'Homenot' Charlie Watts / FARRUQO

'Homenot' Charlie Watts / FARRUQO

Música

Charlie Watts y la elegía de los inmortales

La muerte del baterista de los ‘Stones’, discreto caballero británico y amante del ‘jazz’, anticipa el crepúsculo definitivo de la banda de ‘rock & roll’ más grande de la historia

25 agosto, 2021 00:10

Charlie Watts, como dicen los británicos, ha pasado a mejor vida. Sabíamos que el mítico batería de The Rolling Stones desde su fundación en 1963, hace ya 58 años, no iba a poder acompañar a la banda –por prescripción médica– en la próxima gira No Filteren la que la banda tenía previsto ofrecer trece conciertos, entre septiembre y noviembre, a lo largo y ancho de Estados Unidos. La noticia de su desaparición hiela el corazón a pesar de la avanzada edad del músico. Pertenecía al núcleo de los inmortales, junto a Keith Richards y Mike Jagger, una tribu a la que el desvarío del rock and roll, el amor al blues y las experiencias psicodélicas parecían haberle concedido el don de la eterna juventud. Con su final, Watts inaugura el preludio del ocaso de los Stones, en los últimos años más admirados por su estatus histórico que por su invención.

El baterista, célebre por su capacidad para pasar desapercibido entre los egos revueltos de The Glimmer Twins, líderes del negocio, se había sometido en 2004 a una operación de cáncer de garganta. Un año después se rompió varias costillas y el brazo en un accidente automovilístico en Niza. El pasado 5 de agosto el grupo anunció que su participación en la gira americana se cancelaba y que Watts sería sustituido temporalmente por Steve Jordan. “Será lento, pero volveré”, dijo entonces. No ha podido ser; el imperturbable músico ha muerto en el hospital y deja hijos y nietos. 

Watts

Los Stones sentaron las bases del rock contemporáneo contando siempre con el favor de la crítica. Muchos de sus temas forman parte de la lista de los mejores artistas y canciones de todos los tiempos de la revista Rolling Stone. Ningún grupo de rock hasta la fecha ha tenido una trayectoria tan duradera y reconocida como los Rolling. A día de hoy, pese a esta triste noticia, siguen siendo dueños de la sociedad musical más longeva de la historia. La banda nació en abril de 1962 con Brian Jones, Jagger, Richards, Bill Wyman, Watts e Ian Stewart. Jones fue despedido por los demás integrantes en junio de 1969; falleció tres semanas después y fue reemplazado por el guitarrista Mick Taylor, que dejaría a su vez el grupo en 1975 y sería sustituido por Ronnie Wood. Con el retiro de Wyman en 1993 se incluyó al bajista Darryl Jones, que toca con la banda desde Voodoo Lounge (1994), pero no es miembro oficial.

Charlie Watts nació en Kingsbury (Londres) el 2 de junio de 1941 y se incorporó a los Stones en enero de 1963. Pese a no militar en la célula fundadora, fue una parte fundamental de la banda y de sus logros. Llevó una vida monacal si la comparamos, claro está, con Keith Richards, Mr. Junkie. Y mostró lo mejor su carácter en plena pandemia del Covid cuando Jagger decidió ofrecer conciertos improvisados y gratuitos desde su casa. La gente se comunicaba con los Stones, tanto si usaban un instrumento adecuado o hacían sonar las tazas de te con una cucharilla. Watts se apuntó con entusiasmo, aunque en vez de una batería usó el bombo de detergente de la lavadora de su casa, la mesa de la cocina y una campanilla del servicio colocada a modo de atrezzo.

El nuevo disco de Charlie Watts ABCD of Boogie Woogie se llama “The ABCD of Boogie Woogie Live in Paris” 2012 768x768

Watts llegó al grupo procedente de las filas del jazz, un género que explica su forma de acariciar los platos y la batería y practicar la percusión. Ayer mismo, una parte de los devotos de la Barcelona más jazzística intentaba de agrupar a los músicos desperdigados por las vacaciones para dedicarle una última jam session como despedida. La noche habrá sido larga, aunque nadie tuvo tiempo de imaginar cómo van a llenar el inmenso vacío dejado por los efectos dinámicos y macizos de Watts. 

