Una de las imágenes de este verano marcado por toques de queda solo para los malos chicos de Tabarnia, fue ver cómo un príncipe amarillo más que azul, que hasta hace poco estaba retenido por orkos y otros seres malignos, socorría a una desvalida mujer que lloraba ante la incomprensión de sus ciudadanos. Ada, patética tu imagen, patético el pregón y patético el micromachismo que nunca denunciarás porque el macho alfa infractor tiene más pedigrí populista que tú, que ya es decir. A la política se ha de ir llorado de casa y la lagrimita fácil ni conmueve ni engaña. No sufras más y vete a casa cuanto antes, pídeles a tus chicos de Madrid un Ministerio o mejor aún una canonjía internacional y deja a esta ciudad en paz.

En Gracia te silbaron, pero no son los únicos que tienen motivos para hacerlo. En Sants te han vuelto a silbar, aunque allí dejaste atrás la lagrimita fácil. En Sant Andreu te silbarían por convertir la recogida de las basuras en un caos, en la Diagonal por cerrar la mitad al tráfico desde hace meses y amenazarnos con un tranvía que nadie quiere, en el Ensanche por tratar de enmendar a Idelfons Cerdà con las superillas que solo sirven para entorpecer, en el Raval por la proliferación de narcopisos, en Ciutat Vella por el incivismo y la delincuencia, en toda la ciudad por las incomprensibles decisiones contra los coches, por los pilones de los infinitos y mal diseñados carriles bici, por los autobuses en contra dirección y por las horrorosas terrazas en la calzada… hasta los muertos te silbarían si pudiesen por la pésima gestión de tanatorios y cementerios.

El millón setecientos mil habitantes censados en la ciudad de Barcelona tienen motivos para silbarte por la suciedad, la decadencia, el urbanismo táctico o la inseguridad. Pero es que a ellos se pueden unir los más de tres millones que habitan el área metropolitana a quienes olvidas y les prohíbes venir en coche, especialmente si no tienen dinero para comprarse un coche nuevo. Porque querida Ada, Barcelona ha sido, y tiene que seguir siendo, una ciudad abierta, lo primero para sus vecinos más cercanos. Tiendas, restaurantes, cines y teatros viven también de clientes de Granollers, Sabadell o Cornellà. Y quienes vienen a disfrutar de esta ciudad tienen derecho a entrar con su coche y a aparcar. Barcelona es una de las ciudades de España, si no del mundo, que mayor número de plazas de parking público y privados tiene en su centro. Supongo que también querrás arruinarlos, porque todo lo que haces parece tener solo un fin, empobrecer a los ciudadanos.

Bueno, no a todos. Parece que a los chiringuitos y los medios de comunicación de amigos y conocidos no les va tan mal. Con dinero de todos subvencionas lo que mejor te parece, en muchas ocasiones mediante ayudas directas, sin concurso ni sonrojo.

Nos tenías acostumbrados a ser el niño en el bautizo y el muerto en el funeral, protagonista de todo por buscar un voto más. Le contaste en Sálvame a un icono gay que fuiste bisexual en tu juventud, en un foro de mujeres dijiste que te acosaron sexualmente y supongo que sería por empatizar que hasta tu pareja se saltó las recomendaciones del mágico Procicat y salió de Barcelona con tus hijos cuando no debía. Se hacía raro que no hubieses enfermado del Covid para seguir empatizando, pero ahora querida y admirada Ada, has vuelto a empatizar con quienes han sufrido lo que tú denominabas jarabe democrático. Fueron los tuyos los que importaron de Argentina el escrache, un lamentable, injusto y reaccionario acoso al político. Y mira por dónde te han escrachado a ti. Permíteme decirte que tu reacción no ha estado a la altura. Busca en youtube qué hizo el alcalde de Vitoria en una situación similar y tal vez puedas entender lo que es un político de verdad.

Un político con mayúsculas te cedió la silla que hoy ocupas. Donde él ha desarrollado su carrera los partidos se ponen de acuerdo para evitar un mal mayor. Pero hoy el mal mayor eres tú, Barcelona se desangra por tu culpa y nadie lo puede hacer peor. Se acercan las fiestas de la Mercè y luego vendrán las de Les Corts y las de Sarriá. Ada, hazte un favor y no sufras más, déjalo ya. Siempre podrás recordar en tu vejez, como el protagonista de la novela de Nabokov que lleva tu nombre, que fuiste alcaldesa de la que un día se creyó la mejor ciudad de España. Igual para entonces ya se habrá recuperado del inmenso daño que le has hecho.