Se acabó lo que se daba. El reciente cambio en la cúpula del Sabadell certifica la extinción de los últimos profesionales catalanes que empuñaban las riendas de gobierno de los grandes bancos autóctonos.

A partir de ahora, los consejeros delegados de las dos mayores instituciones son sendos madrileños de pura cepa y tan castizos como el oso y el madroño. Se trata de Gonzalo Gortázar, que ya viene mandando en Caixabank. Y de César González-Bueno, que acaba de encaramarse al cargo de máximo ejecutivo del Sabadell, en vez de Jaime Guardiola.

Este dúo es un reflejo más de la abrumadora decadencia en que la región está inmersa. La pérdida acelerada de poder político y económico, incluida la fuga de miles de empresas, es palpable desde que una tropa de iluminados desató las locuras del procés separatista. Lamentablemente, no se advierten indicios de retorno a un estado de cosas más distendido.

González-Bueno, el flamante hombre fuerte del Sabadell, lideró con anterioridad el banco holandés ING en España y Portugal. Es, por tanto, un experto consumado en banca digital, que hoy encarna el negocio más rutilante del sector financiero y encierra las mejores promesas para el futuro.

El relevo del primer espada del Sabadell acontece en plena resaca de la frustrada fusión con BBVA. Se jubila Guardiola, de 63 años, y traspasa la batuta que ha empuñado durante trece ejercicios. Una vez se acomode a su situación de cesante, no se descarta que recale en algún consejo de administración de campanillas, en calidad de asesor.

Es sabido que los duelos con pan son menos. Guardiola ha devengado unos emolumentos anuales del orden de los 2,5 millones. Ahora, con motivo de su licenciamiento, percibe un jugoso fondo de pensiones sufragado por el banco. Su importe suma 25 millones contantes y sonantes. O sea que tiene los riñones cubiertos con largueza para el disfrute de su ingreso en la escala pasiva.

Durante los casi tres lustros que ha regido los destinos de la veterana entidad vallesana, el valor de sus acciones experimentó un desplome del 95%. La hoja de servicios de Guardiola no parece, pues, demasiado exitosa. Desde el punto de vista de los sufridos accionistas, más bien resulta catastrófica, ya que han perdido hasta la camisa.

Pero también es cierto que la trayectoria de los colegas del Sabadell no es muy diferente. Pocos grupos financieros abrigan razones para ufanarse de su comportamiento en el parquet.

La feliz integración BBVA-Sabadell habría permitido a Guardiola cerrar con broche de oro su larga carrera personal. Pero no pudo ser. La operación se fue a pique debido a las duras exigencias impuestas por el banco vasco.

Su sustituto, González-Bueno, no es un jovenzuelo recién llegado a la plaza. Bien al contrario, ya calza 60 años. Le aguarda un arduo trabajo. De entrada, habrá de confeccionar un plan de ruta que marque las líneas maestras del grupo Sabadell para sobrevivir durante los próximos años.

La ascensión de González al puente de mando implica que el presidente José Oliu, de 71 años, dé un paso atrás en la línea ejecutiva. Seguirá en la poltrona, pero desprovisto de funciones gerenciales y como mero representante institucional.

Por lo demás, las perspectivas del sector bancario son escasamente alentadoras. Su actividad no discurre, como antaño, por una balsa de aceite, sino por aguas turbulentas. Así lo viene mostrando la evolución del ramo entero en la bolsa desde hace años. Las acciones se arrastran por el suelo y no levantan cabeza. Entretanto, los recortes de plantilla se suceden a marchas forzadas, mediante el uso y el abuso de las prejubilaciones.

El caso es que los intermediarios del dinero bregan con un entorno extremadamente complicado, como consecuencia de unos tipos de interés anclados en la proximidad del cero o incluso negativos. En semejantes circunstancias, amasar beneficios con la intermediación del peculio al estilo clásico se ha convertido en un desafío sin par.

Eso es lo que hay cuando el Sabadell, truncado su enlace con BBVA, vuelve a la pista de baile en busca de pareja. Veremos si el destino le depara más suerte que con la anterior.