Sirviéndome de una famosa frase de Churchill sobre Rusia, diré que saber qué pasará las próximas semanas en la política catalana se ha convertido en "un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma". Que JxCat y ERC andan a tortazos no es ya ningún secreto, pero todavía es pronto para determinar si la convocatoria de nuevas elecciones acabará siendo la única salida al imposible legal de que Carles Puigdemont sea investido. Pero no es lo mismo que el president del Parlament, Roger Torrent, ceda a la pretensión del legitimismo y se produzca dentro de unos días una votación simbólica, que si las elecciones se convocan finalmente ante la incapacidad del independentismo por ponerse de acuerdo en una investidura "efectiva", como argumentan los republicanos para sugerir que el prófugo de Bruselas tendrá que ser "sacrificado", antes o después, porque lo importante es anular el 155 y recuperar el autogobierno.

Puede que vayamos a elecciones como consecuencia del cisma separatista, o que la salida se encuentre justamente en profundizar en las virtudes constitucionales del artículo 155, cuya aplicación ha sido muy suave. En octubre pasado, sirvió para cortar en seco el riesgo de una aparente dualidad de poderes tras la DUI, para convocar las elecciones del 21D y dar tranquilidad a mucha gente angustiada, pero apenas ha modificado la gobernación de la Generalitat, entre otras cosas porque solo se han producido los ceses más imprescindibles en la estructura del Govern. El 155 no ha variado "la normalidad" de la administración catalana, circunstancia de la que se sentía especialmente satisfecho Bermúdez de Castro, secretario de Estado para las Administraciones Territoriales. Tal vez por eso "dimitir no dimitía nadie. De 8 a 15 todos acataban", ha constatado casi sorprendido este sorayo sin preguntarse qué merito tenía acatar la nada.

Si no hay nuevo Govern en el plazo de dos meses o si el Parlament desobedece las medidas cautelares dictadas por el TC, a los catalanes nos conviene profundizar en gestionar la autonomía bajo el 155

Ahora bien, podría suceder que, si la Mesa del Parlament acabara desobedeciendo las medidas cautelares dictadas por el Tribunal Constitucional, el Gobierno español decidiera ampliar las medidas del 155 e intervenir durante un tiempo largo el autogobierno, pensando sobre todo en corregir el bochornoso papel de los medios públicos de comunicación y en hacer cumplir, por ejemplo, lo establecido por los tribunales en diferentes sentencias de que al menos un 25% de la enseñanza se imparta en castellano. Y en ese caso no habría elecciones hasta dentro de unos años, porque lo inteligente sería dejar mucho margen después de que la justicia resolviera todos los casos que ahora se están investigando en relación a la intentona secesionista y sus ramificaciones.

Hay muchas incertidumbres por resolver y por ahora toca esperar a que el Tribunal Constitucional se vuelve a pronunciar, y nos aclare el limbo jurídico en el que estamos, pero la respuesta al acertijo catalán pasa por volver a la normalidad, es decir, al respeto de la Constitución y el Estatut. Lo pueden hacer todavía las fuerzas independentistas si se ponen de acuerdo en elegir a otro candidato que se comprometa a gobernar en el marco del Estado democrático y de derecho. De lo contrario, lo que no podemos es ir a nuevas elecciones bajo ningún pretexto. Si JxCat y ERC no quieren o no pueden gobernar la autonomía, por las razones que sea, no se les puede obligar. ¡Basta de circos! Es hora por tanto de decir que, si no hay nuevo Govern en el plazo de dos meses o si el Parlament desobedece las medidas cautelares dictadas por el Tribunal Constitucional, a los catalanes nos conviene profundizar en gestionar la autonomía bajo el 155. No hay que tener miedo a sus consecuencias, ya hemos visto que no es tan fiera la bestia como la pintan. El Gobierno español con el apoyo de Ciudadanos y PSC-PSOE harían bien en empezar a discutir posibles escenarios.