Unos días después de recoger el Premio Nobel de Literatura de 1957, Albert Camus declaraba que “entre la justicia y mi madre, elijo a mi madre”. Situaba esta manifestación en el contexto de la lucha de liberación contra el colonialismo francés que vivía su Argelia natal, de donde decía que el día a día transcurría bajo un régimen de esclavitud. Sesenta años después, la secretaria general de ERC, Marta Rovira, entre la república y su hija, eligió a su hija. Nada se puede objetar a tan libre y entrañable decisión de inspiración maternofilial.

Ignoro si la lideresa republicana ha leído la vasta obra de Albert Camus. Desconozco asimismo si conoce el alegato a favor de la descolonización y contra la represión Los condenados de la tierra de Frantz Fanon o si ha visto el filme sobre la lucha de un pueblo que es La batalla de Argel de Gillo Pontecorbo. Libro y película enaltecieron el combate de los argelinos por su independencia y el principio de acción-reacción-acción del FLN ha inspirado a múltiples movimientos revolucionarios del Tercer Mundo. Si no lo ha hecho, dispone de tiempo y magnífica ocasión para leer y visionar unas obras fundamentales sobre la rebelión de un pueblo en defensa de sus aspiraciones nacionales frente a una metrópoli, esencia del derecho de un pueblo a la autodeterminación y a ser dueño de su destino. Podría hacerlo ahora, mientras se deleita saboreando un chocolate en la siempre neutral Suiza, al tiempo que contempla el devenir del tiempo en un reloj de cuco y ejerce su inalienable derecho de madre. Todo un divertimento que la permitiría ahondar en la reflexión sobre el derecho de autodeterminación de los pueblos y la evitaría protagonizar alguna decisión de alcance como ordenar el rechazo de Esquerra a la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado.

Lenin también dirigió la Revolución de Octubre, un siglo antes, desde Suiza en donde estaba exiliado; pero no creo que Marta Rovira regrese a Cataluña en un tren sellado y protegida por los alemanes. Dicen que fue ella quien trasladó a Pere Aragonès, consejero de economía de la Generalitat, la orden taxativa de votar contra los Presupuestos con un “¡Si no, os vais a enterar!” Otra frase para la historia del proces. La duda que puede asaltarnos es si la susodicha hizo tal aseveración investida de la autoridad que teóricamente le otorga su cargo o porque mantiene hilo directo con el inquilino de Waterloo, personaje de sainete que solo comparte con Fabrizio del Dongo, el joven protagonista de La cartuja de Parma el escenario napoleónico de una batalla que nunca entendió y fue por la vida de fracaso en fracaso, confundiendo sueño y realidad.

Mientras se encuentra encerrado con sus pensamientos entre muros ciegos, ¿qué pensará Oriol?, como familiarmente aludía la secretaria general republicana a Junqueras, el presidente de su partido, en la carta que dejó cuando optó por el exilio; sería clarificador saber qué siente el preso ante el Tribunal Supremo, tanto de la orden dada como de la fuente de inspiración de donde parece que emanó. Cual bolcheviques y mencheviques, desde hace tiempo, conviven dos almas en ERC: una a la izquierda y otra en la independencia. Viene de antiguo. Funcionan como vasos comunicantes. Antes prevalecía el aliento izquierdista: basta recordar los años del tripartito que presidió Pascual Maragall. Pero los tiempos cambian y los equilibrios mutan.

La Batalla de Barcelona será decisiva por muchas cosas: para el futuro de la ciudad, para el de Cataluña, para saber cómo se combinan ambas almas y para discernir la proporción entre lo urbano/cosmopolita y lo rural/carlista en la toma de decisiones en la formación republicana. La mayoría de los votantes barceloneses de ERC (55,6%) prefiere un pacto municipal con el resto de fuerzas independentistas, en lugar de con Comunes y PSC (33,7%), según el último sondeo de Crónica Global. ERC no escapa a las tensiones que vive el secesionismo y, en general, la sociedad catalana. Una ruptura interna ahora sería fatal, cuando todo parece ser miel sobre hojuelas para un partido al que los sondeos apuntan como triunfador de los próximos comicios, tanto generales como municipales, frente a sus socios del PDeCAT. Una hipótesis que, sin duda, debe poner los pelos de punta a Puigdemont, por difícil que sea de imaginar. Lo que queda de aquello que fue la pactista y previsible Minoría Catalana, que agrupaba a convergentes y democristianos, hubiese preferido aprobar la tramitación de los Presupuestos para negociar en los meses venideros. Experiencia no falta. Jordi Pujol fue el gran maestro.

El rechazo taxativo de ERC por imperativo categórico arrastró a ese mundo hoy indefinible a optar también por la negativa para evitar ser acusados de botiflers. El mismo temor que atenazó a Puigdemónt el 26 de octubre de 2017, cuando Marta Rovira rompió a plañir por el proceso, mientras se manifestaban unos jóvenes indepes en la plaza Sant Jaume y se revolvía el grupo parlamentario de Junts per Catalunya. Que nadie se llame a engaño: unos y otros parecen estar ahora entonando aquella canción infantil de “aquí te espero, comiendo un huevo, patatas fritas y un caramelo”. Ante el previsible resultado de los comicios generales, parece evidente que Pedro Sánchez, si gana las elecciones, como apuntan los sondeos, tendrá que negociar a múltiples bandas para conseguir apoyos a su Gobierno. Y vuelta a empezar. Como en el cuento de la buena pipa.