La poeta cubana Fina García Marruz

La poeta cubana Fina García Marruz

Poesía

El siglo de Fina García Marruz

La decana de las letras cubanas, contemporánea de Lezama Lima y activista del grupo ‘Orígenes’, cuya poesía canta la extraña belleza de lo sencillo, alcanza los 98 años

17 agosto, 2021 00:00

Hay lugares ligados a la poesía, donde esta florece como de modo natural, un fruto más de la tierra. Pero para que la poesía prospere, como cualquier otra cosecha, es buena la sazón, la oportunidad en el tiempo. La poesía cubana es de gran riqueza, primero como una prolongación de la española en ultramar; luego, ya con la independencia, llena de voces valiosas. Pero cada tradición literaria tiene esa coyuntura irrepetible, la feliz coincidencia de espíritus afines que, con las diferencias que se quiera distinguir, crean un grupo, un movimiento. En Cuba ese nexo lo constituye el grupo Orígenes, reunido en torno a la revista homónima, del mismo modo que por fechas parecidas en España surgió Cántico, también a partir de unas entregas periódicas.

En Orígenes, que empezó a publicarse en 1944, ejerció como maestro José Lezama Lima, sol de aquel sistema bañado por la luz del trópico. En derredor de él orbitaron otros astros (sería desdoro llamarlos planetas o aún satélites). Al grupo pertenecieron José Rodríguez Feo (coeditor con Lezama), Eliseo Diego, Cintio Vitier, Virgilio Piñera, Lorenzo García Vega, Gastón Baquero y, única mujer, Fina García Marruz (La Habana, 1923). Como para subrayar esa unión, si ella estuvo casada con Vitier su hermana Bella fue esposa de Diego.

Pres El instante raro, Centro Dulce María Loynaz,jul 2010

Nacida en el apogeo de la vanguardia, García Marruz, hizo una poesía más ordenada, no menos intensa. Como suele ser el caso, desarrolló su obra un poco eclipsada por los hombres con los que compartió tiempo y coordenadas, y no ha gozado del conocimiento (siempre relativo cuando de poesía se trata) de la también casi centenaria Dulce María Loynaz (1902-1997), ganadora del Premio Cervantes en 1992. Pero su obra es de altísima calidad. Tras su inclusión en algunas antologías como la que realizara Carmen Conde, Once grandes poetisas hispanoamericanas (1967), García Marruz se presentó en España con El instante raro (Antología poética). De la edición, la selección y el prólogo se encargó Milena Rodríguez en Pre-Textos. Es una muestra amplia de la obra de la habanera, que sin duda le allanó el camino a la obtención del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2011, anuncio que le llegó justamente el día de su 88 cumpleaños. 

La Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional publicaron con tal motivo la antología ¿De qué, silencio, eres tú silencio?, con edición e introducción de Carmen Ruiz Barrionuevo y selección de la autora, que incluyó algunos poemas inéditos. Unos meses después se le concedió el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca. Antes había recibido el Premio de la Crítica Literaria de su país y, en Chile, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2007.

Poesía, Fina García Marruz

A la hora de publicar, la poeta integró su obra en unos pocos libros, contenedores de más variadas colecciones. Son Las miradas perdidas (1951), Visitaciones (1970) y Habana del Centro (1997). También, con su marido, publicó Viaje a Nicaragua en 1987. Junto a poemas que son de algún modo autónomos, como numerosos sonetos en los que se toma licencias que restauran lo que de gastada tiene la forma (por ejemplo, repitiendo versos como ocurre en “Ah déjame soñar el sueño antiguo” o “Y sin embargo sé que son tinieblas”), en sus libros hay grupos de poemas que podríamos considerar suites en los que a partir de un tema la autora despliega diversos acercamientos complementarios. 

Todos con una gran viveza: las películas de Charlot, el poeta romántico John Keats, muy bien sintetizado en un poema en varias partes que es como una dilatada oda del autor de “A un ruiseñor”, un viaje a España, que le arranca emociones que cuajan en páginas memorables sobre Santa Teresa y Ávila, Castilla, la lengua (en experiencia parecida a la de Cernuda al llegar de los EEUU a México): “Me rodea aquí el idioma, como a mi isla / el mar”. 