El baterista dejó muy buen recuerdo en la Ciudad Condal en abril 2012, a su paso por la sala Luz de Gas, donde tocó acompañado por Axel Zwingenberger, Ben Waters y Dave Green. Fueron dos sesiones y dos noches en las que Watts confesó que había entrado en los Stones en los sesenta porque Keith y Mike respetaban su afición al rhythm and blues y se lo pasaban en grande cuando el rock era la música de moda, por la que el músico nunca sintió un excesivo interés.

Siempre compaginó su presencia en el grupo con su propio quinteto de jazz, con el que, junto a otras obras, editó con éxito un sentido homenaje al saxofonista Charlie Parker, muerto por sobredosis. En Barcelona, en cambio, se dedicó a tocar The ABC&D of Boogie Woogie, un disco dedicado a los pioneros de este estilo y presentado antes en el Lincoln Center de Nueva York. 

Culturalmente, los Stones comenzaron con el blues –especialmente amaban a la escuela de Chicago, alimentada por el sello Chess Records y maestros como Muddy Waters, llegados a la Windy City desde el mítico Delta rural del Mississippi– y llegaron a la cima gracias al rock and roll, además de sumergirse, a finales de esa década, en el movimiento contracultural hippie, dada su especial querencia por las sustancias alucinógenas y la música. En la década de los setenta, el himnario védico era visto como generador de vida. Y Watts, hombre de gustos exquisitos y carácter contenido, el epítome del cool, ascendía al escenario habiéndose metido una poción del Bálsamo de Gallard, el jugo de la India del que habla Macrobio en los Saturnales. El cielo y el infierno, separados por abismos inconmensurables, quedaban aterradoramente vinculados en su percusión, talentosa, fiable y brillante porque no era ni exagerada ni tampoco grandilocuente. 

Watts era tímido, elegante y un maestro de la plasticidad de los Stones. En los primeros años de la mítica banda, hoy mutilada, el influjo de la luna se manifestaba en el momento en que Watts entraba en el escenario. Así fue en los años de esplendor y así se mantuvo hasta el final, cuando el baterista empezó a marcar distancias con el circo mediante sus lacónicas frases entrecortadas, donde mostraba su disconformidad personal e incomodidad con ciertas servidumbre del negocio del espectáculo. 

Keith and Chsrlie

Keith Richards y Charlie Watts en los sesenta

Los Stones son un consorcio muy jerarquizado, una sociedad limitada tremendamente opaca. Desde que rompieron con Allen Klein, el histórico manager del grupo, el gerente ha sido Jagger. En los últimos años, Watts vivía un poco al margen de todo, pero amando a cada uno de sus compañeros de la banda, incluido el cantante y business man que negociaba anticipos, precios y sorteaba al Fisco británico, derivando las millonarias ganancias de la banda a holdings holandeses de contrastada técnica y habilidad.

Charlie watts

El representante actual de los Stones divulgó ayer un comunicado en el que la banda anunciaba “la muerte de nuestro querido Charlie Watts, en paz y rodeado de su familia, en un hospital de Londres”. El batería conocía la gravedad de su enfermedad, pero confiaba en su recuperación. Hace días se mostró feliz de que su amigo Steve Jordan le sustituyera en la gira americana, “después de todo el sufrimiento de los fans causado por el covid-19, realmente “no quiero que los muchos seguidores que tenían entradas para esta gira queden decepcionados por otro retraso o cancelación". Jordan ha participado en los álbumes en solitario grabados por Mike Jagger, además de haber trabajado, entre otros, con artistas como The Blues Brothers, B.B. King, Bruce Springsteen, Cat Stevens, Billy Joel, Bob Dylan o Beyoncé.

Quizá no sea el día de recordarlo, pero las discrepancias musicales en los Rolling y Watts habían ido creciendo con el tiempo. Él creía que todo estaba dicho. Pero Jagger y Richards insistían en incrementar la leyenda y el negocio, engordar la nota y el timbre. Watts fue un metrónomo; para él, cinco espacios no eran seis ni cuatro. No solía verbalizarlo. Sabía que la base una banda del rock depende, sobre todo, de la batería y el bajo, no tanto de la fiereza de la voz o los intensos riffs de guitarra. Watts creía en la inteligente dosificación de los sonidos que van entrando en escena. Y así, con absoluta elegancia british, nos ha dejado un poco más huérfanos.