A la que me descuido, ya sale otra política llorando. Hombre, por favor. En semanas precedentes les he contado las llantinas públicas de Oriol Junqueras, de Irene Montero, de Marta Rovira, y de Ada Colau. Subrayé el hecho de que todos estos llorones son progresistas, y están por la paridad, por la igualdad de posibilidades entre hombre y mujeres. Lo cual me parece muy bien y lo subscribo. Pero lo que no es de recibo es que exijas ser tratada con el mismo respeto que los hombrecitos y... al primer disgusto, a la primera controversia en el Congreso, te eches a llorar.
No me parece bien que como líder podemita o como diana cazadora insultes con las acusaciones más graves y palabras más gruesas al adversario político... pero en cuanto éste te responde con cierta acritud o ironía dejes rodar por tus mejillas, que vuelven a ser las mejillas de una pobre muchachita desvalida, unos lagrimones del desconsuelo.
Esto es mantener una postura poco varonil, es una puerilidad. Esto es recaer en el sexismo, o propiamente dicho, en el machismo.
Preparémonos, pues este lagrimeo es sólo el principio. "Queda gente por detener", según la expresión proverbial de la policía
La semana pasada dos lloronas más se vinieron a sumar a la nómina de lloronas: en un mítin de ERC, una castellana llamada Beatriz Talegón que simpatiza con la causa (en fin...) prorrumpió en sentidos pucheros porque en su pueblo la insultan a cuenta de su simpatía con los separatistas.
Y también la inefable Pilar Rahola lloró a moco tendido a cuenta de los Jordis, a los que en el fondo ella misma recalentó con sus discursitos incendiarios y que ahora están en prisión. ¡Pobres Jordis, cuánto cautiverio les espera!
La situación política ha traído numerosas novedades al foro. Entre esas novedades está el cada vez más extendido lloro de las lloronas. Las cosas no salen como ellas pensaban que saldrían, y entonces venga a llorar.
Preparémonos, pues este lagrimeo es sólo el principio. "Queda gente por detener", según la expresión proverbial de la policía; el año próximo puede ser terrorífico (para los golpistas) y tengo para mí que habrá ocasiones de sobre para llorar.