El nuevo Govern de la Generalitat, que tomó posesión el miércoles, cierra una etapa de interinidad, con meses de Gobierno y de president en funciones. Es un Govern muy renovado --además de Pere Aragonès, solo permanecen dos consellers del anterior Ejecutivo--, más que paritario --hay más mujeres, ocho, que hombres, seis, sin contar al president--, joven --por la edad media de sus componentes y por el debut en tareas de gobierno-- y con un perfil más técnico que estrictamente político, aunque esta característica puede aplicarse más a los miembros de Junts per Catalunya (JxCat) que a los de ERC, que sí que está representada por su núcleo duro, desde el propio president hasta su número dos, Laura Vilagrà, y el último presidente del Parlament, Roger Torrent.

El perfil de Aragonès, tan alejado de su antecesor, Quim Torra, quien lo criticó duramente en su último libro, y la apuesta por las caras nuevas han levantado ciertas expectativas favorables. El Govern, sin embargo, está amenazado desde al menos dos flancos, incluso ya desde antes de su formación.

El primer peligro proviene de la actitud de Carles Puigdemont y de su círculo íntimo, con las dos sonadas defecciones de Elsa Artadi, a quien todo el mundo colocaba en la vicepresidencia, y de Josep Rius, exjefe de gabinete del hombre de Waterloo. Ni la explicación de Artadi de que quería seguir en el Ayuntamiento de Barcelona ni la de Rius, que ha aducido que prefería continuar como diputado, son creíbles.

Artadi, además, confesó el lunes en una entrevista a El Punt-Avui motivos más reales para justificar su espantada. Declaró que el acuerdo firmado por ERC y Junts despertaba “poco entusiasmo” y que reunía más expectativas el suscrito hace tres años para la anterior legislatura. Pues si aquel acuerdo era mejor, viendo lo ocurrido en los últimos tres años, pocas esperanzas puede suscitar el pacto actual.

Tampoco es un signo de distensión el ascenso a vicepresidente de Jordi Puigneró, puigdemontista acérrimo, que pertenece al ala más extrema del independentismo, con fuertes tendencias hispanófobas y esotéricas, como seguidor del Institut de Nova Història, convencido de que los catalanes descubrieron América, entre otras extravagancias, como la República digital o la NASA catalana. Puigneró ganó el pulso para dirigir Políticas Digitales e Infraestructuras al moderado neoconvergente Damià Calvet.

Algunas informaciones apuntan a que la resolución final del pacto, con un protagonismo único de Jordi Sànchez por parte de Junts, ha desatado serias discrepancias entre Puigdemont y el secretario general de JxCat, por las formas de la negociación y también por la elección de los consellers, entre los que destacan los independientes Jaume Giró en Economía y Hacienda y Josep Maria Argimon en Salud. No hay que olvidar que las dos personas que han renunciado a entrar en el Govern --Artadi y Rius-- formaban parte del equipo negociador con ERC por parte de Junts y fueron marginadas en el tramo final de los contactos.

En esta línea de escepticismo y de advertencia, el Consell per la República, encabezado por Puigdemont, emitió el lunes --dos días antes de la toma de posesión del Govern-- un comunicado en el que reivindicaba la vigencia del 1-O y de la declaración unilateral de independencia del 27-O, y lanzaba el aviso de que “el independentismo no puede limitar su estrategia solo a una negociación con el Estado español, que probablemente no garantizará el derecho a la autodeterminación de Cataluña”. Parece, pues, que las constantes referencias de Aragonès a la amnistía, la autodeterminación y la culminación de la independencia no acaban de convencer a Waterloo.

En el mismo comunicado, el Consell per la República, que reivindicaba su protagonismo en el diseño de la estrategia independentista, animaba a preparar “la confrontación a la que el Estado probablemente nos conducirá”. Esta opción parece como mínimo extemporánea en un momento en el que vuelve a hablarse con intensidad del diálogo con el Gobierno de Pedro Sánchez, facilitado además por la voluntad de conceder los indultos a los presos del procés.

El otro flanco peligroso es la actitud de la CUP, que ha recibido al nuevo Govern con la ocupación de la sede de ERC en protesta por la intervención de la unidad de antidisturbios de los Mossos en un desahucio. Destacados líderes cupaires acudieron a protestar por el desahucio y las juventudes de Arran ocuparon la sede de ERC para denunciar que el pacto entre Esquerra y la CUP impide la actuación de la Brimo en estos casos. Aragonès ya se ha apresurado a declarar que se cambiará el protocolo. La CUP tampoco puede estar satisfecha con el nombramiento de Giró al frente de Economia y Hacienda y con la adjudicación a representantes de Junts de varios departamentos sociales.

El Govern, pues, nace con un margen de confianza, sobre todo si se compara con el anterior, pero en medio del escepticismo, si no la oposición, de la camarilla de Puigdemont y en espera de las imprevisibles reacciones de la CUP ante cualquier contratiempo.