Judit Carrera, directora general del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) / MIQUEL TAVERNA

Judit Carrera, directora general del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) / MIQUEL TAVERNA

Letra Clásica

Judit Carrera: "El cambio tecnológico obliga a replantear la función de los museos"

La directora del CCCB reflexiona sobre cómo evolucionarán los centros culturales tras perder el monopolio del conocimiento y defiende la mezcla de los lenguajes artísticos

22 junio, 2020 00:10

Hace poco más de una semana, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) volvía a abrir sus puertas después de tres meses de cierre, aunque parcial, puesto que han seguido programando charlas, conferencias y el Festival Primera Persona. Todo de forma virtual. Hace un año y medio, Judit Carrera se convertía en la primera mujer en dirigir el centro. Su objetivo es convertirlo en un espacio abierto a todos que funcione dentro de la denominada nueva normalidad. Hablamos con Carrera sobre los retos del CCCB, los nuevos modos de consumo, el mundo virtual y el papel del centro como foro de encuentro, discusión e intercambio de ideas.

–Imagino que uno de los retos a los que se enfrenta el CCCB en estos días es cómo adaptarse a la nueva situación provocada por la pandemia. 

–Somos un centro cultural singular, en cuanto que tenemos la estructura de un museo pero carecemos de una colección propia. Somos un espacio dedicado a la interpretación del presente a través del diálogo entre distintas disciplinas. El conocimiento artístico no es algo compartimentado y, por tanto, es esencial funcionar como un puente entre disciplinas distintas, pero también entre Barcelona y el resto del mundo, entre públicos de distintas generaciones y procedencias diferentes. Esta pandemia nos obliga a interesarnos más por nuestro entorno y comprender que esta crisis es un grito de alerta ante cuestiones que ya se venían planteando, como la globalización, el cambio climático o el capitalismo. Lo que ha sucedido no es un imprevisto. Sabíamos que iba a llegar, pero no sabíamos cuándo. Desde hace décadas tanto los científicos como organismos intergubernamentales advertían de que podía producirse una pandemia. Y así ha sido.

–Pero, a pesar de esas advertencias, la crisis nos ha pillado sin estar preparados.

–Sí. Es el primer gran susto que vive nuestra generación y también la primera crisis de este tipo que desequilibra Europa por completo y desestabiliza todo el mundo. 

–¿El capitalismo es un sistema agotado?

–Esta crisis ha puesto de relieve su fragilidad. A pesar de su omnipotencia sus cimientos han estado en peligro. Y es que, si lo pensamos bien, un virus surgido en un mercado de una población china ha conseguido desestabilizar al mundo y cuestionar la idea de progreso ilimitado o la creencia de que podemos producir y consumir más.

Judit Carrera (c) CCCB, Miquel Taverna, 2019 03

Judit Carrera (c) CCCB, Miquel Taverna, 2019 03

–El CCCB está en el Raval, uno de los barrios que más ha sufrido la pandemia. Fue además pensado como un equipamiento cultural para regenerar esta parte de Barcelona. ¿Cuál es la relación con el barrio? 

–La cultura significa compartir espacio con el máximo de personas posibles. Desde el CCCB lo que tenemos que hacer es intentar dar sentido a toda la colectividad que convive en la ciudad, y que es muy diversa, cada vez más. El Raval, sin duda, es el barrio más diverso, complejo e interesante de Barcelona. Efectivamente, ha sido especialmente golpeado por esta crisis. Nosotros trabajamos con las instituciones del barrio para ver de qué manera podemos serles de utilidad ante esta emergencia que vivimos. Los centros culturales no son sitios de contemplación ni templos, sino ágoras, espacios dinámicos en los que deben sentirse representados todos.

–¿La educación, uno de los puntos clave del proyecto del CCCB, es una forma de paliar fracturas sociales?

