El fin semana de Sant Joan estuve, en 1980, por primera vez en San Sebastián. Acaba de salir publicado un libro de luto sobre ese año negro de los terribles años de plomo. Tenía 22 años, lo único bueno en lo personal fue eso. Recuerdo que la policía paseaba en coche de dos en dos. Vimos en la barra de un pub a dos clientes que se partían la cara, uno ensangrentado que estaba KO, y escandalizado, --eso sólo lo había visto en el cine--, le dije al camarero de la barra que avisara a la policía porque uno iba a matar al otro. El empleado nos dijo que la policía no vendría, porque temía que era una trampa de ETA.

En 1980 cada semana había dos asesinatos. Años barbaros. Te perdías en las carreteras, porque los batasunos habían puesto en negro todos los carteles informativos de las direcciones para que la policía se perdiera. Después de casi cuarenta y cinco años de terrorismo (en 1968 ETA mató a Pardines el primer guardia civil de Tráfico que se iba a casar con una vasca en Tolosa), hubo un día feliz. Fue el 20 de octubre de 2011, el anuncio del cese definitivo de la violencia, por parte de ETA. 

Ahora, cada día en España cae un avión con casi doscientos pasajeros --los muertos por el Covid---no sólo en la nación, sino en Europa y en Occidente. El derrumbe económico de este maldito año nadie lo olvidará, ni la crisis institucional por la decisión de Pedro Sánchez de hacer caso a Pablo Iglesias y enfrentarse al poder judicial. La guinda de las crisis territorial por el embate separatista del Govern fue la irrupción de Vox.

Estamos condenados al infierno, quiera Dios que sea transitorio.