Terry no ha notado para nada las limitaciones de movilidad decretadas en el estado de alarma ante la pandemia del coronavirus. Él va a lo suyo y Llorenç lo despierta igual que cada día, a la misma hora. Desayunan en casa y sacan a pasear a sus chicas, un rebaño de ovejas por las comarcas de Girona, donde viven. Las ovejas y sus corderos son el sustento de la familia, al tiempo que son proveedoras de leche, que también se convierte en quesos, y de carne.
Llorenç es consciente de que la pandemia esta aquí y toma sus precauciones, pero continúa con sus hábitos cotidianos. Saca a pastar el ganado, con su fiel Terry echando un capote y tomándose muy en serio sus funciones. Sus jornadas son como las de siempre. Pasa el día encerrado en su soledad, no en casa, sino en campo abierto. Es la soledad del pastor, y la valentía ante la adversidad, las que le han curtido a lo largo de los años y que nos permiten disfrutar de ciertos placeres en casa.
Cuando llega a su hogar sigue trabajando, porque los animales necesitan atención permanente. Su jornada no tiene tiempo fijado. Cuando acaba sus labores, cambia la charla con los vecinos o el paseo por su pueblo por una ración de sofá frente a la televisión. Aquí sí nota la reclusión, aunque la pastorea con orgullo y fuerza.