Julian Casablancas, vocalista de The Strokes, en el Primavera Sound 2022 / DAVID ZORRAKINO - EUROPA PRESS

Julian Casablancas, vocalista de The Strokes, en el Primavera Sound 2022 / DAVID ZORRAKINO - EUROPA PRESS

Música

The Strokes

La banda pretendía volver a los buenos viejos tiempos de los New York Dolls o los Ramones

4 diciembre, 2022 22:15

Cuando el rock era relevante, cada equis tiempo se producía una especie de regreso a los orígenes (back to basics, para los anglosajones) en reacción a una lamentable confusión entre la vanguardia y la pretensión intelectual (David Bowie no tenía nada que ver con Rick Wakeman ni Roxy Music con Emerson, Lake & Palmer, por ejemplo). El punk surgió como autodefensa ante los delirios del rock sinfónico, y los neoyorquinos The Strokes lo hicieron contra el pop aparentemente escandaloso, pero en el fondo blando y banal, de Madonna y demás divas totalmente prescindibles. Los Strokes pretendían volver a los buenos viejos tiempos de los New York Dolls o los Ramones fabricando canciones rápidas y estimulantes de apenas tres minutos de duración y lo lograron con nota con su primer álbum, Is this it (2001).

Siguen en la brecha más de veinte años después, pero ahora ya son únicamente un bendito anacronismo al que estamos enganchados los que no llevamos nada bien la pérdida de influencia socio-musical de los ritmos que nos alegraron la adolescencia y la juventud. En sus inicios gozaron de una admiración desmedida por parte de la prensa pop y de la buena sociedad juvenil de Manhattan, que querían ver en el grupo algo que nunca fue: una auténtica banda de rock & roll.

Había algo falso en los Strokes, como lo hubo en Gato Pérez y su acercamiento a la rumba, pero en ambos casos, la autenticidad no hacía ninguna falta, pues la maniobra consistía en un acercamiento intelectual y de clase media o alta a músicas perpetradas habitualmente por gente inculta e intuitiva a la que, en muchos casos, les había sonado la flauta por casualidad. Los Strokes no eran unos gañanes de Staten Island como los New York Dolls ni unos desharrapados del Bronx, bordeando en algunos casos la delincuencia, como los Ramones. Los Strokes eran, en general, chicos de buena familia haciéndose los malotes. ¡Pero el invento funcionaba a las mil maravillas! Y a día de hoy, Is this it, con su escasa media hora de duración, sigue siendo uno de los mejores manifiestos rockeros jamás redactados, por mucho que se pareciera más a un producto de laboratorio admirable que a una declaración de autenticidad.

Probablemente, las cosas no podían ser de otra manera. El cantante, Julian Fernando Casablancas, era el hijo de John Casablancas (cuyo padre, Fernando Casablancas, fue un comerciante textil de Sabadell emigrado a Manhattan cuando la Guerra Civil Española), fundador de la agencia Elite Model Management y creador del concepto de súper modelo gracias a lanzamientos como Cindy Crawford, Naomi Campbell, Claudia Schiffer, Linda Evangelista o Giselle Bundchen. Uno de los guitarristas, Albert Hammond Jr., tenía por progenitor al gibraltareño Albert Hammond (exacto, el de Nunca llueve en el sur de California y colaborador ocasional de Julio Iglesias). Es decir, que estábamos ante un grupo de niños ricos con muy buen gusto que impostaban eficazmente una autenticidad de la que carecían. Lo curioso del caso es que esa pandilla de falsarios consiguiera fabricar una serie de discos que están entre lo mejor que ha dado el rock de guitarras en los últimos veinte años.

Después del formidable Is this it, vinieron los notables Room on fire (2003) y First impressions on earth (2006), tras el que pareció que el grupo se separaba. En realidad, cada miembro de la banda se dedicó a lo suyo durante un tiempo hasta que se reunieron en 2011 para publicar Angles, Comedown machine (2013) y The new abnormal (2020), disco éste en el que se produce cierta renovación de la fórmula musical habitual, pero sin perder la fuerza y la frescura de los primeros álbumes.

Hoy día, los Strokes ya no son un grupo de moda. Ya no aparecen regularmente en la revista Interview ni acuden a todas las fiestas de la joven modernidad de Manhattan. Pero sí han conseguido, ¡por fin!, resultar cada día más auténticos al enarbolar prácticamente en solitario la bandera del rock & roll (o del power pop) en un entorno progresivamente hostil a tan gloriosos inventos. Los Strokes se han hecho mayores y han ido creciendo con su público, que, de momento, aún es lo suficientemente numeroso como para que puedan seguir grabando discos. Es poco probable que se repita la muy agradable sorpresa que representó Is this it a principios de siglo, pero si siguen por la senda de The new abnormal, todavía nos lo pueden hacer pasar muy bien a quienes nos enganchamos a su brillante y vitalista simulacro rockero.