Cartel promocional de la ópera 'Peter Grimes' de Benjamin Britten / TEATRO REAL

Cartel promocional de la ópera 'Peter Grimes' de Benjamin Britten / TEATRO REAL

Filosofía

De repeticiones y caballos

'Peter Grimes' es una tragedia moderna del nivel de las clásicas griegas, no porque trate del acoso de la masa al individuo que se resiste en un monstruo sino por ser la repetición de un error

16 mayo, 2021 00:00

Está siendo muy celebrada la representación en el Teatro Real de Madrid de la ópera de Britten (con libreto de Montagu Slater, con ayuda del mismo compositor) Peter Grimes. Es realmente una ópera formidable, con una partitura espléndida y una historia terrorífica. Para el que no la conozca la resumiré en el siguiente párrafo.

Peter Grimes es un pobre, orgulloso y solitario pescador en un pueblo miserable de la costa inglesa. Un día, a pesar del mal tiempo, que disuade a los demás pescadores de embarcarse, Grimes, empujado por la necesidad, sale a pescar con su jovencísimo grumete. En la tempestad, el niño se ahoga. Todo el pueblo reprocha a Grimes su imprudencia. Llega otro día de meteorología hostil, lo prudente es quedarse en casa, pero Grimes se embarca con su nuevo grumete, que... también se ahoga. Ahora Grimes ya es un maldito y el pueblo, convertido en una "muta de caza", le acosa, repitiendo en coro su nombre: "¡Peter Grimes! ¡Peter Grimes! ¡Peter Grimes, Grimes, Grimes!". (Obvia homofonía entre Grimes” y crimes, crímenes).

Tengo Peter Grimes por una tragedia moderna del nivel de las clásicas griegas. No porque la historia trate, según declaraciones de los autores, del acoso de la masa al individuo, que obliga al individuo que se resiste en un monstruo; sino porque trata de la repetición de un error, la repetición de la tragedia. Cuando las cosas se repiten parece que marquen una pauta significativa. La pauta se hace destino. Así se fundó la Comunidad Europea: como la decisión de romper de una vez la serie de 1870, 1914 y 1939. Dado el desarrollo técnico de las armas, la próxima repetición de la tragedia sería el fin del mundo. Así que basta, se acabó.

También cuando las cosas se repiten con cierta regularidad en la vida de un individuo, la repetición, aunque sea casual, parece indicar la pauta de su vida, parece que señala su destino. Invita al fatalismo. No he ido a ver Peter Grimes en el Teatro Real, porque ya la vi en el Liceo de Barcelona en el año 2004 y volví a verla en Lisboa en el 2017, en el Teatro San Carlos, que precisamente me recordaba mucho al Liceo. Dos soberbias interpretaciones, pero no habrá una tercera pues no quiero que esa oscura historia me parezca que me está hablando a mí personalmente.

Pensaba en esto ayer, al entrar una vez más en Calle del Orco, y encontrarme con una cita de Piglia sobre el famoso abrazo de Nietzsche a un caballo, en Turín. Una de las más famosas anécdotas de la historia de la filosofía. Para el que no la conozca también la resumiré en el siguiente párrafo.

El 3 de enero de 1889, por la mañana, Friedrich Nietzsche salió de su habitación alquilada de la calle de Carlo Alberto. Al cruzar la plaza del mismo nombre es testigo de una escena que le conmocionó: un carretero estaba fustigando a su caballo que, exhausto, no quería o podía continuar la marcha. Nietzsche se precipitó a abrazarse a la cabeza del caballo y rompió a llorar. Llevado a su casa, pasó dos días tumbado en la cama en silencio y luego pronunció sus famosas “últimas palabras”, “Mutter ich bin dumm(“Madre, soy tonto”). Luego viene el derrumbe, la pérdida del habla y de la conciencia, hasta su muerte diez años después, en 1900.

La cita de Piglia, una entrada de su diario que por cierto yo ya conocía pero había --no sé si voluntariamente-- olvidado, describe esta escena y acaba así: "...esa fecha marca, en un sentido, el fin de la filosofía: con ese hecho empieza la llamada locura de Nietzsche que, como el suicidio de Sócrates, es un acontecimiento inolvidable en la historia de la razón occidental. Lo increíble es que la escena es una repetición literal de una situación de Crimen y castigo de Dostoyevski (capítulo 5 de la I parte) en la que Raskolnikov sueña con unos campesinos borrachos que golpean un caballo hasta matarlo. Dominado por la compasión, Raskolnikov se abraza al cuello del animal caído y lo besa. Nadie parece haber reparado en el bovarismo de Nietzsche que repite una escena leída (La teoría del Eterno Retorno puede ser vista como una descripción del efecto de memoria falsa que produce la lectura)".

Gide había reparado también en ese precedente literario al teatral gesto de compasión de Nietzsche con que se declara su locura, el periodo de las cartas y mensajes reordenando el mundo, entre los cuales destaca la frase “desde luego que hubiera preferido ser [seguir siendo] catedrático en Basilea que Dios, pero no podía llevar mi egoísmo al extremo de no crear el mundo”.

No recuerdo esa escena de Crimen y castigo, ni tengo el libro a mano para asegurarme de que no se la inventa Piglia como broma al lector. Es notorio que Nietzsche había leído y valoraba mucho a Dostoyevski, al que consideraba un precursor en cuestiones de psicología. En cuanto a lo que dice Piglia sobre el bovarismo y el concepto del eterno retorno no me parece muy estimulante. Pero que el filósofo del superhombre y de la muerte de Dios (las iglesias, los templos, son Sus magníficas sepulturas, Sus panteones, dice) en el momento de caída abismal se identificase con Raskolnikov y se rompiese de compasión por un pobre penco armoniza con la naciente sensibilidad animalista y ecológica de estos años, de este principio del siglo XXI en que, asomados al abismo de la extinción, no ya de Dios sino de la humanidad, pensamos más en el mono (o sea, en el caballo), que en Él, que acaparó nuestros pensamientos durante tantos siglos. Como en la ópera de Peter Grimes la muerte de los dos grumetes, también aquí (Raskolnikov-Nietzsche-nosotros) se ven los primeros eslabones de una pauta, una deriva panteísta. Aunque no sé si esta nueva creencia llega ya demasiado tarde, si ya corresponde a un momento de colectiva locura irreparable, pues Mutter, wir sind dumm...