Apenas hace un año que el Gobierno de España aprobó su Estrategia de Acción Exterior 2021-2024 y en la que, como venía siendo habitual, apoyaba a las Naciones Unidas para llegar a una solución en el Sáhara Occidental de acuerdo con los parámetros internacionales. Un proyecto que, además, se presentó en el Congreso de los Diputados para explicar y debatir la dirección de la acción exterior española de los próximos años (lo cito, también, por la poca credibilidad que merecen los planes del Gobierno).

De forma inexplicable, el presidente del Gobierno cambia de posición y abraza el Plan de Autonomía de Marruecos de 2007 sobre el Sáhara sin haber tenido en cuenta la opinión del pueblo saharaui, que es el que tiene derecho, por el principio de libre determinación, a decidir si quiere formar parte de Marruecos, o lo contrario, independizarse. Para acabarlo de rematar, ambos países suscriben en abril una declaración conjunta en la que España considera la iniciativa de autonomía marroquí “la base más seria, realista y creíble para resolver este diferendo”.

¿Cómo se van a encontrar soluciones si lo primero que se hace es dejar de lado al pueblo saharaui, titular de los derechos sobre el Sáhara, para apoyar un plan respecto de un territorio sobre el que ni Marruecos ni España disponen de soberanía? Se olvidan, además, de que hay una parte del Sáhara que no está bajo ocupación marroquí, la República Árabe Saharaui, por lo que, de implementarse el supuesto plan de autonomía, esa parte del territorio quedaría fuera.

Para sumar al desconcierto, leo la declaración conjunta, según se recoge en España, y la versión oficial de Marruecos ¡y no dicen lo mismo! En la primera, se señala que nuestro país reconoce la importancia de la cuestión del “Sáhara Occidental” para Marruecos. En cambio, en la segunda, se afirma que España reconoce la importancia de la cuestión del “Sáhara”, a secas, para Marruecos. Con ello se da a entender que vemos bien las pretensiones soberanas del Reino Alauita sobre el conjunto del territorio, también de la parte que no está bajo control marroquí. Un despropósito más, uno más.

¿De qué ha servido, entonces, el cambio de posición del Gobierno que deja en papel mojado su propia Estrategia 2021-2024 sobre este territorio? Para nada. Empeora las relaciones con Argelia, país defensor de la causa saharaui, que nos sube el precio del gas y considera a Italia socio europeo estratégico. Tampoco va a mejorar las relaciones con Marruecos, que no se ha comprometido a nada nuevo, y que, cuando le interese, volverá a las andadas con sus pretensiones sobre Ceuta y Melilla o a su descontrol aduanero. Y lo peor, encima de que no se arregla nada, España olvida sus obligaciones internacionales con el Sáhara Occidental. Así no, ni solución, ni ovación.