Es tímido y no le gusta salir en las fotos, pero su sombra, la prolongación de su cuerpo a primera hora de la mañana, le delata ante un campo de escarolas. Ernest es un empresario agrícola del Baix Llobregat con una explotación de 6,5 hectáreas y 4.000 metros cuadrados de invernaderos en Gavà.
Distribuye acelgas y escarolas en invierno a una cooperativa y dos mayoristas en Mercabarna, donde llega con el producto fresco antes del mediodía.
Su trabajo nos permite comer
Ernest es el primer eslabón de la cadena alimentaria y un representante sin igual de la huerta de Barcelona. Sin él, sin otros muchos como él, el confinamiento a causa de la pandemia del coronavirus se haría todavía más difícil. Sus productos, tras pasar por la parada obligada de Mercabarna, los podemos comprar tanto en los pequeños comercios de barrio como en las grandes superficies.
El estado de alarma no ha modificado sus ritos y costumbres. Se levanta muy temprano, recoge el producto y lo lleva a la Zona Franca. Ernest ya está pensando en el cambio de tiempo porque para el verano las acelgas y las escarolas dejarán paso a los tomates, los pepinos y las judías verdes. Para entonces, él --como todos-- espera que este mal sueño sólo será un recuerdo.