Poesía

Una pistola de medio millón de euros

11 diciembre, 2016 00:10

La pistola con la que Verlaine, intoxicado, exaltado, desesperado, le pegó un tiro a Rimbaud, en Bruselas, y le hirió en la muñeca tras exclamar "¡ya que te vas, toma!", un pistolón de 8 mm que aquella misma mañana había comprado por el equivalente a unas pocas docenas de euros, acaba de ser vendida en una subasta de Christie's en París a un cliente anónimo que pujaba por teléfono y que se quedó con la pieza por cerca de 500.000 euros.

No se sabe quién es el mitómano y fetichista y caprichoso que los pagó, cuando esa pistola debería ser mía, ya que una de las cosas dulces de mi vida ha sido leer a esos dos, a Rimbaud y a Verlaine, homicida en grado de tentativa, a quien Darío en su inmortal Responso se dirige como a un padre y maestro mágico, liróforo celeste, que al instrumento olímpico y a la siringa agreste diste tu acento encantador.

Y en verdad que Verlaine tan bien cantaba por lo divino como por lo crapuloso. Me gustaría tener la pistola colgada en la pared de mi despacho, junto a la radiografía del esternón y las costillas de Marilyn Monroe que hice enmarcar en una caja de luz; y de vez en cuando manosearía la pistola, apostaría a la sombra fugitiva del joven Arthur y exclamaría "Puisque tu t'en vas, voilà pour toi!", o "Prends ça!", o lo que quiera que exactamente exclamó Verlaine al apretar el gatillo.

Me gustaría tener la pistola colgada en la pared de mi despacho, junto a la radiografía del esternón y las costillas de Marilyn Monroe que hice enmarcar en una caja de luz

Sí, lo admito: este fetichismo es penoso; pero no más penoso que el vano intento de la alcaldía de Charleville, pueblo natal de Rimbaud, por adquirir la pistola para incorporarla a la colección de documentos y objetos relativos al poeta que se exhiben en el museo a él dedicado. Se ha quedado sin ella, pues no disponía de tanto dinero como el imbécil que la compró.

¡Pero hombre, señor alcalde, si Rimbaud en cuanto pudo se escapó de Charleville para nunca más volver! ¡Si allí se ahogaba en un tedio infinito!

Junto con la pistola con la que Verlaine hirió a Rimbaud me gustaría poseer la pistola con la que Romain Gary se mató. Adoro algunas de sus novelas, Les enchanteurs, La promesa del alba, Europa, y creo que le comprendo bastante bien, en todo lo que tuvo de ángel y de tahúr...

Colgadas frente a la mesa donde escribo estas líneas las dos pistolas, a lado y lado de la caja de luz con la radiografía del torso de Marilyn, compondrían una panoplia maravillosa y compleja (que podría enriquecerse con algunas armas rusas: la pistola con la que D'Anthès mató a Pushkin, la que usó Martynov para matar a Lermontov y la que usó Maiakovski para su suicidio) hoy por hoy sólo posible en el reino de la fantasía.