–Sin duda. Por esto impulsé la creación de un departamento de mediación para abrir las puertas del museo a todos. Quiero que entren y se vinculen al CCCB cuantas más voces y miradas distintas mejor. Abrir el museo a los vecinos del Raval. Para este verano  estamos trabajando en el proyecto Culturnautas, pensado para formar a nuestro público del futuro. Colaboramos con el Casal d’Infants del Raval para que esta iniciativa acoja a niños de entre seis y catorce años del Raval y del Barrio Gótico. Desde julio a septiembre, junto con creadores de Barcelona, hemos preparado talleres de rap, arte urbano, podcast y radio para jóvenes desde catorce hasta dieciocho años. Queremos que los jóvenes de Raval se mezclen con otros procedentes de otros barrios. Una de las funciones de un centro como el CCCB es crear ciudad, vínculos y llegar al mayor número de personas sin perder rigor ni sofisticación en su discurso. Esto lo hacen otros centros a nivel internacional, desde el MOMA de Nueva York a la Tate de Londres. 

–Barcelona tiene comunidades culturales muy distintas.

–Es una ciudad mucho más plural de lo que muestran sus instituciones y, en estos días, con las revueltas en los Estados Unidos vemos lo importante que es la representación institucional y cultural, la creación de puentes y la inclusión de todos. 

–¿Las instituciones culturales no han vivido al margen de la realidad social?

–Es difícil generalizar: hay instituciones de todo tipo. sí es cierto que, a raíz de la revolución tecnológica, se ha producido una transformación en nuestra manera de acceder al conocimiento, a la información y a la cultura. La tecnología ha permitido que ciertas prácticas artísticas no estén necesariamente custodiadas en los museos y en los centros culturales, cuya función, en cierta medida, se ha visto cuestionada. Si puedo visitar El Prado o el MNAC a través de mi móvil, ¿qué pueden ofrecerme estos dos museos para que la experiencia de visitarlos presencialmente siga teniendo sentido? Esta apertura de los centros culturales ha estado propiciada por esta transformación cognitiva fruto del cambio tecnológico, que obliga a los museos a replantearse su modelo y su función. Si ya no tienes el monopolio de un determinado conocimiento, estás obligado a repensarte. Nosotros lo hacemos. Durante el confinamiento hemos promovido charlas y actividades virtuales. Evidentemente, no son como una conferencia presencial, pero abren muchas posibilidades para el futuro. El reto es hacer que sean experiencias únicas. De lo que se trata es de crear comunidades plurales, defendiendo los valores de una sociedad abierta y plural.

Judit Carrera (c) CCCB, Miquel Taverna, 2019 05

–Las redes sociales permiten un tipo de participación, pero no es comparable a estar presencialmente en un foro público y dialogar con otras personas.

–Sin duda. De ahí el precioso vínculo entre el teatro y la democracia a través de la experiencia de verse, escucharse y reconocerse. Como respuesta ante las burbujas creadas por las redes sociales es imprescindible crear espacios donde podamos tomar conciencia de que pertenecemos a una comunidad mucho más amplia que nuestro entorno. Estar físicamente juntos es un antídoto contra el fascismo y el discurso del odio porque nos hace conscientes de que no vivimos solos. 

–No cree que colectivos como las mujeres o los inmigrantes han estado durante mucho tiempo ausentes discurso museístico?

–Desde el CCCB nos interrogamos sobre quién es nuestro público. Es indudable que llevamos un retraso grandísimo en la inclusión de la mujer en los espacios de representación cultural y en el ámbito del discurso museístico. A este retraso se añade otro: las cuestiones raciales o coloniales. La población afrocatalana es importantísima y no tiene representación en nuestros equipamientos. Estamos trabajando para corregirlo.

–¿Tiene previsto también incorporar al CCCB las formas artísticas no canónicas que tienen su origen en la calle?

–El CCCB lleva esto en su ADN. Podemos hacer una exposición sobre física cuántica y un festival de hip-hop o de poetry-slam. Ningún arte debe ser excluido. Hay muchos lenguajes culturales, empezando por el trap, que están interpelando a los más jóvenes. Nuestro papel no es ni permanecer al margen ni quedarnos en los lenguajes del pasado. 

–Inauguran ahora una exposición dedicada a los videojuegos.

–El fenómeno del videojuego suscita interés, tiene detrás una industria y la capacidad de mezclar lenguajes. La exposición intenta alejar el videojuego del estereotipo de la violencia y mostrar un arte tan diverso como el cine. Para nosotros el videojuego es un medio de expresión central en la cultura contemporánea.

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–Otro de los objetivos del CCCB es la divulgación, muchas veces considerada, sobre todo en el campo académico, como algo sin valor intelectual.

