No deberían repetirse con excesiva frecuencia los episodios de llanto político, para el que últimamente parece que nuestros jerarcas locales se atribuyen la licencia. ¿Qué clase de virtud estoica puedes esperar de quien con demasiada facilidad cede a la sensiblería, a la autocompasión, al llanto en público?

No digo que nuestra vida política se halle en una encrucijada tan decisiva y peligrosa que necesite hombres de impasibilidad metálica extradura --como la Gran Bretaña amenazada por Hitler los necesitaba, y encontró a Churchill; o como la URSS, para resistir a la Operación Barbarroja y encontró a Stalin, "el hombre de acero"--. ¡No! ¡No, no, no! Pero un poco de autocontrol no está nunca de más.

Daba no sé qué ver al señor Junqueras hacer pucheros y tartamudear al borde de las lágrimas: "Fem-ho, fem-ho". Daba a entender que si no se alcanzaba de una vez su ensueño separatista, inundación sería la de su canto.

Tampoco pareció bien que la alcaldesa se enjugase unas lagrimitas en el memorando a Puig Antich mientras el cantautor Joan Isaac cantaba una canción sentimental y algo sensiblera sobre la novia del pistolero del MIL que fue ejecutado... en el mismo año en que nació la alcaldesa.

No quiero ensañarme, pero ¿qué clase de lucha "hasta el final" puede llevar una llorona recalcitrante?

Sorprende que (según reiteran varios testigos) el llanto de la señora Rovira fuera decisivo para convencer al presidente de la Generalitat de que declarase la república.

Nos dejó atónitos ver, otra vez, a Rovira llorando, mientras repetía "lluitarem fins al final, fins al final, fins al final", después de que su jefe Junqueras y varios de sus cómplices en el golpe de Estado fuesen retirados de la circulación.

No quiero ensañarme, pero ¿qué clase de lucha "hasta el final" puede llevar una llorona recalcitrante?

Sabemos que en el prusés no cuentan los razonamientos pues se basa en "los sentimientos". Y sabemos que esos sentimientos que le decían a su gente que estaba a punto de producirse el nacimiento de una nación estaban o están a flor de piel. Vale, bien, pero en público, cuando uno tiene responsabilidades sobre grandes colectivos humanos, como es el caso de los tres llorones citados, conviene el esfuerzo de mantener cierta compostura para transmitir una idea de autocontrol, de entereza, de decoro... Y de respeto a la gente que sí que tiene graves y verdaderos motivos para llorar pero lo hace a puerta cerrada.

Cuando uno tiene responsabilidades sobre grandes colectivos humanos, conviene el esfuerzo para transmitir una idea de respeto a la gente que sí que tiene graves y verdaderos motivos para llorar pero lo hace a puerta cerrada

Por no hablar de los millones de ciudadanos perjudicados por las políticas y llantinas de Rovira, Junqueras y Colau, ni del dinero que sus caprichos y chiquilladas y politiqueos llorosos han disuelto como lágrimas en la lluvia.

Como, además, no es descabellado augurarle a esa gente llorosa y ruinosa nuevos quebrantos en fechas próximas, valdría la pena que hiciesen un esfuerzo de disciplina para, por lo menos, contener de sus ojos el salado fluido: medida preventiva para aprender a retener otros fluidos corporales que en breve también tendrán la tentación de desbordarse.