Se habla y escribe mucho acerca del quincuagésimo aniversario de lo que dio en llamarse "mayo del 68 en París". Suele hacerse como si aquellos días de profundas movilizaciones y agitaciones universitarias en la capital francesa hubiesen sido poco menos que un simple fenómeno aislado, cuando no un mero calentón de las meninges de algunos dirigentes estudiantiles. No se suele tener en cuenta que aquel mismo año se produjeron sucesos muy similares en otros países europeos, en especial en Berlín --allí la extrema derecha intentó asesinar al líder universitario Rudi Dutschke-- y también en varias ciudades italianas e incluso en la misma España --con aquel ya casi mítico recital de Raimon en la Complutense de Madrid, celebrado, por cierto, el 18 de mayo de 1968--.

Por lo general, se olvida o se tiende a menospreciar que, más allá de todas aquellas muestras de un intenso y profundo malestar generacional, 1968 fue un año de grandes sucesos que evidenciaron la existencia de graves conflictos que, al menos en gran parte, cincuenta años después continúan soterrados e irresueltos.

El brutal aplastamiento que las tropas soviéticas y las de sus satélites en el Pacto de Varsovia perpetraron de aquel “socialismo de rostro humano” que Alexander Dubcek intentó hacer realidad en Checoslovaquia en lo que conocimos como la primavera de Praga, tuvo lugar en agosto de 1968. El mismo año en que fueron asesinados en Estados Unidos dos personalidades de gran relevancia política, Martin Luther King y Robert Kennedy. También fue en 1968 cuando la criminal represión policial y militar de una protesta estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas de México D.F. se cobró decenas y tal vez centenares de víctimas mortales, sobre todo entre adolescentes y jóvenes. También fue en 1968 cuando, en la misma capital mexicana. y con motivo de los Juegos Olímpicos que allí se celebraron aquel verano, algunos atletas afroamericanos representantes de Estados Unidos demostraron en público su adhesión al movimiento Black Power en contra de la discriminación racial. Fue asimismo en 1968 cuando se intensificaron en casi todo el mundo occidental las manifestaciones de protesta contra la invasión militar de Vietnam por parte de Estados Unidos, una protesta que tuvo su expresión más pacifista en el movimiento hippie y en especial en muchas de sus expresiones políticas, sociales y culturales, sobre todo en el mundo de la música pop. Fue también en 1968 cuando se celebró en la británica isla de Wight el primer gran festival musical multitudinario, que tuvo continuidad a partir de entonces en otros países y en Woodstock, Estados Unidos, de un modo muy especial.

Sí, 1968 fue un año históricamente muy relevante. No solo, ni mucho menos, por los sucesos de “mayo del 68 en París”, aunque no por ello se puedan despachar aquellos hechos protagonizados por los universitarios franceses como si no hubiesen tenido su propia trascendencia. Sin duda no fue ninguna revolución; ni política ni social. Pero aquel “mayo del 68 en París” sí fue, de alguna manera, la explosión --es cierto que anárquica y un tanto irracional, y de ahí que no tuviera consecuencias positivas inmediatas-- de una juventud indignada con su presente e irritada ante el futuro que supo entender que le esperaba. Una juventud que no se resignaba a aceptar sin más una vida bajo los patrones del liberalismo capitalista basado en la economía de mercado, pero que rechazaba con igual o incluso con mayor firmeza el llamado “socialismo real” encarnado por los regímenes comunistas. Una juventud que, por encima de cualquier otra cuestión, reivindicaba la libertad como un derecho eminentemente individual, y que por consiguiente comenzó a poner en la agenda política cuestiones que hasta entonces habían sido sistemáticamente desatendidas, y en no pocas ocasiones incluso menospreciadas, como la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres, y por tanto la defensa del feminismo; el derecho de la mujer a su propio cuerpo, y por tanto la defensa de la legalización del aborto; el derecho a la libertad sexual de los adultos, con la plenitud de derechos ciudadanos sea cual sea la opción sexual de cada cual; el rechazo frontal al racismo y a la xenofobia; el derecho de todos a poder tener una muerte digna...

No, en el “mayo del 68” no hubo ninguna revolución política, social ni cultural. Pero sí fue durante aquel año cuando se comenzaron a plantear algunas grandes cuestiones políticas, sociales y culturales que medio siglo después nos siguen ocupando y preocupando.

Es muy probable que, como dijo años atrás uno de los líderes universitarios del “mayo del 68 en París” sobre él mismo y sobre sus antiguos compañeros, al menos en parte sea cierto aquello de que ellos quisieron cambiar el mundo y el mundo les acabó cambiando a ellos. Acaso él no se daba cuenta, ni nos damos cuenta todavía muchos de nosotros, pero incluso así deberíamos asumir de una vez por todas que en gran parte ahora casi todos somos herederos de muchas de las pequeñas grandes conquistas del “mayo del 68”.