El instante raroSu temática es la memoria, el sentido religioso o trascendental de la existencia, las voces poéticas en las que se apoya para llegar más alto o que simplemente la acompañan. Del primero de esos asuntos, qué buen comienzo el del poema “Los extraños retratos”: “Ahora que estamos solos, / infancia mía, / hablemos”. El conjunto en doce partes “Visitaciones” desarrolla este motivo. En la primera sección leemos: “Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna / como a la casa de la infancia, a algunos / días, rostros, sucesos que supieron / recorrer el camino de nuestro corazón”. En la veta cristiana reconstruye en versículo convenientemente bíblico la “Transfiguración de Jesús en el Monte” (En la calzada de Jesús del Monte se titulaba el primer libro de Eliseo Diego, en 1949). Y en los homenajes están Diego, Lezama, Cleva Solís o el músico Julián Orbón, adaptador de un poema de José Martí para la letra de la celebérrima canción “Guantanamera”.

Su temática es la

Orígenes

Reuniendo tantas cualidades, la poeta no hace jactancia y sí demuestra una gran sencillez cuando, en lo que podríamos ver una poética observada, escribe “Versos a los descampados”, donde tras referirse a unos “ralos / predios de nadie” declara: “Un poco parecidos los encuentro a mis versos. / Algo deslavazados, ni bien ni mal del todo. / Acá un mate apagado, allá un fulgor humilde, / y espacios que aún alientan entre arrumbados oros”. Es esa sencillez, esa humildad, la pobreza, objeto de algunas composiciones suyas. En otro poema escribe: “Hay que amar la raíz, oscura, retorcida, fea quizás, / sin la que no serán la libertad y la hermosura / del árbol pleno en flor”.

Ninguna muestra de sencillez tan bella como “Los indios nuestros”, dedicado a los indígenas de Cuba que no dejaron construcciones en piedra ni un arte exuberante. Ella misma es como esos indios de lo mínimo, pájaro opaco frente al desbordamiento de imágenes como de pavo real que es Lezama, su querido Lezama. Este, el pavo real, es más colorido y suntuoso, pero mejor canta el mirlo. Lejos de toda presuntuosidad, ella escribe: “Si mis poemas todos se perdiesen / la pequeña verdad que en ellos brilla / permanecería igual en alguna piedra gris / junto al agua, o en una verde yerba”.

Retrato de Baertjen Martens Doomer (1640) / REMBRANDT

Retrato de Baertjen Martens Doomer (1640) / REMBRANDT

La actualidad, la Revolución, los zarandeos de la historia no dejan impronta perceptible en la obra de García Marruz, que está siempre como observándolo todo sin decir nada, como se ve en el poema “Pepita” donde si acaso deja constancia de ese orillamiento voluntario y de que la acusen de “pajarito contemplón”. Las paradojas de la muerte, lo que dejamos atrás cuando nos vamos, motivan dos piezas tan hermosas como melancólicas: “A una recién difunta”, y “Esos relojes que los padres dejan”. Lo fugaz y lo permanente, por su parte, habitan en “Retrato de Baertjen Martens Doomer”, inspirado en un cuadro de Rembrandt visto por la autora en el museo del Hermitage de San Petersburgo, que como excelente poema que es no tolera la glosa y solo cabe recomendar su lectura.

No se limitó a la creación poética el dilatado quehacer de García Marruz. Es una gran especialista en José Martí, trabajó durante años en el Centro de Estudios Martianos. Además, dedicó ensayos a Quevedo o Sor Juana Inés de la Cruz. En El orden del homenaje (publicado en España en 2018) reunió casi cuatro decenas de estudios literarios, que van de Shakespeare a Juan de la Cruz.

Quevedo

Última superviviente de ese contacto de nuestra Edad de Plata con el equivalente de oro cubano, conoció en 1936 en La Habana a Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, y uno halla reminiscencias o un aire de familia con el andaluz universal en estos versos con los que García Marruz cierra “Lo distinto”: “¡Oh qué luz tan distinta / la de la vida, / y sólo entonces, sí, / qué luz tan distinta / la de la muerte!”. También se relacionó con María Zambrano durante los catorce años que la malagueña pasó en la isla, y con todos los escritores españoles que pasaron por esta: Altolaguirre, Cernuda, Alberti, Chabás..

Ella, que ha dejado una obra tan valiosa mediante su observación poética (“en las nupcias del ojo y lo mirado”), interroga a la gran compañera de su muy larga vida: “Poesía ¿tú que sabes de nosotros?”. Todo, lo sabrá seguramente todo, aunque como ella misma muchas veces lo calle. En unos antiguos versos pertenecientes a “La máscara”, escritos cuando aún era joven, García Marruz se pregunta: “¿Qué es una vieja / que ya ni siquiera sabe de sus días, / que sabe que nada tiene que ver con la máscara / de su propio cuerpo?”. Hoy, el siglo la ronda. Como la mujer pintada por Rembrandt, parece llevar posando solo una hora, un instante. Poesía fresca y nueva.