Marianne Faithfull, en uno de sus conciertos / Guillaume Laurent (FLICKR)

Marianne Faithfull, en uno de sus conciertos / Guillaume Laurent (FLICKR)

Música

Marianne Faithfull

Como todos los que han vuelto del infierno, la baronesa es un testigo privilegiado de su tiempo y además graba unos discos estupendos

10 mayo, 2021 00:00

Marianne Faithfull (Londres, 1946) podría estar muerta por culpa de las drogas, que se cebaron con ella durante los años 70, tras acabarse su relación con Mick Jagger, pero, aunque camine apoyada en un bastón, es una señora mayor muy digna que vive en París y graba de un tiempo a esta parte unos discos estupendos en los que suele colaborar lo mejor de cada casa (de P.J. Harvey a Jarvis Cocker, pasando por Nick Cave o Warren Ellis, quien la ha ayudado a dar forma a su último álbum, en el que homenajea a poetas clásicos ingleses). Para alguien que llegó a pasar años tirada en la calle y siguiendo una estricta dieta a base de heroína, su aspecto es impecable. Y no contenta con eso, ostenta el título de baronesa que heredó de su madre, Eva Sacher-Masoch, emparentada con el autor de La venus de las pieles, manifiesto literario de lo que luego conocimos como masoquismo (su padre, Robert, era un oficial del ejército británico).

Hay pocos personajes femeninos tan icónicos de los años 60 como Marianne Faithfull, it girl por excelencia del swinging London de los Beatles, los Kinks y los Stones (aunque la modista Mary Qyant y la modelo Twiggy también hicieron méritos al respecto). Chica lista, el papel de groupie (o de novia de famoso) era poca cosa para ella (aunque le bastó a su amiga del alma, Anita Pallenberg, compañera de Keith Richards durante un tiempo). Ponerse a cantar fue, en el ambiente en que se movía, una decisión lógica, y Jagger y Richards le regalaron su primer éxito, As tears go by, que ella ha grabado tres veces hasta dar con la que consideraba la versión definitiva. La primera, interpretada con voz alegre y juvenil -en 1964, Faithfull era la primita británica de Françoise Hardy- se daba de patadas con la letra de la canción, que es triste no, lo siguiente. La segunda, tras años de drogas y autodestrucción, cantada con esa voz rasgada y casi rasposa que la distingue desde hace años y que tan bien le fue para interpretar el repertorio de Kurt Weill a finales de los 90, era mucho más fiel a la intención original de sus autores. Y la tercera, grabada en 2018, fue la definitiva. As tears go by es una canción preciosa y melancólica que nunca debió cantar una chica de 20 años que aún no se había enterado de cómo podían torcerse las cosas en su existencia.

Marianne Faithfull renació de sus cenizas en 1979 con el álbum Broken english, que incluía otra pieza de una melancolía brutal, The ballad of Lucy Jordan, sobre una pobre chica cuyos sueños de trasladarse a París en un coche deportivo nunca se hicieron realidad. Su voz ya acusaba esos años de pasar frío en la calle que contribuyeron a su deterioro físico, aunque aún no se había perfeccionado hasta alcanzar el desgarro actual, cuya sedimentación cabe situar en el 2104 con el magnífico disco Before the poison, que para mí es lo mejor que ha grabado en su vida. Ahí empezó a rodearse de lo que antes he descrito como lo mejor de cada casa y que se ha encargado de suplir sus limitaciones como letrista y compositora, que ella ha sido siempre la primera en reconocer, pues otro mérito de esta gran mujer siempre ha sido no intentar aparentar lo que no es. Y para alguien que se vio metida en el mundo de la música casi por casualidad (u obligación), se ha construido una carrera en la que ninguna etapa es innecesaria. Puede que la Marianne de voz de cazalla y años de dolor acumulado constitutuya la versión mejor y definitiva del personaje, pero también puede disfrutarse de ella en esas inocentes primeras grabaciones en las que una chica que no intuye lo que se le viene encima canta con la alegría propia de quien cree que todo le está saliendo de perlas en esta vida. La distancia entre la Marianne que va de la primera a la tercera versión de As tears go by puede apreciarse también en sus incursiones cinematográficas, donde nada tienen que ver la agresivamente sexy muchacha de La chica de la motocicleta con la yaya en las últimas obligada a ejercer de pajillera en Irina Palm.

Como todos los que han vuelto del infierno, Marianne Faithfull es un testigo privilegiado de su tiempo, que ahora observa, en el fondo, con una alegría más auténtica que la aparentada cuando grabó la primera versión de As tears go by y no sabía donde le daba el aire porque no era más que una it girl de los 60 liada con el cantante de los Rolling Stones. No todos los mitos del pop están obligados a reventar a los 27: cuanto más mayor se hace, más talento, carácter, belleza e inteligencia hay en los discos de mi baronesa favorita.