El buque Stanbrook, que se ocupó del exilio republicano, desde Alicante, en marzo de 1939 / RTVE

El buque Stanbrook, que se ocupó del exilio republicano, desde Alicante, en marzo de 1939 / RTVE

Letra Clásica

El exilio republicano

El exilio republicano muestra la decepción de muchos españoles que acabaron sometidos en las "democracias populares" por la influencia de la Unión Soviética

3 mayo, 2020 00:00

La última visita cultural que hice antes de confinarme fue el 29 de febrero, a la Arquería de Nuevos ministerios para ver la exposición sobre el exilio republicano de 1939: un recuerdo al medio millón de españoles derrotados y amenazados que peregrinaron por el mundo en busca de una nueva vida.

Como suele suceder, ya casi he olvidado aquellas imágenes impresionantes, pero recuerdo las maquetas de barcos que hacían la travesía a América, las fotos de su pasaje, la reproducción del traje a rayas y los aperos de uso cotidiano de los que cayeron en manos de los alemanes y fueron internados en campos de concentración, los testimonios grabados de unos cuantos supervivientes, ya de avanzada edad, claro, pues han pasado 80 años de la guerra.

Había reunido el comisario Juan Manuel Bonet todo tipo de materiales, carteles, cartas, fotos del campo de Argelès, cuadros estupendos de Maruja Mallo, de Picasso y Miró, y también de Josep Franch-Clapers (1915-2005). De éste recuerdo especialmente Camino del exilio, emblema melancólico de la exposición: óleo de 1940 en que una columna de atónitos españoles descalzos o en alpargatas, abrigándose con manta o gabán, vigilados por un soldado francés, avanza por la carretera bajo un cielo encapotado, y los sembrados y los cipreses se inclinan, mecidos por el viento.

La decepción de la Unión Soviética

En esos días de febrero que vistos con los ojos de hoy parecen tan remotos y poco creíbles, leí dos libros de mucho interés (de interés, en fin, para quien le interesen estas cosas) sobre un aspecto particular del exilio, que es el que encontró refugio en la URSS y en los países europeos que, pocos años después, con el final de la segunda guerra mundial, caerían como satélites en su órbita y se convertirían en “democracias populares” o sea dictaduras.

El primero de esos libros es Españoles tras el telón de acero, subtitulado El exilio republicano y comunista en la Europa socialista (Marcial Pons ed.), de Matilde Eiroa, profesora de la universidad Carlos III. Es un ensayo histórico muy documentado, incluso en términos numéricos, explicado en términos generales y también país por país y, como la exposición de la Arquería, incorpora en las páginas finales los testimonios directos de algunos de los protagonistas o de sus hijos.

Así es como muchas de las familias que ya habían experimentado la salida traumática de España se vieron obligadas a una segunda diáspora, e incluso a una tercera. Los comunistas que hallaron refugio en la URSS sufrieron un primer choque mental  al comprobar que el que habían supuesto que era paraíso proletario era miserable; soportaron allí las privaciones de la Segunda Guerra Mundial con la esperanza de que las condiciones mejorarían a partir de la llegada de la paz; al comprobar que no era así una enorme cantidad de refugiados pidió salir del país para irse hacia la Yugoslavia comparativamente más liberal, hacia Francia u otros países capitalistas. Lo cual por motivos obvios tenía muy molestas a las autoridades soviéticas.

Perdedores en la Europa del Este

La permisividad en las salidas duró poco tiempo: “La división del mundo en bloques y el establecimiento del Telón de Acero tuvieron una repercusión directa y nefasta en los destinos de aquellos que deseaban abandonar la Unión Soviética. A partir de un viaje de Santiago Carrillo a Moscú en 1947, cesaron por completo las salidas”, y quienes insinuaban su voluntad de emigrar eran acusados de imperialistas, capitalistas y traidores a la patria soviética.

Eiroa documenta la tragedia de los republicanos demócratas españoles que se exiliaron en Checoslovaquia y se vieron sorprendidos por el Golpe de 1948, que los sometía a aislamiento y que añadía a la nostalgia de España la losa mental del severo control interno. Documenta los avatares de las comunidades de perdedores de la Guerra Civil en Bulgaria, Rumanía, Yugoslavia, Hungría, Polonia y el impacto que el estalinismo, la desestalinización, el aplastamiento de los movimientos aperturistas en Polonia, Hungría o Checoslovaquia, tuvieron sobre sus vidas de desarraigados.

El otro libro son las Memorias de un ministro comunista de la República, de Vicente Uribe (ed. Renacimiento). Dado su excepcional interés lo comentaremos el próximo domingo.