Filosofía

La artesanía del pensar

4 noviembre, 2016 00:00

El pensar es un arte y hay técnicas para avanzar en su dominio. Conviene adiestrarse en ellas en favor de nuestra libertad y plenitud. En particular, hay que evitar caer en el rechazo de lo que es verdad o en dar por bueno lo que es falso. Hace siglo y medio, el padre Gratry --un pensador francés que se opuso al dogma de la infalibilidad del papa-- afirmaba que "todo lo que un hombre ha visto es verdad"; no se trata de relativismo, sino de realidad (definida por Julián Marías como "lo que me encuentro, y tal como lo encuentro"). La realidad personal como clave del vivir humano.

Aquella endiablada y manipuladora fuerza resultó asombrosamente perniciosa, y produjo innumerables sufrimientos y daños irreparables

He leído un libro que ocupa el número 94 de la Obra completa de Heidegger, gran pensador alemán que fue nazi. Me refiero a los diarios filosóficos que escribió entre 1931 y 1938, publicados recientemente con el título Cuadernos negros (Trotta). En 1932, meses antes de ser nombrado rector de la universidad de Friburgo (lo sería por un solo año), Heidegger celebraba que el Führer hubiese "despertado una nueva realidad" que daba cauce y fuerza de choque a nuestro pensamiento. Sin alegatos antijudíos, señalaba que el nacionalsocialismo "no es una verdad eterna que nos haya caído del cielo ya terminada". Y lamentaba que en ese movimiento hubieran endiosados e inapelables jueces organizando "una mediocridad insuperable". Jóvenes que se las daban de importantes, de forma "demencial, acrítica y empacada". En aquellos años de irresistible ascenso nazi, escribía para sí mismo que "decir que una filosofía es 'nacionalsocialista' o que no lo es significa lo mismo que declarar: un triángulo es valiente o no lo es, es decir, que es cobarde".

De entre estos cuadernos, extraigo un párrafo bien significativo de su dudar: "En una época en la que al boxeador se le considera el gran hombre, tomándosele con los honores habituales, en la que la hombría puramente corporal en toda su brutalidad se considera heroísmo, en la que al paroxismo de las masas se lo hace pasar por comunidad, y a esta por el fundamento de todo… ¿qué espacio queda entonces para la metafísica?". Sí, hay aquí un fino pero insuficiente rechazo de la brutalidad física, que, falta de límites, tiende a un infinito totalitario. El excepcional pensador no estaba exento de cometer contradicciones, y distó mucho de ser un ejemplo moral. Heidegger apoyó a un partido de masas que, sin ningún escrúpulo de conciencia, desplegó una técnica y una organización criminal. No obstante, él sabía que la masa no es la comunidad del pueblo, y no lo puede configurar hacia su "crecimiento personal". ¿Por qué? Porque la masa "es irreal, va dando tumbos por un presente vacío, sin historia, siempre fuera de sí, asequible a todo sentimentalismo". Aquella endiablada y manipuladora fuerza resultó asombrosamente perniciosa, y produjo innumerables sufrimientos y daños irreparables. Una artesanía de lo peor, lejos del buen pensar.