Esta semana le contaba a un amigo muy orgullosa el último email que le había enviado a mi ex, donde le insultaba de lo lindo y le decía que no quería volver a verle nunca más. Y él, con voz pausada y tranquila, me respondió: “Mira, Andrea, me recuerdas al protagonista de esa serie, mmm... ahora no recuerdo el nombre, que tenía un temperamento muy impulsivo y se decía a sí mismo: '1, 2, 3, 4, 5, 6, yo me calmaré, todos lo veréis'. ¿Por qué no lo aplicas cada vez que tengas un ataque de dramaquenismo?”.

Su comentario me hizo reír un montón. Se refería a Carl Winslow, el protagonista de la serie Cosas de casa, que usaba esa frase como mantra cada vez que su vecino Steve Urkel le ponía de los nervios, cosa que sucedía a menudo.

La gente que me conoce bien sabe que tengo tendencia a ser impulsiva y un poco agresiva, es decir, a soltar cosas de las que luego me arrepiento, cuando una situación o persona me decepciona, sea un exnovio, mi hermano llevándome la contraria en temas de política o una amiga soltándome un comentario que yo considero machista.

Recuerdo, por ejemplo, una discusión muy fuerte con una amiga yogui que me reñía por desear tener a mi hijo por cesárea en lugar de tener un parto natural. “¿Al final, el cuerpo es mío, no?”, la corté, enfadada. La posición de mi amiga era comprensible --es la que defienden todos los ginecólogos, tanto de la pública como de la privada-- pero sigo sin entender por qué la mujer no puede elegir la forma en la que quiere traer a su hijo al mundo. A mí me daba un pánico tremendo que me rajaran la vagina y estaba dispuesta a asumir otros riesgos para mi salud antes de ese. Por fortuna, acabé teniendo una cesárea. Pero solo fue por fortuna. Yo lo que quiero es que nos permitan elegir.

Lo mismo para un tema mucho más fuerte: el aborto. Por suerte, no estamos en Estados Unidos o en un país del tercer mundo o ultrarreligioso, y aquí tenemos el derecho a decidir si queremos tirar adelante con un embarazo o no. Pero a veces no resulta tan fácil. El otro día un familiar me contaba el caso de una chica alemana de 25 años (la novia de un conocido) que se había quedado embarazada por accidente. Ella no lo quería tener, pero su padre, un hombre de mucho dinero que la mantiene a cuerpo de reina para que pueda vivir en Barcelona sin tener que trabajar, había amenazado con cerrarle el grifo si abortaba. Al parecer, su ilusión de ser abuelo iba por delante de la voluntad de su hija. Si un día me cruzo con ese hombre, es probable que decir "1, 2, 3, 4, 5, 6..." no sea suficiente para mantenerme calladita.

Por suerte, nunca he tenido necesidad de abortar. Mi experiencia más cercana con este tema fue cuando tenía 30 años y vivía en Pekín. Después de una noche loca con un periodista francés que probablemente no volvería a ver, fui a una farmacia a comprar la pastilla del día después. No sentí ningún tipo de remordimiento.

Tampoco sintió ningun tipo de remordimientos mi amiga Ana, madre de gemelos, cuando hace cinco años le comunicaron que volvía a estar embarazada de gemelos. “Después de haber tenido gemelos una vez, tenía muy claro que no quería volver a pasar por lo mismo”, me confesó mientras cenábamos calamares a la romana en un chiringuito de Caldetes. Su marido era más partidario de tenerlos. “Si teníamos claro que queremos tener otro hijo, qué más da uno más”, le decía. Pero ella tenía muy claro que no. Por el trabajo que le supondría, y por el tute físico que supone un embarazo gemelar. Al final, el destino quiso que uno de los fetos falleciese pocos días después, librándola de tener que abortar. “No sabes cómo me alegré”, me dijo, confesando que en ningún momento se había sentido triste por haber perdido a un futuro hijo.

En ningún momento se me ocurrió juzgar lo que mi amiga me explicaba. Cada mujer debería poder hacer lo que le dé la gana con su cuerpo, libre de presiones familiares, religiosas o médicas. ¿O no? Lo único que no acabo de entender es por qué el tema del aborto hace salir a tanta gente a la calle a manifestarse (sea a favor o en contra), y en cambio, cuando hay una matanza de niños en un instituto de Estados Unidos, no sale nadie. La humanidad es muy rara. #TodosSomosUvalde.