A veces se leen buenas noticias, como la semana pasada la de la exitosa movilización de los vecinos de avenida Barcelona, 113, de sant Joan Despí, un bloque donde viven 121 familias, a los que el nuevo propietario, una filial de Goldman Sachs, notificó que al próximo vencimiento de su contrato el precio de los alquileres se les iba a subir al doble. Típica operación inmobiliaria especulativa amparada por la ley pero que repugna a la moral.

Los afectados han reaccionado unidos, han obtenido el apoyo de otros vecinos y del Sindicat de Llogaters, forzado al ayuntamiento a tomar cartas en el asunto, y por fin han llegado a un acuerdo con los propietarios según el cual en los próximos tres años éstos sólo les subirán el precio del alquiler un veinte por ciento.

Uno se pregunta si el capitalismo en el siglo XXI tiene forzosamente que ser salvaje y desalmado, especialmente en lo relativo a la primera preocupación de todos los mortales, que es el derecho a la vivienda, y precisamente en un país donde es tan enorme el desajuste entre los salarios y el precio de los alquileres.

La especulación inmobiliaria que sucede en España no es una fatalidad, no sucede en todas partes

La especulación inmobiliaria que sucede en España no es una fatalidad, no sucede en todas partes. Hay sitios donde se pone freno a la codicia de los grupos inversores. En Berlín, por ejemplo, el alquiler se rige por una tabla, conocida como "espejo del alquiler", bastante compleja, en la que participan muchos parámetros, y que determina cuál es el precio máximo que el propietario puede reclamar al inquilino. El "espejo" tiene en cuenta el número de ventanas, si hay calefacción, si da a una calle tranquila o ruidosa, etcétera.

Salvo en casos de pisos amueblados, con wifi y otras comodidades, para profesionales o estudiantes en corta estadía, los contratos de alquiler son siempre indefinidos.

Ciertamente la solución berlinesa no es perfecta. La capital alemana padece un grave problema de vivienda porque aunque el área urbana dispone de buen número de solares donde se podría construir y satisfacer la demanda de pisos, la regulación que he descrito desanima a los constructores, a quienes no les es rentable hacerlo.

Seguramente hay una solución intermedia, que no sea el modelo o más bien antimodelo español. El "espejo del alquiler" por de pronto es algo más razonable y civilizado en el que vale la pena pensar.