El anuncio de que Inés Arrimadas encabezará la lista de Ciudadanos por Barcelona es la noticia del fin de semana. Es una sorpresa relativa. El run-run viene de lejos, desde el traslado de su marido por motivos laborales a una empresa de Madrid. Ello no quita que la decisión se haya tomado por motivos políticos. La explicación oficial tiene argumentos sólidos. Ciudadanos se juega mucho en estas elecciones generales y la presencia de Arrimadas encabezando la lista de Barcelona y con un papel protagonista en la campaña en toda España refuerza notablemente sus posibilidades. Albert Rivera se juega su futuro. Si Ciudadanos queda por detrás del PP, ya no digamos si se produce el sorpasso de Vox, y no entra en el próximo Gobierno, su liderazgo será muy cuestionado. Arrimadas, sustituta in pectore, ya estará en el Congreso. Así pues la operación en perspectiva española tiene sentido. Ayuda a obtener los objetivos de Ciudadanos, ganar al PP y/o por lo menos formar parte de un próximo gobierno de coalición, y si las cosas no van como esperan los dirigentes del partido naranja, poder relevar a Rivera teniendo un puesto en el Congreso.

¿Pero cuál es su impacto en la política catalana?. Es innegable que entre los constitucionalistas existe preocupación. La respuesta depende de diversas variables. La primera es si su entrada en el Congreso implica o no que renuncia a presentarse como candidata a presidir la Generalitat en las próximas elecciones autonómicas. Hacer política de oposición al nacionalismo en Cataluña es un auténtico calvario personal que se ve agravado por la parálisis del Parlament y la inacción del Govern, que limita la actuación política al activismo pro o contra la independencia. Y, aunque soy de la opinión que los problemas de Cataluña se han de empezar a resolver con un Gobierno no independentista en la Generalitat, es indudable que un Gobierno español con las ideas claras puede ayudar a su resolución, no meramente conllevando la situación hasta la próxima crisis, sino con medidas tan aparentemente sencillas como hacer cumplir la ley y las resoluciones judiciales y dejando de atribuir en exclusiva la representación de Cataluña a los independentistas. Con todo, es evidente que si Arrimadas no es la próxima candidata de Ciudadanos a la Generalitat, el constitucionalismo en Cataluña pierde una figura muy relevante, lo que, a priori, no es positivo. En todo caso, presentarse al Congreso no significa necesariamente renunciar a la Generalitat. Parece que Junqueras puede encabezar la lista de ERC en las Europeas y nadie duda de que, en cuanto pueda, se presentará a unas autonómicas. Resumiendo, si va al Congreso, tiene un puesto relevante en el próximo Gobierno, y si se presenta a la autonómicas la operación será muy positiva. Si no es así, el impacto en Cataluña dependerá de quién la sustituya.

La segunda variable es la persona que la sustituya. Todo indica que su papel de jefa de la oposición en el Parlament será otorgado a Lorena Roldán. No pongo en duda su capacidad y potencial, pero no le será fácil cubrir el hueco de Inés tanto por liderazgo como por la sensación, real o no, pero percibida por muchos si Inés no se presenta, de que la presidencia de la Generalitat es un objetivo menor para Ciudadanos. Para superar esta percepción, quien al final sustituya a Rivera y Arrimadas en la lucha por la Generalitat habrá de bregar muy duro para agrandar su figura. En todo caso, no lo tiene fácil para alcanzar o superar los resultados del 21-D.

La tercera variable es en qué medida una nueva oferta electoral de un catalanismo moderado, no hispanofóbico, leal al Estado de derecho, que esta tratando de organizarse, puede aflorar con el peso suficiente para compactar una alternativa al secesionismo. Una alternativa que además de recoger el voto moderado de antiguos votantes de CiU pudiera albergar al votante que el 21D votó Ciudadanos para contener el secesionismo, pero que por su sensibilidad más catalanista quizás no repetirá el voto al partido naranja en unas próximas autonómicas, especialmente en el caso del relevo de Arrimadas.

Para los catalanes no secesionistas, las políticas del Gobierno español son de gran trascendencia. Pero para una buena y perdurable solución del conflicto actual, el Gobierno de la Generalitat lo es más. De ahí la preocupación por la posible marcha definitiva de Arrimadas de la política catalana y el interés en que, si se da el caso, Ciudadanos acierte en su recambio. Y como lo importante es una mayora alternativa a la actual, conviene la aparición de una nueva fuerza política que represente al catalanismo moderado, que permita decantar el bloqueo actual del lado de la razón y la convivencia. Si el independentismo apuesta por ampliar su base social, los que creen que el secesionismo no conviene ni a Cataluña, ni a España, ni a Europa deben hacer lo mismo.