A mediados de los años sesenta el escritor Francesc Candel publica Els altres catalans, estudio periodístico y sociológico que suponía una aproximación a la inmigración desde la corrección política del catalanismo. En los años de la transición hizo fortuna la definición pujolista “es catalán todo aquel que vive y trabaja en Cataluña”. Era la época de la ficción de un sol poble.

Los gobiernos de España de distintos colores ideológicos y los partidos catalanes aceptaban con toda naturalidad que el grupo parlamentario de CiU en el Congreso de los Diputados fuera el grup parlamentari català. El procés iniciado en el 2012 significó claramente que este pseudo consenso saltara por los aires.

El 8 y 29 de octubre de 2017 decenas de miles de catalanes constitucionalistas toman las calles de Barcelona, el secesionismo toma nota de las dificultades de imponer su DUI a una mayoría de los ciudadanos de Cataluña que se sienten al mismo tiempo catalanes y españoles. Los partidos de izquierda catalanes quedan sorprendidos, solo algunos dirigentes del PSC entienden desde el primer momento esa realidad. Indignados y desorientados los secesionistas acusan a los manifestantes de españolistas a sueldo y nostálgicos del franquismo.

Durante décadas muchos de los gobiernos de España de distinto color, bien porque necesitan de los votos del nacionalismo catalán para poder gobernar o porque identifican a Cataluña con los secesionistas, solo negocian con estos, determinados acuerdos generalmente ventajosos para su clase dirigente. 

Apuntado todo lo anterior, creo que es necesario abordar el reto secesionista desde la política y el diálogo, no solo desde las fuerzas políticas catalanas, sino también desde el Gobierno de España y el Govern de la Generalitat. Soy partidario de todo lo que facilite el encuentro y la convivencia entre ciudadanos españoles. Estoy a favor de aliviar tensiones y desinflamar la actividad política en Cataluña. Pero creo que es absolutamente necesario poner encima de la mesa que la llamada “pacificación” de Cataluña exige tener en cuenta las preocupaciones y reivindicaciones de los catalanes que no somos secesionistas

Estando el PP en la oposición e incluso gobernando, los ciudadanos de Cataluña hemos sido utilizados en muchas ocasiones como rehenes de su estrategia de confrontación, para los “populares” la conflictividad en Cataluña es un excelente instrumento para crecer electoralmente en el resto del Estado. Por eso no les ha importado, por ejemplo, incumplir con los compromisos de inversiones en infraestructuras en Cataluña recogidos en el Estatut. Solo en algunos momentos actuaron para contentar a Pujol y conseguir sus votos, haciendo concesiones clientelares, lejos de la preocupación por la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de los ciudadanos catalanes.

Durante décadas el Estado ha desaparecido de Cataluña, no ha tenido ninguna presencia mediática en el territorio, ha dejado a la sociedad catalana en manos del nacionalismo y de su aparato de agit-prop. Se ha permitido que los nacionalistas conquisten la hegemonía cultural y ganen el relato. También la izquierda catalana en demasiadas ocasiones ha consentido sustituir el relato social por el identitario y patriótico.

Los ciudadanos de Cataluña necesitamos al Estado. A los catalanes más favorecidos económicamente no les importa la ausencia de un Estado que actúe como defensor de los más vulnerables. A los secesionistas solo les interesa tener un Estado propio para 'okuparlo' y gestionarlo en función de los intereses de sus élites.

Ante la incapacidad manifiesta de los Governs secesionistas en actuar para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría de sus ciudadanos, los catalanes necesitamos al Estado. Un Estado progresista, eficaz y eficiente, gobernado desde la sensibilidad social, preocupado por atender a los más vulnerables y respetuoso con la pluralidad territorial de la nación española.

¿Por qué queremos que regrese el Estado Español? Sencillamente porque queremos que alguien nos gobierne, es decir, que se preocupe de nuestras condiciones de vida y de trabajo y no de nuestros sentimientos identitarios y patrióticos. Es curioso destacar que cuando se ha tratado de mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los ciudadanos de Cataluña a través de la reforma laboral, ERC votó en contra de esta reforma

En ningún caso planteo la vuelta a un estado unitario, la propia constitución al reconocer la existencia de nacionalidades y regiones está reconociendo la pluralidad territorial, cultural y lingüística del Estado. Pienso que la organización federal permitiría avanzar en cohesión social y territorial, pero cualquier sistema federal exige lealtad institucional y cooperación solidaria entre territorios. El ejemplo de la Comunidad de Madrid de Ayuso y de la Generalitat de Catalunya en manos secesionistas indican las dificultades para desarrollar lo anteriormente mencionado.

Sean bienvenidas todas las acciones que faciliten el entendimiento y el diálogo entre Cataluña y el resto de los pueblos de España, pero para ello es necesario que el Gobierno de la Nación reconozca también la pluralidad de los catalanes y tenga en cuenta las reivindicaciones no identitarias de los catalanes constitucionalistas: els altres catalans.