Pensamiento

Agujeros del sistema

2 julio, 2015 07:51

Agujeros del sistema es un libro admirable y lamentable a la vez. Les explicaré la aparente paradoja. Editado hace poco por Ikusager, en Vitoria, su autor es Juanfer F. Calderín. Se trata de un joven y riguroso periodista, que ha efectuado un trabajo minucioso sobre un asunto arduo. Juanfer dirige la comunicación de COVITE (Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco) y merece mi simpatía y reconocimiento por su labor, efectuada con valentía, exquisita pulcritud y sorprendente ecuanimidad.

Hay más de 300 asesinatos de ETA sin resolver. Los expedientes de sus respectivos procesos judiciales están destruidos o expurgados o cerrados

Hay que repetir lo que es obvio y a menudo olvidado: No caigamos en la estupidez de los prejuicios y aseemos nuestra mente. Este libro no es un panfleto, como automáticamente asegurarán aquellos que ni han abierto sus tapas ni piensan hacerlo, sino un estudio detenido e imprescindible de un hecho grave y apenas conocido: Hay más de 300 asesinatos de ETA sin resolver. Los expedientes de sus respectivos procesos judiciales están destruidos o expurgados o cerrados. La desidia y la negligencia se han dado la mano en instancias judiciales y policiales, hasta extremos inauditos. Un puñado de expedientes de procesos penales nunca llegó a la Audiencia Nacional, donde por ley debían llegar. De este modo, se ha logrado una alta impunidad: muchas responsabilidades penales han quedado prescritas. Esto es ignominioso. No se trata de buscar venganza, sino de obtener justicia. Un Estado de Derecho no puede funcionar así de mal.

Las víctimas tienen nombres y apellidos, aunque reciban olvido, desprecio o vejación. Son ‘cosificadas’; una afrenta y una humillación que se añade a su pesadilla irreparable. Hay que insistir en que las víctimas no tienen razón por el hecho de serlo, no están ungidas con infalibilidad ni prerrogativas superiores, como algunos se atreven a exigir; pero los humillados y ofendidos, como lo son ellos, han de ser atendidos con respeto y exquisito cuidado.

Hay un deber de ciudadanía para con ellos. Consuelo Ordóñez visitó a uno de los asesinos de su hermano y, al despedirse, le recordó que no había ido a que le pidiese perdón: “el que te tiene que perdonar es mi hermano y está muerto”. ¿Cuánta gente sabe que han sido liberados terroristas ‘arrepentidos’ sin que se les preguntase por las matanzas cometidas por los comandos en que estaban integrados? Ni siquiera fueron informados de su obligación legal, a cambio del beneficio obtenido, a colaborar en el esclarecimiento de atentados en que hubiesen participado. Juanfer F. Calderín refiere que hace años, en una reunión de dos emisarios de José María Aznar con etarras se sentó a la mesa “un terrorista implicado en un crimen por el que no sería procesado jamás a causa de un terrible error que cometería años más tarde la administración española”. Vergüenzas del género humano envilecen el medio ambiente cuando elevan a la categoría de ‘generosos’ y ‘comprometidos’ a la morralla que disparó en la nunca y activó bombas a distancia.

Creo que siempre hay que dar otra oportunidad, incluso a quienes no se la dieron a sus víctimas. Pero esta segunda oportunidad, en materia criminal, solo puede existir desde la verdad y no desde la omisión o la mentira. A todos nos incumbe la desnuda verdad que se quiere tapar y camuflar, se trata del último tesoro de dignidad que les queda a los dolientes sin solución, que son conciudadanos nuestros.