Banderas de Estados Unidos y China, países que protagonizan la guerra de la dependencia tecnológica / LECS

Banderas de Estados Unidos y China, países que protagonizan la guerra de la dependencia tecnológica / LECS

Filosofía

La guerra de la dependencia tecnológica

'Chips' y algoritmos articulan un horizonte nuevo en el que China aspira a controlar Internet y que el mundo dependa de Huawei. Occidente ya es menos Occidente

23 febrero, 2020 00:00

La cuestión es si Occidente ya es menos Occidente de lo que era. Con China como superpotencia taimada y la antigua comunidad atlántica debilidad por la presidencia de Trump y las inseguridades de la Unión Europea, la agenda de la reciente Conferencia de Seguridad de Munich era intensa, pero como suele ocurrir en esos encuentros multinacionales solo queda la declaración final de intenciones porque la acción se posterga y diluye. Una de las grandes cuestiones es que los portentos tecnológicos de una China que antes se limitaba a copiar lo que hacía Occidente ahora alimentan una guerra de dependencia tecnológica. De entrada, vetar o no a Huawei es un motivo de discordia trasatlántica. Es una hipérbole hablar de nueva guerra fría pero las fricciones van en aumento. 

Como correlato, ya se habla de una ofensiva china contra el sistema liberal de Occidente, internamente erosionado por populismos iliberales. Mientras, Confucio salta la valla de la supremacía tecnológica de Occidente. La nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, insiste en la prioridad geopolítica pero, al mismo tiempo, en Alemania, la debilitada Angela Merkel ya no puede apuntalar el gran eje europeo y no se puede decir que el borbotón de ideas de Macron se haya concretado en algún aspecto tangible. La premonición de un segundo mandato de Trump descoordina aún más el atlantismo. Y China mueve ficha a cada instante.  

Grandes estrategias, John Lewis Gaddis / TAURUS

Grandes estrategias, John Lewis Gaddis / TAURUS

En Munich se ha ratificado con desconcierto que, lo que llamábamos Occidente, hoy carece de Norte estratégico. En comparación con la amenaza tecnológica de China, el Brexit y los regímenes iliberales --no pocas veces incentivados por un crecimiento chino sin Estado de derecho-- no son los personajes principales. Algunos gurús están escribiendo truculentas advertencias sobre la posibilidad de un sorpaso chino en lo que se refiere a inteligencia artificial, sin control ni trasparencia. ¿Significa que la Unión Europea y los Estados Unidos van a aproximarse dado el reto chino o van a distanciarse aún más? Qué lejos queda la pretensión de Macron de haber domesticado a Donald Trump. Por el contrario, la red de telefonía móvil 5G que urde Huawei puede imponer su modo de conectividad como una globalización made in China

¿Sirve de algo preguntarse si ese rompiente estaba previsto? Se diría que, ensimismada en la policy, la Unión Europea elude como puede los grandes dilemas del pensamiento estratégico. O tal vez es que no los indica suficientemente porque sabe que sus actuales flaquezas imponen la inacción. Y ahí está Rusia, siempre jugando al abrazo del oso. Son tantas las circunstancias mundiales en evolución incesante que la previsión parece estar en manos del horóscopo.

En Grandes estrategias, John Lewis Gaddis recordaba que, con el crack de 1929, la Casa Blanca de Herbert Hoover no tenía ni idea de qué hacer. Con el impacto de esa crisis, lo que había sido años antes el putsch poco significativo de Hitler en Munich alcanzó su dimensión demoníaca, llegó luego al poder. Stalin se regocijaba por la bancarrota del capitalismo y, en fin, Hitler tomaba posesión de la cancillería.  Ahí quedaba, en solitario, el New Deal de Roosevelt.

Como siempre, fallaban las previsiones.  Entre 1929 hasta este 2020 se nos dijo que se iban a acabar las materias primas o que la economía de mercado se desintegraría. Cientos de predicciones sólidamente sustanciadas son solo papel mojado. Chips y algoritmos articulan un mundo nuevo en el que China quieren controlar Internet y que el mundo dependa de Huawei. Algunos historiadores insisten en que el primer síntoma de la decrepitud de una civilización es cuando se vive el pesar por la libertad perdida. En ese siglo XXI, ¿importan tanto la libertad para China y para los regímenes iliberales?