Hacen mal el PP y sus aliados en agarrarse a las contradicciones o las mentiras del ministro de Transportes sobre la estancia de la vicepresidenta venezolana en Barajas. Es mal negocio confundir un scoop periodístico, en este caso de Voz Populi, con una herramienta política útil para tumbar a un ministro o revelar la naturaleza traicionera de un Gobierno. España es un país donde no va de un palmo más o menos, y aunque las directivas de la CE y las instrucciones de la CIA sean rigurosas, al personal le importa relativamente poco si la tal Dalcy posó su pie o no en territorio Schengen. Por semejante sacrilegio no te rompas la camisita, que es la única que tienes.

Hay que considerar que mentira más o menos, a todo el mundo le da igual. Estamos vacunados, las hemos visto de todos los colores. Lo idiosincrático del siglo XXI es que ha quedado demasiado claro cómo mienten todos y ya sabemos que la palabra del político es como el amor en el tango: “Hoy un juramento, / mañana una traición, / amores de estudiante / flores de un día son.”

Y si es preciso remacharlo, se puede añadir: “Fantasmas del pasado, / perfumes de ayer, / que evocaré doliente / plateando mi sien.” O sea, en qué loseta se posó exactamente el piececito de Dalcy Rodríguez la noche de autos, si violó o no la prohibición de la UE y, en fin, si el ministro Ávalos mintió o no en sus explicaciones, es cosa que no importa tanto, y menos en un mundo en el que el mismo presidente de los Estados Unidos, espejo en el que se mira la derecha española, asesina a la luz del día y con impunidad a un líder iraní en el aeropuerto de Irak.

La izquierda política no es otra cosa que el departamento de recursos humanos del capitalismo, como observó alguien. Su “interface” amable. Será un poco ridículo, pero es que sin esa amabilidad la vida se haría insoportable. Y cuando está tan claro que España se encuentra en una encrucijada de problemas serios y graves, ver que la oposición organiza por este asunto el gran escándalo en el Parlamento Europeo da alipori.

Gobierno 1, Oposición, 0.

El Gobierno está demostrando oportunidad, oportunismo y astucia al plantear ahora el tema de la eutanasia, que tanto interesa y preocupa a la sociedad y que ojalá se resuelva en este mismo año. Y la oposición muerde el anzuelo y se equivoca crasamente al ponerse a contracorriente con el sentir de la mayoría del pueblo español, que es –contra lo que dice el tópico– extraordinariamente tolerante y liberal, y oponerse a la legalización invocando dogmáticas católicas.

Reifica así el PP la imagen de una derecha carpetovetónica que va siempre a rastras, siempre a la contra en cuanto a derechos civiles, como en el tema del divorcio, y luego del aborto, y luego del matrimonio homosexual y ahora de la eutanasia; que predica el liberalismo pero emana tufo de sacristán pajillero con caspa entre los brillos de la sotana. ¿Para qué sirve jubilar a la Vieja Guardia de la corrupción y poner en su lugar a un joven con barba hipster si es incapaz de sacudirse el aire de Agustín González, cura con boina en las cacerías de La escopeta nacional?

La eutanasia es un tema sin vuelta de hoja salvo para las beatas de baptisterio, un tema de humanismo raso, de derechos civiles elementales, el tema paradigmático en el que, por cierto, Ciudadanos hubiera debido distinguirse del tradicionalismo ramplón. Hay que suponer que tenía cosas más urgentes en que ocuparse.

Gobierno 2, Oposición 0, cero patatero. Lo cual no es para alegrarse, teniendo en cuenta la que se avecina.