En el cuartel de Sant Boi de Llobregat, conocido como la base de automovilismo del Ejército en Cataluña y uno de los destinos ideales para cumplir el servicio militar, tuvo lugar un episodio muy significativo en la larga noche del 23 de febrero de 1981, del que fue protagonista principal el capitán Gabriel Cardona.

En realidad, lo que sucedió en el cuartel de Sant Boi, y que tuvo su réplica en otros centros militares, certificó que el país se estaba encaminando ya hacia la consolidación de la democracia.

Fue un suceso clave que evitó la participación en el golpe de Estado de los tanques basados en Cataluña. Nadie se movió en Sant Boi, como nadie se movió en los restantes cuarteles de este país y, desde luego, como ya había sucedido en 1936, la Guardia Civil respetó el orden constitucional.

Lo narró Gabriel Cardona, a la sazón capitán de Infantería, en su libro Las torres del honor. Cardona murió prematuramente como consecuencia de un accidente el 5 de enero de 2011, hace ahora 10 años.

“La tarde del 23 de febrero de 1981 llegué al cuartel de Sant Boi, a 10 kilómetros de Barcelona, cuando los carros y blindados estaban repostando y municionándose por si tenían que salir. Durante años, salir fue un eufemismo que significaba sacar las tropas del cuartel con intención política. En aquel momento parecía a punto de suceder”, dice Cardona en el libro.

En Sant Boi estaba basada la única unidad acorazada del Ejército en Cataluña, un par de docenas de carros y otros tantos vehículos blindados.

El objetivo de Cardona y de otros oficiales demócratas de la unidad era impedir que esa fuerza acorazada “saliera” por la trascendencia que esa acción hubiera podido tener en la consolidación del golpe. No tuvieron necesidad de adoptar ninguna medida contundente y concentraron su esfuerzo en la acción psicológica, algo de engaño, el conocimiento de las debilidades de sus jefes y todos los trucos aprendidos durante años en la sala de banderas.

Gabriel Cardona había sido uno de los fundadores de la Unión Militar Democrática (UMD), una asociación clandestina nacida en los últimos años del franquismo que se proponía impedir un posible golpe militar que arruinara definitivamente la Transición a la democracia. La UMD tenía su mayor arraigo en Barcelona, donde estaba destinado el comandante Juli Busquets, uno de sus miembros más destacados.

Natural de Es Castell (Menorca), Cardona fue uno de los militares de la UMD que mantuvieron la conexión con los periodistas de Barcelona, en particular con el Grup Democràtic de Periodistes, en los días tensos de la detención de Josep Mª Huertas Claveria, en el verano de 1975. Fueron contactos discretos y clandestinos.

Cardona, doctor en Historia, fue posteriormente profesor en la Universitat de Barcelona, y jefe de la Guàrdia Urbana de Badalona.

La proximidad de Cardona con sus soldados facilitó las cosas el día del golpe de Tejero. En Las torres del honor cuenta la anécdota de que, entrada la noche, llegó uno de ellos a avisarle de una incidencia en la puerta del cuartel. Saltándose al jefe de servicio, que hubiera sido el camino reglamentario, el cabo primero de guardia, soldado de reemplazo, intuyó que sería más fácil resolver el problema directamente con el capitán Cardona. Sucedía que la guardia había detenido a punta de fusil un Land Rover de la Guardia Civil. Resultó al final que la patrulla simplemente se estaba desplazando para vigilar el transformador eléctrico de Sant Boi como era habitual en circunstancias excepcionales.

Nervios, intentos de neutralización por parte de los jefes más franquistas, y larga espera hasta que la televisión emitió el mensaje del Rey. Que no todos interpretaron de la misma manera.

“Pues no ha dicho nada”, cuenta que dijo uno de los jefes.

“Pues yo creo, mi comandante, que lo ha dicho todo” intervino un teniente.

“¿Sabéis que os digo? Esto se ha terminado; en consecuencia, todos a la cama, que ya es hora --corté yo--, y todos nos decidimos a marchar”, terminaba Cardona.