–La divulgación es esencial. El sentido de cualquier investigación es darla a conocer y que tenga implicaciones sociales y políticas. Los espacios culturales somos espacios de traducción de este conocimiento, debemos hacerlo accesible. No te puedes imaginar el interés que despiertan cuestiones complejas como la física cuántica, la neurociencia o la inteligencia artificial. A la exposición sobre física cuántica, una de las más difíciles que hemos hecho, acudieron 80.000 personas. Para que todo esto sea posible es esencial la alianza con los centros de investigación científica, cuyas aportaciones completamos con expresiones artísticas. 

–¿No es un riesgo caer en las exposiciones blockbuster, que sacrifican la calidad a la audiencia? 

–La cantidad de público nunca debe ser el criterio prioritario a la hora de programar. Es el criterio artístico el que debe prevalecer. La cultura es un espejo de las cosas que ya preocupan a la sociedad, pero también un faro que anticipa lo que puede pasar. En el CCCB ya habíamos hablado de pandemias y de su impacto sobre la biodiversidad de la tierra. No creo que sea incompatible pensar en un proyecto de calidad capaz de atraer la atención del máximo de personas. Como institución pública no podemos conformarnos con un público experto y minoritario. 

–En este nuevo contexto tener cifras de asistencias reducidas será inevitable.

–Evidentemente. En estas circunstancias no creo que nadie se atreva a juzgar una exposición por el número de visitantes. Durante unos meses, quizás incluso durante años, tendremos que convivir con los aforamientos limitados. Esta situación puede ser ideal para revisar los criterios con los que nos manejábamos antes y poner el acento en la aportación cultural, en la conversación pública que generan y en el potencial artístico de las exposiciones. Los públicos digitales son tan válidos como los presenciales. La experiencia cultural puede ser mixta: presencial y digital. Todos somos un poco cyborgs. El consumo de los contenidos de nuestra web durante el confinamiento se ha incrementado en un 235%. 

Judit Carrera (c) CCCB, Miquel Taverna, 2019 07

Judit Carrera (c) CCCB, Miquel Taverna, 2019 07

–¿Ser una institución pública le da más libertad a la hora de programar en el sentido de que el número de entradas vendidas no es un condicionante?

–Depende. Nuestra responsabilidad no es muy diferente a la de cualquier otro centro privado: apelar a un público amplio manteniendo la calidad de los proyectos. Los motivos por los cuales la gente va a una exposición han cambiado muchísimo. Tuvimos 150.000 personas en la exposición sobre Kubrick. Nunca lo hubiéramos imaginado. Los espacios culturales tienen que luchar por ser espacios de libertad independientemente de sus medios de financiación. Si eres una institución privada, tienes que pelear tu libertad ante las posibles injerencia o demandas de tus patrocinadores y si eres una institución pública también tienes que pelear por esta libertad en relación a las presiones políticas. 

–¿Ha recibido el CCCB muchas presiones?

–Llevo un año y medio en la dirección y no he tenido ni una sola presión política; solo tengo palabras de agradecimiento para la Diputación y el Ayuntamiento de Barcelona.

–Quería preguntarle sobre la libertad de expresión en el campo cultural.¿Todo puede ser dicho? ¿Hay límites?

–Esta es la gran cuestión de nuestro tiempo. En mi opinión, la libertad de expresión es la primera de las libertades; de ella derivan las demás. Para nosotros, es la esencia de una sociedad abierta y de la democracia. Los movimientos autoritarios que están surgiendo en el mundo, también aquí, usan la libertad de expresión para cargarse los principios que ésta defiende. Sin recurrir a prohibiciones, debemos generar relatos y contrarrestar el discurso del autoritarismo para así crear utopías movilizadoras, que diría Carolin Emcke. No tenemos que entrar en el juego de la mentira y del odio fomentado por la extrema derecha. Desde las instituciones culturales tenemos que abrir espacios de representación, debate y libertad. 

–¿Cómo valora la relación con otras instituciones culturales internacionales?

–Es fundamental. No podemos, sobre todo ahora, tener la tentación de cerrar fronteras, encerrarnos en nuestra comunidad y trabajar solo con nuestros artistas. Tenemos que seguir fomentando la promiscuidad cultural con el resto del mundo. La cultura es un espacio de traducción en el sentido más amplio del término.