No nos dejan tregua. Llevamos tantos días, meses y años en la montaña rusa de las inclemencias a las que nos abocan los lideres independentistas que alguien podría pensar que se les está agotando la munición de despropósitos que plantear a la ciudadanía. Se equivocaría.

Si no fuera porque este hartazgo se está haciendo infinito, diríamos que ya nos han sorprendido todo lo que nos podrían sorprender. Pero no es así. Tienen una fuente inagotable de soflamas, frases vacuas, propuestas y quimeras imposibles que demuestran (eso hay que reconocerlo) que su capacidad de abocarnos a la discordia, al fracaso y al mal gobierno no tiene límites y parece no tener fin.

Se hace cansino incluso para uno mismo darse cuenta que, por más que pienses que nada de lo que el presidente de la Generalitat Quim Torra pueda hacer o decir te sorprenderá, siempre hay un nuevo hecho, una nueva frase y un nuevo gesto que vuelve a noquearte.

Esta semana han habido múltiples ejemplos. Sin ir más lejos, el sujeto en cuestión ha dicho en Catalunya Ràdio que “…eché de menos que no hubiera otros consellers que me siguieran en mi desobediencia”. ¡Esa desobediencia que ha provocado su inhabilitación como diputado!

¿Pero cómo alguien tan poco valido para dirigir un país puede estar liderando nada?

Sería esperpéntico e histriónico si no fuera lamentable y muy preocupante que cada vez que el actual presidente de la Generalitat tiene que ejercer de político no apareciera, de nuevo, ese gnomo activista prorrevolucionario que lleva dentro.

La tendenciosidad, manipulación uso ficticio de las palabras y de las consignas no deja de asombrarme.

Después de la evidencia de la fractura entre ERC y Junts per Catalunya (JxCat) en el Govern, al acatar los primeros la resolución de la sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo de despojar de la condición de diputado al presidente Torra, intentando así proteger la institución de la Generalitat manteniéndolo aún como presidente, el susodicho caballero se ofende; da por liquidada la legislatura y nos avisa que, una vez aprobados los presupuestos de la Generalitat, va a convocar elecciones

¿Pero qué esperaba? ¿Que el president del Parlament, Roger Torrent, se hiciera el harakiri? ¿Qué pretendía? ¿Bloquear cualquier resolución que el Parlament pudiese y debiese aprobar para que Cataluña dejara ya del todo y sin remedio de funcionar?

¿Pero qué narices se ha creído? ¿Que este territorio, como no tiene la independencia que él pretende, es suyo y puede hacer con él lo que le venga en gana?

No, señores, no. Son muchos los que quieren la independencia, y también son muchos lo que no la quieren, y ninguno de ellos, ni los unos ni los otros, tienen derecho a bloquear e impedir que se aprueben leyes, se gestionen los presupuestos y se solucionen los problemas de la gente… Dicho de otro modo, que se gobierne Catalunya tal y como se merece.

Porque al final, señor Torra, alguien que se pone en boca el amor a su país constantemente debería saber --a no ser que sea un fanático irracional-- y tener muy, pero que muy en cuenta, que no se puede querer a un país sin querer a sus ciudadanos. Y eso va ligado, de manera indisoluble, con también querer lo mejor para esos ciudadanos. Y querer lo mejor para estos ciudadanos no pasa por propuestas de desobediencia, cortes de carretera o "paros de país", que solo sale gratis y no les pasa factura porque se juegan bien poco a los funcionarios, a los jubilados y a los estudiantes de las universidades públicas.

¡Y no nos hablen más del mandato popular!  De verdad, ¡no nos hablen más! El mandato popular te da la confianza y potestad para que gobiernes, mejores la vida de los que te han votado y los que no lo han hecho y lleves a la gente a un buen puerto. El mandato popular no te da licencia para que olvides tu condición de presidente de una autonomía y te aboques a hacer de activista.  

La próxima semana, encuentro con Pedro Sánchez… ¿Para qué, señor Torra? ¿Para qué? ¿Para hablar solo de autodeterminación y de amnistía? Usted solo pretende con esta nueva artimaña rastrera dinamitar cualquier atisbo de punto de encuentro que estoy segura tanto ha costado encontrar a un PSOE presionado por la derecha más beligerante de este país y a una ERC condicionada por sus propias promesas.

De nuevo la intemperie gubernamental. ¿A qué vino, señor Torra? ¿A qué vino?