En los años sesenta del siglo pasado, el profesor Luis Díez Jiménez publicó un libro, Antología del disparate (1965), en el que recogía las barbaridades que sus alumnos de bachillerato habían escrito en los exámenes, y en 1982 publicó una edición renovada con nuevas aportaciones disparatadas de sus estudiantes. A la vista de lo que viene ocurriendo en el procés, algún politólogo avispado debería estar ya preparando una Antología del disparate para las clases de ciencia política.

Si en los dos últimos años del proceso hemos ido de sorpresa en sorpresa, sin dar crédito a lo que iba ocurriendo --paso al lado de Artur Mas, pacto con la CUP, declaración de ruptura del 9 de noviembre del 2015, quiebra de la legalidad en los plenos del 6 y 7 de septiembre y referéndum del 1-O como hitos más destacados--, desde las elecciones del 21D, convocadas mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución, el índice del disparate ha subido muchos enteros.

El clímax ha llegado con la propuesta de que Carles Puigdemont fuera elegido presidente de un fantasmagórico Consell de la República a través de la Asamblea de Cargos Electos y que teledirigiera desde Bruselas el Govern de gestión que se formaría en Barcelona presidido por una persona de su confianza elegida por el Parlament. La Asamblea de Cargos Electos, teóricamente integrada por 3.000 o 4.000 alcaldes, concejales y diputados, recuerda a la Asamblea Constituyente que se inventó Nicolás Maduro en Venezuela cuando la oposición ganó las elecciones en el verdadero Parlamento, pero en el caso de Cataluña, como ha reconocido la Associació de Municipis per la Independència (AMI) que la impulsó, solo es una base de datos. En cuanto al Consell de la República, es tan inexistente como la propia República.

ERC ve ahora claro que, en efecto, esto es un callejón sin salida y se resiste a investir a Puigdemont violando las prohibiciones del Tribunal Constitucional

Como ha dicho Joan Manuel Serrat, "la feria continúa". "Si lees la prensa, cada día encuentras una sorpresa: un día no hay ningún presidente, al siguiente surgen dos. Siguen mareando la perdiz, pero se van a marear ellos porque no acaban de reconocer dónde está la salida". "Es todo un disparate" y "un callejón sin salida".

ERC ve ahora claro que, en efecto, esto es un callejón sin salida y se resiste a investir a Puigdemont violando las prohibiciones del Tribunal Constitucional (TC) y apuesta por un reconocimiento simbólico del "exiliado de Bruselas" como "presidente legítimo" para elegir después en el Parlament al verdadero president. Junts per Catalunya (JxCat) y Esquerra negociaban el jueves una resolución parlamentaria en esta línea, sin valor jurídico, pero la prueba de que Puigdemont y sus irreductibles no se dan por vencidos es que el viernes por la tarde JxCat registró en el Parlament, sin la firma de ERC, la modificación de la ley de la Presidencia para forzar la investidura del expresident a distancia, vetada por el TC, ya sea telemática o por delegación en un diputado que leería el discurso.

La actuación de JxCat no ayuda a disipar las dudas sobre si los protagonistas del procés han abandonado o no la vía unilateral a la independencia

Puigdemont, pues, parece que sigue sin aceptar un papel simbólico que no tenga poder efectivo, sin importarle que Cataluña esté paralizada y en el limbo jurídico que ejemplifica el informe de los letrados del Parlament, incapaces de ponerse de acuerdo en dictaminar si la suspensión del convocado y no celebrado pleno de investidura hacía correr el reloj de los dos meses de plazo para la convocatoria de nuevas elecciones si no se elige president. Al final, los letrados acordaron que el reloj no se ha puesto en marcha e instaron al presidente de la Cámara, Roger Torrent, a emprender alguna acción para que el plazo empiece a contar. Pero, de momento, los diez días que fija el Estatut para celebrar la sesión de investidura una vez constituida la Cámara ya no se han respetado.

Además de la continuación de la incertidumbre y de la permanencia del limbo jurídico, la obcecación de Puigdemont tiene consecuencias nefastas para Oriol Junqueras, Joaquim Forn y los Jordis presos. Las resoluciones del juez del Supremo Pablo Llarena pueden ser discutibles, pero desde luego la actuación de JxCat no ayuda a disipar las dudas sobre si los protagonistas del procés han abandonado o no la vía unilateral a la independencia. Los programas electorales del PDeCAT y de ERC no la mencionaban, pero, lejos de olvidar la unilateralidad, más bien parece que, al menos JxCat, intenta repetir lo que ocurrió en los plenos del 6 y 7 de septiembre del año pasado.