tienen ahora cuarenta años.

Si el Barça quiere mediar, debería ser el primero en denunciar cualquiera de las manifestaciones que se producen en su estadio que incitan al odio y a la guerra civil

El España contra Cataluña se ha incluido como dogma de fe desde hace décadas en libros de texto, se expone sin complejo alguno en TV3, radios y prensa adscrita al aparentemente hegemónico movimiento nacional, y es un imaginario y falso enfrentamiento evocado continuamente por curas y políticos a la primera de cambio. Decía Tácito que el odio más feroz de todos es el que se tiene hacia los parientes. No es ninguna paradoja. El mismo historiador romano afirmó: "Es propio de la condición humana odiar a aquel a quien has herido". Y España o el Estado español (por no desentonar con el arraigado y cansino ambiente censorio) está herido seriamente por esta revuelta nacionalcatalana.

Antes de iniciar cualquier diálogo no hay que separar o aparcar emociones como el odio. Primero hay que analizar las (sin)razones que fundamentan ese sentimiento profundo de repulsa, para poderlo después reducir o desactivar en las calles, en las aulas y en las casas de Cataluña y de toda España. El odio privado y el odio público. El odio físico y el odio virtual. Las redes arden, viejos amigos se bloquean. Cualquier negociación política que obvie este problema de aversión o repugnancia hacia el vecino o el pariente o el paisano está condenada al fracaso. No es una cuestión de fraternidad --como dicen de manera huera y clerical Junqueras, Colau o Iglesias-- sino de supervivencia como género humano.

Si el Barça quiere mediar, debería ser el primero en grabar para dejar en evidencia y después denunciar cualquiera de las manifestaciones que se producen en su estadio que incitan al odio y a la guerra civil, sean viejos cánticos xenófobos (espanyol el que no boti), sea el delirante minuto 17.14, o sea cualquiera de las banderas del movimiento nacional que solo representan a una parte de la sociedad, no digo ya de sus socios o de sus simpatizantes del resto de España. Si esos xenófobos culés tan ruidosos no lo pueden evitar, que odien pero que no molesten. Por eso, el día que la eufemística "grada de animación" deje de incordiar gritando consignas repulsivas y violentas, entonces y solo entonces el Barça será creíble como mediador. Sean los primeros en dar un ejemplo de civismo y tolerancia, léanse a Voltaire y después dialoguen.